martes, 6 de marzo de 2018


FAJARDO Y LA COALICIÓN DE LA ESPERANZA. Elecciones de Colombia 2018. (3)


Esta columna también está publicada en la sección de opinión de www.confidencialcolombia.com 


Foto: Gabriele Siegrist
Se siente el repudio por las agresiones a los candidatos presidenciales. No se quiere más violencia política porque la inmensa mayoría de ciudadanos no desean iniciar un nuevo ciclo de barbarie que sería peor que los anteriores, porque hay un desmantelamiento institucional por la crisis de clientelismo y corrupción de los tres poderes, y por el creciente resentimiento  al sistema “democrático” y económico que ha decretado el desamparo, el atraso y la inequidad perpetua para la clase media y los más pobres, aquí y en el mundo. Ya no existe estado del bienestar, ahora existe un 
estado débil al servicio del mercado y no para el bien común y de los empresarios. 

Por eso, los populismos de derecha y de izquierda, con su palabrerío, son el retorno al pasado en ideas y maneras de gobierno, y es el instrumento con el cual se está polarizando a Colombia. Los discursos de Uribe, Vargas y Petro, son el camino a una idea parecida a la Venezuela de hoy. Allá se llega por la inequidad, el atraso, las promesas incumplidas, el populismo, el clientelismo y la corrupción.  No responden a nuevas realidades de Colombia y del mundo. No son invocaciones a la construcción y a la reconciliación, si no a la lucha de clases que ya nadie compra, le apuestan a la agresión y no a la argumentación, a ideas del crecimiento agotadas y superadas y no a nuevas narrativas del desarrollo.

Lo grave, ciertos medios agencian esta polarización y quieren llevar a Colombia al triste pasado y no a un futuro de esperanzas. Lo hicieron cuando pusieron a Peñalosa en la alcaldía de Bogotá y ahora quieren repetir con Duque, asimilándose a un populismo de trampas y mentiras. Las encuestas en Colombia mienten, se venden y se hacen según como la quiere el que las paga. Es el legado que dejó J.J. Rendón: la posverdad como estrategia y manipular encuestas como medio. Así ocurrió en la campaña del 2010, cuando Santos lo trajo para derrotar a Mockus.

Por lo anterior y mucho más, el discurso de Fajardo y de la Coalición Colombia es una respuesta decente y contundente a la decadencia. La manera tranquila, sin odio ni agresiones, con argumentos, y no del que estamos acostumbrados escuchar de “líderes” extensos en la palabra, ricos en promesas, temperamentales, pero no por ello renovadores y consistentes, porque si no Colombia sería otra.

Fajardo no es capaz de un discurso populista. Riñe con el estudio, la investigación y la docencia en matemáticas. A su lógica de pensamiento se suma su sensibilidad humana, por eso ha gobernado y ha sido posible la Coalición Colombia con Claudia López, con Jorge Enrique Robledo y otros, con tantos jóvenes políticos de la Coalición que aspiran al congreso, con decenas de expertos que consignan sus ideas en sus propuestas, y con los jóvenes profesionales que sueñan y hacen el día y la noche de la campaña.

Lo han catalogado de “tibio” porque su campaña no esgrime odios ni agresiones y porque él y la Coalición hablan de reconciliación, de educación y de escribir nuevas páginas. Las palabras fuertes y desbordadas le dieron a Colombia  600.000 muertos, más de 100.000 desaparecidos, y más de 10 millones de víctimas en 70 años de guerra. Eso no es tener carácter, es tener una actitud enferma hacia la violencia y en contra de la vida. Columnistas y medios sensatos le dan la razón. Piden no más violencia política. Y las redes llenas de mensajes iguales.  La razón se impone por la evidencia y la argumentación. 
  
Dicen algunos que “le falta ser más concreto”. La semana pasada presentó la política económica. Se ha dicho bastante en distintas páginas, de la seriedad, ponderación y novedades de la misma. Por eso me centraré en el corazón de esa política.

El primer punto alude a tener una política de desarrollo productivo que conduzca a mediano y largo plazo a superar la dependencia de los commodities minero energéticos, para ello, la estrategia se dirige a mejorar la competitividad y elevar la productividad, con base en dos orientaciones o rutas convergentes: una, consolidar sectores existentes que conforman el grueso del PIB, las exportaciones, la generación de empleo y los ingresos tributarios, para mejorar la competitividad interna y externa; y dos, elevar la productividad, impulsando nuevas actividades de alto valor agregado donde el país viene produciendo e innovando, y otras inéditas porque hacen parte de la revolución de las industrias 4.0 y de las industrias ecológicas, como las energías alternativas. En este segundo grupo de sectores desplegará Colombia su mayor potencial humano, científico y emprendedor.

Las dos estrategias sectoriales estarán soportadas en siete grandes proyectos estratégicos (también se pueden leer como grandes misiones del desarrollo), los cuales tendrán agenda de corto, mediano y largo plazo, y cuya concepción es la siguiente: su enfoque territorial y sostenible, serán de tipo de transversal para apoyar sectores existentes y nuevos, y se adelantarán con base en  la acción combinada entre educación, ciencia, tecnología, innovación, emprendimiento y cultura.


Veamos un ejemplo sencillo de proyecto de este tipo, con base en industrias e investigación en biotecnología. La educación responderá con programas de calidad para ofrecer el mejor recurso humano; la investigación científica se fortalecerá e intensificará entre empresas, centros de investigación de las universidades y públicos; el emprendimiento se incentivará para crear nuevas empresas innovadoras; y al estar asentados los recursos en los territorios, el factor cultural es clave, porque es un factor endógeno del desarrollo, como dice la literatura. En síntesis, el núcleo del desarrollo económico lo integran la estrategia productiva, los proyectos estratégicos, y la educación, la investigación, el emprendimiento y la cultura. Es una potente concepción del desarrollo desde la economía de la innovación.

Lo anterior se complementará con una reforma tributaria estructural funcional a la política de desarrollo productivo, y también cumplir con un responsable manejo macroeconómico. Con más ingresos, y una vez se inicie desde el primer día de gobierno el ataque a la corrupción, como ya lo anunció Fajardo, llegarán los recursos para la educación y para todo el inmenso desarrollo social que Colombia tiene pendiente. Con estas y las cinco medidas de choque que están consignadas en el documento de la política, se generará un millón y medio de nuevos empleos.                 
Fajardo es pragmático, es continuista de lo bueno, se compromete con lo que puede cumplir, si las cifras no le cuadran o convencen, las omite, con el riesgo de que medios y contrincantes digan que le falta concretar. Él prefiere correr ese riesgo a prometer y luego no cumplir, porque es responsable y no es populista. Fajardo y la Coalición son decentes, decididos, inteligentes  y consistentes, pero no pusilánimes y pendejos. Son la antítesis de una sociedad superficial Olvídese de las encuestas y a votar con conciencia, porque se puede transformar a Colombia sin violencia, corrupción y con la visión de un proyecto de nación.

Después del 11 de marzo Fajardo reafirmará los principios en la lucha contra la corrupción, conversará y recibirá a aquell@s que lleguen por las puertas abiertas a fortalecer la Coalición, reiterará la reconciliación y la sensatez, desplegará a muchas manos el plan de gobierno para que se riegue por toda Colombia. La gente liberará la creatividad para despertar la emoción, y así el sueño de la esperanza se convertirá en victoria. El triunfo de las listas de la Coalición Colombia el 11 de marzo, ya indica que la fuerza de la esperanza podrá ganar la presidencia de Colombia.




          

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