FAJARDO Y LA COALICIÓN
DE LA ESPERANZA. Elecciones de Colombia 2018. (3)
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Foto: Gabriele Siegrist |
Se siente el repudio por las agresiones a los candidatos
presidenciales. No se quiere más violencia política porque la inmensa mayoría
de ciudadanos no desean iniciar un nuevo ciclo de barbarie que sería peor que
los anteriores, porque hay un desmantelamiento institucional por la crisis de
clientelismo y corrupción de los tres poderes, y por el creciente resentimiento al sistema “democrático” y económico que ha
decretado el desamparo, el atraso y la inequidad perpetua para la clase media y
los más pobres, aquí y en el mundo. Ya no existe estado del bienestar, ahora
existe un
estado débil al servicio del mercado y no para el bien común y de los
empresarios.
Por eso, los populismos de derecha y de izquierda, con su
palabrerío, son el retorno al pasado en ideas y maneras de gobierno, y es el
instrumento con el cual se está polarizando a Colombia. Los discursos de Uribe,
Vargas y Petro, son el camino a una idea parecida a la Venezuela de hoy. Allá
se llega por la inequidad, el atraso, las promesas incumplidas, el populismo, el
clientelismo y la corrupción. No
responden a nuevas realidades de Colombia y del mundo. No son invocaciones a la
construcción y a la reconciliación, si no a la lucha de clases que ya nadie compra,
le apuestan a la agresión y no a la argumentación, a ideas del crecimiento
agotadas y superadas y no a nuevas narrativas del desarrollo.
Lo grave, ciertos medios agencian esta polarización y
quieren llevar a Colombia al triste pasado y no a un futuro de esperanzas. Lo
hicieron cuando pusieron a Peñalosa en la alcaldía de Bogotá y ahora quieren
repetir con Duque, asimilándose a un populismo de trampas y mentiras. Las
encuestas en Colombia mienten, se venden y se hacen según como la quiere el que
las paga. Es el legado que dejó J.J. Rendón: la posverdad como estrategia y
manipular encuestas como medio. Así ocurrió en la campaña del 2010, cuando
Santos lo trajo para derrotar a Mockus.
Por lo anterior y mucho más, el discurso de Fajardo y de la
Coalición Colombia es una respuesta decente y contundente a la decadencia. La
manera tranquila, sin odio ni agresiones, con argumentos, y no del que estamos acostumbrados escuchar de “líderes” extensos
en la palabra, ricos en promesas, temperamentales, pero no por ello renovadores
y consistentes, porque si no Colombia sería otra.
Fajardo no es capaz de un discurso populista. Riñe con el
estudio, la investigación y la docencia en matemáticas. A su lógica de
pensamiento se suma su sensibilidad humana, por eso ha gobernado y ha
sido posible la Coalición Colombia con Claudia López, con Jorge Enrique Robledo y otros, con
tantos jóvenes políticos de la Coalición que aspiran al congreso, con decenas
de expertos que consignan sus ideas en sus propuestas, y con los jóvenes
profesionales que sueñan y hacen el día y la noche de la campaña.
Lo han catalogado de “tibio” porque su campaña no esgrime
odios ni agresiones y porque él y la Coalición hablan de reconciliación, de
educación y de escribir nuevas páginas. Las palabras fuertes y desbordadas le
dieron a Colombia 600.000 muertos, más
de 100.000 desaparecidos, y más de 10 millones de víctimas en 70 años de guerra.
Eso no es tener carácter, es tener una actitud enferma hacia la violencia y en
contra de la vida. Columnistas y medios sensatos le dan la razón. Piden no
más violencia política. Y las redes llenas de mensajes iguales. La razón se impone por la evidencia y la
argumentación.
Dicen algunos que “le falta ser más concreto”. La semana
pasada presentó la política económica. Se ha dicho bastante en distintas
páginas, de la seriedad, ponderación y novedades de la misma. Por eso me centraré
en el corazón de esa política.
El primer punto alude a tener una política de desarrollo
productivo que conduzca a mediano y largo plazo a superar la dependencia de los
commodities minero energéticos, para ello, la estrategia se dirige a mejorar la
competitividad y elevar la productividad, con base en dos orientaciones o rutas
convergentes: una, consolidar sectores existentes que conforman el grueso del
PIB, las exportaciones, la generación de empleo y los ingresos tributarios,
para mejorar la competitividad interna y externa; y dos, elevar la productividad,
impulsando nuevas actividades de alto valor agregado donde el país viene
produciendo e innovando, y otras inéditas porque hacen parte de la
revolución de las industrias 4.0 y de las industrias ecológicas, como las
energías alternativas. En este segundo grupo de sectores desplegará Colombia su
mayor potencial humano, científico y emprendedor.
Las dos estrategias sectoriales estarán
soportadas en siete grandes proyectos estratégicos (también se pueden leer como grandes misiones del desarrollo), los cuales
tendrán agenda de corto, mediano y largo plazo, y cuya concepción es la siguiente: su enfoque territorial y sostenible, serán de tipo de transversal para
apoyar sectores existentes y nuevos, y se adelantarán con base en la acción combinada entre educación, ciencia,
tecnología, innovación, emprendimiento y cultura.
Veamos un ejemplo sencillo de proyecto de este tipo, con
base en industrias e investigación en biotecnología. La educación responderá
con programas de calidad para ofrecer el mejor recurso humano; la investigación
científica se fortalecerá e intensificará entre empresas, centros de
investigación de las universidades y públicos; el emprendimiento se incentivará
para crear nuevas empresas innovadoras; y al estar asentados los recursos en
los territorios, el factor cultural es clave, porque es un factor endógeno del
desarrollo, como dice la literatura. En síntesis, el núcleo del desarrollo
económico lo integran la estrategia productiva, los proyectos estratégicos, y
la educación, la investigación, el emprendimiento y la cultura. Es una potente
concepción del desarrollo desde la economía de la innovación.
Lo anterior se complementará con una reforma tributaria
estructural funcional a la política de desarrollo productivo, y también cumplir
con un responsable manejo macroeconómico. Con más ingresos, y una vez se inicie
desde el primer día de gobierno el ataque a la corrupción, como ya lo anunció Fajardo, llegarán los recursos para la educación y para
todo el inmenso desarrollo social que Colombia tiene pendiente. Con estas y las
cinco medidas de choque que están consignadas en el documento de la política, se generará un
millón y medio de nuevos empleos.
Fajardo es pragmático, es continuista de lo bueno, se
compromete con lo que puede cumplir, si las cifras no le cuadran o convencen,
las omite, con el riesgo de que medios y contrincantes digan que le falta
concretar. Él prefiere correr ese riesgo a prometer y luego no cumplir, porque
es responsable y no es populista. Fajardo y la Coalición son decentes,
decididos, inteligentes y consistentes,
pero no pusilánimes y pendejos. Son la antítesis de una sociedad superficial Olvídese de las encuestas y a votar con
conciencia, porque se puede
transformar a Colombia sin violencia, corrupción y con la visión de un proyecto
de nación.
Después del 11 de marzo Fajardo reafirmará los principios en la lucha contra la corrupción, conversará y recibirá a aquell@s que lleguen por las puertas abiertas a fortalecer la Coalición, reiterará la reconciliación y la sensatez, desplegará a muchas manos el plan de gobierno para que se riegue por toda Colombia. La gente liberará la creatividad para despertar la emoción, y así el sueño de la esperanza se convertirá en victoria. El triunfo de las listas de la Coalición Colombia el 11 de marzo, ya indica que la fuerza de la esperanza podrá ganar la presidencia de Colombia.
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