SOSTENIBILIDAD Y BIODIVERSIDAD EN LA CAPITAL DEL SUR: EL LLAMADO DE COLOMBIA EN LA COP 16
Este texto también está publicado en Razón Pública.
La COP 16 ‘Paz con la Naturaleza’ en Colombia exige un cambio radical: del extractivismo destructivo a una economía sostenible que proteja nuestra biodiversidad y asegure un futuro justo para todos.
Jaime Acosta Puertas*
COP 16 ‘Paz con la Naturaleza’ es el mensaje que Colombia enviará al mundo, reconociendo las relaciones desiguales actuales. Estas se manifiestan en actividades extractivistas que sobreexplotan las capacidades de la naturaleza, subrayando la necesidad urgente de mejorar la relación entre los seres humanos y los ecosistemas.
El calentamiento global avanza
Las noticias recientes sobre miles de incendios en América Latina, causados por grupos criminales que buscan ocupar tierras para actividades lícitas e ilícitas, resultan abrumadoras. Aunque parte de la destrucción de la biodiversidad es responsabilidad de estas acciones, la mayor causa sigue siendo el calentamiento global, impulsado por el aumento de la temperatura del planeta.
El daño es inmenso, por lo que la protección de los ecosistemas debe quedar en manos de ejércitos de guardianes de la vida. Sin embargo, esto no forma parte de los planes de los gobiernos ni del presupuesto de ninguna nación. El mercado no cede y el mundo sigue lejos de discutir la desmaterialización como alternativa para modificar un modelo que acumula y depreda.
La emisión continua de gases de efecto invernadero intensifica el paso de los rayos solares a través de la capa de ozono, lo que agrava el calentamiento global. Esto es causado principalmente por el uso de combustibles fósiles y prácticas destructivas en sectores como la agricultura, el extractivismo fósil y la alta tecnología, exacerbados por el consumismo desenfrenado.
Los combustibles mejorados son solo un sofisma. Aunque se logra reducir algunos daños, el peligro persiste. Mientras tanto, investigaciones científicas buscan soluciones milagrosas para convertir el petróleo en agua o el carbón en pan. Las multinacionales del sector fósil invierten en producir combustibles menos destructivos y en campañas publicitarias que minimizan los peligros del calentamiento global.
El tránsito hacia energías alternativas está en manos de las empresas, con participación limitada de algunos Estados que apuestan por la soberanía energética, como el caso de México. Dicho país retiró a los privados de la generación de energía eléctrica por las mismas razones que encarecen la energía en Colombia.
Extractivismo y soberanía energética
En Colombia, la necesidad de reducir la dependencia del extractivismo fósil está llevado al del extractivismo verde, evadiendo de manera directa una verdadera soberanía energética y sobre la biodiversidad relacionada con la soberanía productiva y tecnológica de la política nacional de reindustrialización y de innovación. Las petroleras presionan fuertemente para acelerar el fracking, ganándose a la Corte Constitucional y a los congresistas para exigir la reactivación de los taladros.
En lugar de esto, lo que deberían hacer los gobiernos, las empresas y los centros de investigación es impulsar la soberanía tecnológica para salvar al país y a la región de la catástrofe climática.
La soberanía sobre la biodiversidad, la energía y la producción debe comenzar con un cambio cultural en la sociedad, la dirigencia y la educación, para asegurar una transición energética y tecnológica justa.
Colombia aún no ha incorporado la visión innovadora de pensadores como Mariana Mazzucato, Carlota Pérez, Kate Raworth y Stephanie Kelton, quienes promueven redefinir el concepto de economía. No se trata solo de frenar el crecimiento, sino de desmaterializarlo. El cambio climático no se resolverá únicamente con energías renovables, sino con una transformación profunda del modelo productivo y energético, la movilidad sostenible y la defensa de la biodiversidad. Para esto se requiere pasar de la confusión y el conflicto a la cooperación, aprovechando la inteligencia colectiva y las plataformas digitales para facilitar la transición (Domenech Costafreda, 2024)
El futuro: territorios de la biodiversidad
Las ciudades deben transformarse en espacios sostenibles. El verde debe dominar los espacios públicos, y las avenidas deben convertirse en corredores verdes para facilitar la movilidad con energías alternativas. La economía circular debe establecerse como cultura y los jóvenes deben liderar este cambio para evitar los efectos más graves del calentamiento global.
Las subregiones cercanas a las ciudades deben configurarse como zonas autónomas, conectadas a las grandes urbes, pero con una oferta económica adaptada al cambio climático y a la escasez de agua. Estas áreas serán los nuevos territorios de vida, un modelo que aún en Colombia no ha sido concebido.
En el contexto de la protección de la biodiversidad y la lucha contra el calentamiento global, las áreas metropolitanas son un error. La venta masiva de agua de Bogotá a los municipios de la Sabana es insostenible en este escenario. La idea de una Bogotá Región de 20 millones de habitantes es inviable, ya que la destrucción de la biodiversidad y el aumento del CO2 hacen imposible mantener el equilibrio ecológico.
Además, los embalses de Bogotá dependen en gran medida de la protección de la Amazonía en Brasil, o mínimo depende de la protección y rehabilitación de la Amazonía colombiana, que está a 300 kms en línea recta de la capital. Sin esta protección, el agua será cada vez más escasa, lo que forzará la migración de personas más allá de la Sabana.
Las vías que facilitarán las salidas de Bogotá impactarán la naturaleza. La alcaldía de Bogotá busca resolver este desafío con el proyecto de la empresa de renovación y desarrollo urbano de Bogotá (RenoBo), llamado el "Tinder" urbano: un equilibrio entre la conservación ambiental y la construcción de vivienda. El proyecto propone cambiar el uso de suelo en zonas de reserva por terrenos destinados a construir una ciudad más densificada. La densificación sostenible es coherente con ciudades que protegen la biodiversidad, siempre que el desarrollo urbano apunte a crear urbes sostenibles, inteligentes y desmaterializadas.
Parques naturales urbanos
Recientemente, una ola de calor se sintió en Colombia. Desde una ventana observaba los alrededores de Pasto, y el paisaje ofrecía una clara señal de que nada bueno estaba por llegar. En los bordes superiores de las montañas que rodean la ciudad, se veía una franja de árboles verdes. Más abajo, en los límites de los barrios populares, una franja amarilla, destinada a la ganadería extensiva, rompía la vista. Al salir de la ciudad, el paisaje alternaba entre verde y amarillo.
Recordemos que Aurelio Arturo nos deleitaba con el país de todos los verdes. Las lluvias volverán y por un tiempo breve el verde regresará, pero luego el sol retomará su intensidad y los cerros y las montañas se teñirán de más amarillo que verde.
Proteger la biodiversidad y reordenar la producción primaria es inaplazable por dos razones: las políticas agrícolas actuales, incompletas y conocidas, no podrán proteger la biodiversidad ni enfrentar el calentamiento global; y el campo que rodea la ciudad deberá convertirse en una gran reserva natural, extendiéndose hacia el interior y cruzando la ciudad de norte a sur y de oriente a occidente. Esa debe ser la gran visión: transformar el territorio en un gran parque natural urbano.
La Circunvalar, que conecta el aeropuerto Antonio Nariño con la vía Panamericana hacia el Ecuador, debe convertirse en una reserva con miradores desde los que se pueda contemplar la ciudad y el volcán Galeras. Se debe detener la construcción de bodegas y reorganizar el espacio para la producción a medida que la economía se reestructura en torno a la soberanía alimentaria, el desarrollo agroindustrial y las exportaciones, junto con especializaciones en alta tecnología por definir.
Se están construyendo bodegas en los entornos de la ciudad, las cuales destruyen la biodiversidad. Las empresas están devorando el futuro, impulsados por una expansión y modernización insostenibles. Los cerros están desapareciendo en el trayecto hacia el aeropuerto y en las salidas hacia el Ecuador. Además, es urgente que la ganadería extensiva abandone los alrededores de la ciudad.
La avenida Panamericana tiene que transformarse en un corredor verde, con nuevos andenes que proyecten la peatonalización de la ciudad. La avenida Calle 27, que conecta el oriente con el occidente de la ciudad, debe completarse ya que presenta cuellos de botella incomprensibles. Además, podría ser un corredor verde de oriente a occidente, sirviendo como piloto para nuevas edificaciones sostenibles que reflejen un urbanismo y una arquitectura coherentes con el cambio climático. El barrio El Bosque, construido hace décadas, es un ejemplo de una zona que ya incorpora algunos criterios de sostenibilidad.
Los parques construidos en los últimos años van en la dirección correcta hacia un desarrollo urbano más amigable, que trasciende el cemento, el ladrillo y los combustibles fósiles. Avanzar en la peatonalización del centro – otra importante acción de renovación urbana para rescatar el centro de la ciudad - contribuye a la sostenibilidad urbana al eliminar los buses contaminantes que funcionan con ACPM, y reducir el impacto de las olas de motos que invaden las calles. La peatonalización extendida permitirá que la gente camine, comparta y viva en una ciudad más sostenible.
Si el futuro de la capital del Sur desea contar con una zona para una economía de la innovación, hay espacios generosos, sin uso o mal utilizados, entre la calle 18 y la Avenida de los Estudiantes y desde la Avenida Panamericana hacia el norte. Sería la ciudad moderna extendida. Esta zona y el sector de la Normal son los espacios ideales para una ciudad densificada, inteligente, creativa y con emprendimientos sostenibles que apunten hacia una transición justa, ya que lo exigen la defensa de la biodiversidad y las nuevas empresas del conocimiento en agroindustria, bioeconomía e industrias de alta tecnología.
Sin embargo, el futuro del entorno inmediato de Pasto no puede concebirse sin la Laguna de la Cocha y el Alto Putumayo, porque allí también se encuentran fuentes de agua, alimentos y ecoturismo. Las empresas industriales que practican una pesca antiecológica de la trucha deben irse. Y tampoco se puede continuar arañando tierra al Galeras.
El importante proyecto Visión 2037, desde la iniciativa Hito, debe diseñar un futuro donde la conciencia ambiental, si bien no avanza a la velocidad deseable, no genera rechazo.
Para Colombia, la biodiversidad, energías alternativas, reindustrialización, innovación, desmaterialización, inversión privada para proteger la biodiversidad y enfrentar el cambio climático, y transición justa son los pilares del debate y los acuerdos políticos sobre el futuro, no la destructiva polarización política promovida por una derecha que enarbola la bandera de la destrucción climática. Además, no olvidar que en las actuales circunstancias de la nación, del mundo y del cambio tecnológico, el futuro se construye desde el futuro y no desde el presente.
Es una maravilla que Cali sea la sede de la COP16.
*Analista político, consultor e investigador independiente experto en economía de la innovación.