COLOMBIA, UNA
ECONOMÍA SUPERFICIAL
LAS ECONOMÍAS DEPENDIENTES DE EXPORTACIONES DE COMMODITIES MINERO ENERGÉTICOS HAN TENIDO LOS CRECIMIENTOS MÁS BAJOS DESDE EL AÑO 2009 Y LAS QUE MÁS LENTAMENTE SE RECUPERARÁN HASTA TANTO NO ADELANTEN UN PROGRAMA DE RESTRUCTURACIÓN INDUSTRIAL. Banco Mundial. 2017
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Foto: Gabriele Siegrist |
Así, los fundamentales del
crecimiento económico sustentado en el comercio mundial, pasaron de largo por
Colombia porque que lleva 47 años sin política industrial. Sin embargo, todo vestigio
del modelo de sustitución de exportaciones expiró en
1991, entonces, la mayor responsabilidad le cabe al “modelo” actual. Para abrir
y globalizar la economía y desarrollar la nación, no se adelantó un proceso deliberado,
pensado y planificado de reestructuración del sistema productivo hacia nuevos
sectores industriales y de servicios sofisticados asociados al desarrollo de
capacidades en conocimiento e innovación, porque el comercio internacional es
motor de crecimiento alto y sostenido si el desarrollo productivo, la
innovación y el emprendimiento, están detrás. Esto es algo que no hizo
Colombia: ni transformación productiva ni inserción internacional en nuevas
actividades industriales y de servicios producto de capacidades propias y de la
interacción de estas con fuentes externas
de innovación, inversión y producción.
Por tanto, la política económica
no ha respondido a necesidades crecientes de un país más grande en población,
anhelante de bienestar y de oportunidades ciertas y duraderas, periferias
urbanas y rurales reclamando pendientes sociales, necesidades básicas aplazadas
y modernización. Es decir, la economía colombiana no puede vivir de las
posverdades del “país milagro”, del “país de moda”, del país regalado a la
confianza inversionista, y con locomotoras sin rieles.
Los argumentos del gobierno
no son creíbles, menos los de la oposición uribista, porque ambos administraron mal la
bonanza, no reconocieron enfermedad holandesa, y nada hicieron para
reestructurar la economía una vez el boom expirara.
Economía superficial en
sociedad superficial
Los modelos de innovación en
el mundo van en la séptima generación desde que emergieron en los años 1950,
cuando la heterodoxia neoschumpeteriana logra explicar que el 85% de las
fuentes de un crecimiento alto y sostenido están en la transformación
productiva sustentada en el desarrollo tecnológico a partir de conocimiento creado
y aplicado a la producción y convertido en innovaciones sofisticadas y en emprendimientos de
alto impacto. De esta manera, la ciencia y la tecnología poco o nada ha
contribuido en Colombia al crecimiento y la productividad.
En los años 1950 y 1960
surgió el modelo de innovación 1.0. Hoy hablamos del modelo 7.0, y de las revoluciones
de las industrias 4.0 y de las tecnologías ecológicas. Sin embargo, Colombia no
ha superado el modelo productivo extractivo, donde el surgimiento de
capacidades en innovación tiene poco espacio, por tanto, son actividades que
generan rentas pero escaso desarrollo y bienestar. Con este esquema, no hay
ingreso al mundo de la innovación. Una especie de modelo de innovación 0,
porque Colombia no desarrolló centros de investigaciones en minería de carbón,
ni industrias asociadas a su cadena de valor.
Los modelos iniciales de innovación cuando emergieron, relacionaban dos cosas: impulso de sectores estratégicos - muchos nuevos -, respaldados por capacidades en educación y en ciencia para la innovación tecnológica. Colombia hizo durante el periodo 1950 - 1970 política industrial sin alcanzar a desarrollar capacidades suficientes para el aprendizaje. El incipiente proceso paró abruptamente una vez expiró el gobierno de Lleras Restrepo, pues desde entonces, se empezó a trabajar un neoliberalismo superficial y ambiguo, hasta cuando César Gaviria y su kínder destaparon las cartas. Una buena apertura era necesaria, por no decir que urgente e inevitable, pero no así.
En consecuencia, el bajo crecimiento
de la economía colombiana está principalmente asociado con el rezago de largo
plazo de la producción y por tanto en educación, CyT, emprendimiento, y sus
instituciones respectivas, impactando negativamente las políticas sociales, el
desarrollo de infraestructura, y las energías alternativas.
El ahora fallido modelo del 91 le
quitó al estado la iniciativa y la capacidad para innovar y emprender en sectores
productivos y áreas tecnológicas estratégicas. Esta es la razón por la cual los
modelos de innovación 3.0 (interacción entre industrias, universidades y estado),
luego el de redes (4.0), después los sistemas de innovación (5.0), y los
modelos 6.0 y 7.0 que aluden al innovador y emprendedor individual, son aproximaciones
superficiales, con excepción de Medellín.
Innovaciones en el campo de
la salud efectuadas por colombianos de la diáspora y algunos desde acá –
Llinás, Barraquer, Reinolds, Hakim, y muchos más -, cuyos inventos hubieran
derivado en nuevas empresas innovadoras (start ups) si las políticas
industrial, de CyT, y emprendimiento, fueran correctas.
Sin embargo, los desarrollos
recientes en el sector de defensa en sus distintas armas y en la policía,
muestran que cuando hay voluntad política si se pueden hacer avances que en
pocos años pueden conducir a la frontera del conocimiento y de la producción.
Igual se puede decir en el sector de construcción con los procesos de innovación en la Organización Corona, y en Argos. Amén de los ya conocidos aportes de los CENIS para el sector agrícola, especialmente Cenicafé.
Igual se puede decir en el sector de construcción con los procesos de innovación en la Organización Corona, y en Argos. Amén de los ya conocidos aportes de los CENIS para el sector agrícola, especialmente Cenicafé.
Diagnóstico a medias
Los exministros Perry y
Hommes en sus columnas del 4 de junio de este año, en El Tiempo, escribieron
cosas importantes.
Perrry. “…la casi totalidad del crecimiento de la última década y media se
debió a factores externos: altos precios de los productos de exportación y alta
tasa de inversión extranjera. Y poco a esfuerzos propios. De hecho, la ‘productividad’
laboral de la economía (cuánto produce un trabajador en promedio) ha estado
virtualmente estancada. Por eso, crecemos apenas al 2 %, o menos, y hay tanta
desazón”. Y luego resume los resultados del
último informe del Consejo Privado de Competitividad, así:
“Un trabajador en Colombia produce menos de la mitad que en Chile y menos de la cuarta parte que en EE. UU. Por eso, el ingreso promedio de los colombianos es apenas algo más de la mitad del chileno y bastante menos de la cuarta parte que el de los gringos.
El
poco crecimiento de la productividad entre el 2002 y el 2016 fue por aumentos
de la productividad de algunas empresas líderes, que no se generalizaron ni
difundieron al resto de la economía.
Deficiencias
en infraestructura de transporte y en calidad de educación, salud e
instituciones (derechos de propiedad, seguridad jurídica, justicia) tiene su
cuota de responsabilidad.
Este
panorama desolador se debe a que, los gobiernos de Uribe y Santos se
atragantaron con los recursos petroleros y descuidaron los fundamentos del
crecimiento económico a largo plazo. De ahí que el período 2002-2016 muestre un
progreso social que poco tenía que ver con la calidad de las políticas económicas
y sociales. Una década y media perdida para el crecimiento futuro”.
Hommes, luego de escuchar la
presentación de un informe del caso de Singapur, rescata lo
siguiente: “no existe en Colombia una
estrategia bien definida de desarrollo productivo ni una entidad encargada de
formularla en coordinación con otras entidades del sector público y del sector
privado”. Ni tiene un fondo con dineros públicos para establecer centros de
investigación en sectores específicos, que generen innovación en las industrias
y atraigan inversión en investigación y desarrollo, y termina: “Lo importante es entender que el Estado
colombiano no está diseñado para fomentar y acelerar desarrollo económico. Si
no cambia la organización del Estado es posible que no salgamos del pantano de bajo
crecimiento en el que nos encontramos.”
Sin embargo, los exministros no dicen que la
productividad y la reorganización del estado, como lo indica la experiencia de los
países avanzados y emergentes, necesita una política industrial respaldada en
capacidades en educación, ciencia y tecnología para la innovación y el
emprendimiento. La bonanza petrolera debió sembrar en una política industrial,
en educación y en investigación. Hommes dijo en 1991, que la mejor política
industrial era no tener política industrial, y con eso se llevó por delante la
calidad de la educación, la calidad y cantidad investigación y las potencialidades para
el emprendimiento y la innovación disruptiva. Hoy Colombia es una economía superficial donde mandan las franquicias, el comercio al detal, importador neto de tecnología, arrinconada en errores
de concepto y de política, y con instituciones blandas perforadas por el
clientelismo, la corrupción, el narcotrafico, la informalidad y el inmediatismo.
La incapacidad fiscal pero también de la estructura
productiva de la economía, impide, por ejemplo, mejoras salariales por encima
del IPC para los maestros, acompañadas de inversiones en calidad y en
infraestructura para la educación pública, y de esa manera contribuir a cerrar
brechas sociales y territoriales. Esta insolvencia fiscal se debe a dos razones:
no es una economía con predominancia en actividades sofisticadas con
rendimientos crecientes; y la corrupción que va acompañada de ineficiencia y falta de innovación, le resta inmensos recursos a las políticas sociales, y de
desarrollo económico, científico y tecnológico. Los saltos productivos son los
que permiten saltos en los salarios y en el bienestar de toda la sociedad
porque también impactan positivamente sectores tradicionales. Henry Ford, subió
los salarios de sus trabajadores para que compraran los carros que fabricaban, y lo hizo porque era un sector nuevo e innovador con rendimientos
crecientes.
Lula y Dilma intentaron lo mismo, pero las crisis
por factores externos e internos aparecieron antes de tiempo, y el proceso está afectado, sobre todo porque el gobierno de facto es de una
absoluta insolvencia política, ética y programática.
Para salir de la
superficialidad
1) Reorganizar
el estado implica revisar la constitución para disponer de un proyecto nacional
de desarrollo de largo plazo, y superar la enfermedad de que el mañana no
existe. El corto plazo como fin, es una enfermedad letal porque la vida y el
desarrollo de las personas y de las sociedades, no es así. En ese marco el bien común debe estar por
delante del mercado y sus agentes, aunque por supuesto trabajando con ellos
desde sus respectivos espacios.
2) Se necesita
un estado emprendedor que intervenga en la política industrial para desarrollar
sectores productivos y áreas tecnológicas estratégicas, en asocio con
empresarios, universidades y regiones. Las industrias 4.0 y las industrias
ecológicas se deben a estados emprendedores que intervienen estratégicamente en
el desarrollo industrial, en el conocimiento y la innovación: Alemania, USA,
China, Japón, Francia, Brasil, Corea, países nórdicos, y muchos más del club de los avanzados y emergentes dinámicos. Decir lo contrario son
posverdades colombianas típicas de los últimos 25 años.
3) Ecopetrol
tiene un saldo de ineficiencia y de corrupción por explicar con Reficar, Bionergy
y la promesa incumplida de modernizar la refinería de Barrancabermeja, con lo
cual en cinco años el país se ahorraría cada cinco añosUS$22 mil millones en
importaciones de refinados, según estudio de Mario Valencia, que servirían para
el desarrollo futuro del sector y la reestructuración productiva nacional. El Instituto
Colombiano del Petróleo es un “recinto secreto” de investigación cuando debería
irrigar desarrollo por todo el país, como Petrobras en Brasil.
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4) La
venta de Isagén fue el mayor despropósito de la política económica de Santos - así
como las ventas de activos similares en el gobierno de Uribe -, porque se perdió
la empresa pública que hubiera liderado el salto a las energías alternativas.
Lo grave con ese desastroso negocio para el futuro sostenible son dos cosas:
recién un año después de la venta dijo el gobierno cómo se invirtieron esos recursos: dos billones y
medio en las 4G, tres billones y medio en papeles del estado para amortiguar el
déficit fiscal, y $650.000 mil millones para comprar la voluntad política de los
congresistas para que aprobaran la de venta de Isagen. La mermelada de la
corrupción una vez más en el Capitolio.
5) Entonces,
todo el sistema minero energético, base de la especialización reciente de
Colombia, fue mal pensado, administrado y planificado, y dejó empobrecido al
estado colombiano, y desguarnecido el sistema productivo, el conocimiento y la
innovación.
6) De
esta manera, la educación no puede responder a un proyecto de nuevo estado, de
una economía y de una sociedad del siglo XXI. Todo el sistema debe
reestructurarse. Las escuelas de economía industrial deben reabrirse. Y las
teorías del desarrollo deben hacer parte de un proceso pedagógico desde la
primaria. Esto requiere de una revolución de largo plazo en la educación,
comenzando con un plan estratégico de 12 años.
A más de errores en las
“políticas de desarrollo”, tal vez con origen en ellas, la crisis estructural
de la economía se mezcla con la crisis del sistema político y del sistema de
justicia: el clientelismo y la corrupción atravesando la sociedad propiciando una
crisis institucional pavorosa. La sociedad y la economía superficial son insostenibles.
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