ELECCIONES DE COLOMBIA 2018: LA PAZ CUESTE LO QUE CUESTE, DURE LO QUE DURE
Escenarios políticos
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Foto: Gabriele Siegrist |
Los grandes medios lanzaron
hace un año el negocio de la campaña presidencial 2018. Un mercado y un
instrumento de manipulación política, según el interés de sus trimillonarios
dueños. Los demás somos el público y los payasos de la carpa. Así funciona en
Colombia la “democracia” de una sociedad superficial, retrogada y violenta.
En medio de un enfangado
ambiente político e institucional, al que se suma una economía en crisis por
culpa de un modelo económico que hace agua por todo lado, las cartas para la
presidencia están en la mesa.
Hay tres bloques, un primer bloque de ultraderecha
liderado por Uribe y Vargas Lleras, maroma urdida en silencio y puesta en
evidencia con las declaraciones del
telonero de Cambio Radical, Jorge Enrique Vélez, clon de los Vélez de Uribe. A
ellos se cuelgan Pastrana, Ordoñez, los pastores, Marta Lucía, y cuanto saldo
queda de Laureano Gómez. Su carta, volver trizas el acuerdo de paz, y tomarse
los tres poderes para hacer de esta una sociedad aún más premoderna - ya comenzaron
con la Corte Constitucional gracias a Santos y a un rector que parecía
pacifista y progresista que recomendó a un jurista confeso enemigo de la paz
desde hace años -, para perforar una ley de tierras que lleva esperando cincuenta
años, hostigar la JEP (Justicia Especial de Paz), y descartar la reforma
política con el fin de que las elecciones inmediatas sean más sucias que todas
las anteriores, quitándole oxígeno a la paz y cerrándole el camino a nuevos
partidos, como Compromiso Ciudadano por Colombia.
Sin embargo, Vargas LLeras aguarda
a ver si hace pública la alianza con Uribe o si arma carpa aparte sabiendo que
con él se irá gran parte del electorado de Uribe porque no hay en el Centro
Democrático un Uribe II, así como conservadores y liberales agazapados, y los
tristemente célebres hijos menores de Galán y Lara Bonilla. Además, sin saber que deriva política tomara el ex embajador Pinzón, que apunta a tomar adeptos de la polarización.
El segundo bloque, gracias a
Fernando Londoño y al golpe de la Corte Constitucional al fast track, lo
conforma un frente por la paz, entre la U, el partido liberal, y conservadores
amigos de la paz. De La Calle, Cristo, Galán, los Gaviria y los Serpa, están
alineados. Su carta, la defensa de la paz y del acuerdo, más alguna posición
contra la corrupción, y una intensión programática de corte social de talante
neoliberal. Su lado bueno, la paz, que llevará en estos días gente a la calle y
a las redes. Sin embargo, no todos votarán por su candidato porque la paz no
solo está en ellos.
El tercer bloque, de
movimientos y partidos independientes, conformado por Compromiso Ciudadano que
lidera Fajardo, la Alianza Verde de Claudia López y Navarro, el Polo de
Robledo, y expectativa con Clara López y Petro. Éste último jurídicamente
inhabilitado será un jugador importante porque en la plaza pública no hay ahora
quien le gane y será importante para contrarrestar a Vargas Lleras. Esta fuerza
no tiene problema en hacer una coalición por la paz con De La Calle y otros
liberales, aunque sería difícil una alianza en los temas de corrupción y en un
programa de desarrollo que sea distinto al de la ortodoxia neoliberal, que por
ideología e intereses, los liberales del 91 defienden a pesar de que el modelo
está irreparablemente fracturado.
Así las cosas, a Petro no le
expedirán boleta de libertad jurídica y a Fajardo intentarán bloquearlo en la
reforma política, como lo dijo, sin nombrarlo, el Vélez de Vargas en su
entrevista con Yamid Amat. El argumento de que es tarde para implementar una
reforma, es ruin y antidemocrático, porque la primera vuelta y las legislativas
están lejos. El objetivo mezquino es cerrarle la puerta a la depuración, a la
modernización política, y a la paz.
Este bloque tiene una ventaja.
Recoge elementos del talante de Obama, Sanders, Macron, Merkel, Mujica, Correa,
Bachelet, Pedro Sánchez, Trudeau, y del holandés y del austriaco que derrotaron
a la ultraderecha. Tiene una carta para ganar la presidencia, Fajardo, y hay
equipo para hacer un gran gobierno incluyendo gente que ahora defiende la paz y
que debe continuar para consolidar la implementación. Es además la primera vez
que dos líderes con PHD aspiran a la presidencia, y no permitirán que la figura
del profesor sea motivo de desplantes, como hizo Santos con Mockus.
Si dejan a un lado los egos
por ser todos presidente y vicepresidente, Colombia tendría antes de la primera
vuelta una coalición ciudadana y campesina a 12 años - que gane ampliamente en
la primera vuelta -, para gobernar con poder y legitimidad. Hay oportunidad
para todos, pero no todos pueden ser rey o reina. Todos, con excepción del ex
gobernador y ex alcalde, tienen techo. Por eso, la paz hay que defenderla desde
ya, como acción política de una gran coalición por la reconciliación, no solo
desde el congreso, si no desde la calle, las páginas, las redes y los partidos,
que deben salir del congreso y del twitter a las plazas.
Si el acuerdo de paz se
afianza a través de la mejor reglamentación e implementación, responsabilidad
de Santos y del congreso, la lucha contra la corrupción y el diseño de un
programa inédito de desarrollo, será posible. Sin una buena paz, imposible.
En estos largos meses ha
quedado claro que Colombia estaba engañada, porque se usó la guerra para
robarse el estado entre políticos y empresarios, robarse tierras baldías y de
campesinos indefensos, y afianzar un modelo de crecimiento donde primero está
el mercado que el bien común. Los sectores clave tienen problemas estructurales
irreparables: hacienda, justicia, salud, educación, pensiones, impuestos,
infraestructura, minería, medio ambiente, ciencia y tecnología, emprendimiento,
el campo, la descentralización, y la cultura en pobreza franciscana.
Entonces, la agenda
inmediata es una coalición por la paz, y abrir espacio a una concertación posterior
contra la corrupción y por un programa común que permita escribir una nueva
página para Colombia. Hay que moverse porque rondan las sombras del NO, como el
nuevo asalto que preparan al último puesto de magistrado que queda por relevar
en la Corte Constitucional.
El Si perdió por errores y
el NO ganó por aciertos mentirosos que fueron violencia contra el electorado, como
lo imputó una magistrada del Consejo de Estado que nada volvió a decir. La
historia del NO, no se puede repetir porque la paz se acaba y con ella Colombia.
La paz es el camino a una nación sin corrupción y a una nueva noción de
desarrollo que deje atrás siglos de premodernidad, injusticia y maldad.
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