jueves, 18 de marzo de 2021

RAZONES DE URIBE PARA PERPETUARSE EN EL PODER

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NO A LA FUERZA DE LA VIOLENCIA (I)

Foto: Gabriele Siegrist
La justicia especial de paz (JEP) sacó su primer macro caso para juzgar crímenes de lesa humanidad cometidos por las FARC en los años de la guerra, los cuales aluden a secuestro y delitos conexos. Quedan pendientes otros macro casos, como los falsos positivos producto de una directiva inspirada en Álvaro Uribe Vélez el presidente de entonces; la actuación de terceros que son particulares que financiaron paramilitares y ordenaron asesinatos para enfrentar a la guerrilla y de paso robar tierras a indefensos campesinos; y la responsabilidad de políticos en el surgimiento de grupos paramilitares, que señala a Uribe y a miembros de los partidos de la “unidad nacional” de Duque.

Si no se aplica justicia alternativa a todos los determinadores de la barbarie, será una trampa a la paz, las heridas quedarán abiertas porque no habrá verdad y justicia para todos, y continuará aumentando la desigualdad y degradándose la violencia.

Lo que sigue se deriva de la lectura del libro de Judith Butler: La fuerza de la no violencia.

¿Puede en Colombia parar la violencia?        

Periodos de furia tan cruda, sistemática y desalmada, sin fundamento distinto a la estupidez y a una anomalía biológica (no hay otra explicación) enquistada en el ADN individual y colectivo, conforma una cultura y una dirigencia fallidas por sus ideas, ideología, visión del mundo, enfoque del desarrollo, derivando en una desigualdad que ha ocasionado una falla estructural general, única en el planeta.

Una violencia pendiente de mucho más trabajo desde la educación y la investigación para lograr explicaciones que permitan entender y dar respuestas adicionales a las que hasta ahora han dado las ciencias sociales, y desde la política encontrar nuevos caminos para este país.

La manera de enfrenar la violencia es con una fuerza colectiva efectiva que la pueda superar. El SI al acuerdo de paz no logró superar a la fuerza violenta de NO al acuerdo, que apeló a la consigna de “la paz sí, pero otra paz”, donde se escondía el propósito de continuar con la violencia la cual ha rebrotado en estos años de un mal y violento gobierno. Fue una posición anunciada por el uribismo en la campaña presidencial del 2018, no obstante, la gente votó a su favor, denotando una inconciencia o demencia colectiva.    

La fuerza de no a la violencia debe enfrentar un poder político que la culpa de generar violencia, para aumentar el poder estatal, desacreditar los objetivos de la oposición, y adoptar decisiones extremas como la inhabilitación, el encarcelamiento, la tortura, la desaparición, el desplazamiento, el feminicidio, las falsas imputaciones, restringir la protesta civil, motivar el asesinato individual y las masacres colectivas.

La fuerza de la violencia le atribuye a la oposición comportamientos y acciones que resultan falsas, como los vándalos prefabricados por fuerzas del estado para infiltrar y controlar la justa protesta ciudadana, atentados inventados para justificar más violencia como la bomba en un baño del centro comercial Andino en Bogotá, o negar sistematicidad en la ola de asesinatos de líderes sociales.

La fuerza de la violencia cierra espacios que impide renovar la democracia, hace inviable la reconciliación y el espacio político para todos los colombianos, como sucedió con las 16 curules a las que tenían derecho las comunidades de los territorios de la guerra y que son parte del acuerdo de paz, cuya aprobación fue bloqueada por la unidad de congresistas liderada por Uribe y por Duque. De esa manera, restringe el ejercicio político de la democracia y neutraliza a la oposición con la falacia del castro chavismo, del comunismo y del terrorismo, cuando es la fuerza de la violencia la que siembra terror y cosecha asesinos.

Se debe seguir desenmascarando esas formas de violencia ejercidas desde el poder del estado.[1] Una violencia contra todos, por tanto, la fuerza de la no violencia es un derecho contra aquellos que la iniciaron y la dirigen contra la mayoría y contra el derecho a existir. Esto ocurre en Colombia desde 1944, con variaciones en el discurso, justificación, tipo de actores y formas de ejecución. El propósito de la oposición es cambiar de dirección cuando no aparece una salida.

Ejercer la no violencia significa hacer una crítica de la realidad, tomarle distancia para no quedar neutralizada. Por eso es estéril la pelea entre el centro y la izquierda, porque las elecciones están lejos, pero es el juego de la violencia para impedir periodos de sosiego que le dé tiempo a la oposición para pensar, construir discurso y comunicarse con la ciudadanía. El centro y la izquierda divididos por la ultraderecha, es la no violencia sometida, controlada y sojuzgada por la violencia.

La desigualdad el discurso de los violentos

La oposición debe tomar distancia de la realidad constituida para abrir posibilidades de construir un nuevo imaginario político, que incluye una crítica al individualismo para establecer lazos sociales de no más violencia, y que tenga como centro la desigualdad, núcleo de la violencia en Colombia. De esa manera, un discurso contra la desigualdad edificaría una nueva propuesta política para un nuevo país.

Las desigualdades, y su opositor, las igualdades, donde los recursos materiales, alimentos para todos, vivienda, empleo, infraestructura, educación, son algunas condiciones de la igualdad, por lo tanto, de construcción de ciudadanía y de oportunidades duraderas y superiores para la gente.

Las desigualdades tienen que ver con poblaciones que se desestiman: negros, indígenas, campesinos, pobres, precariamente educados, mujeres, y otras que se valoran: blancos, trimillonarios, poderosos, educados. Unas que se abandonan por condición racial y de pobreza, y otras que se protegen por su condición de poder y riqueza, determinan un valor desigual de las vidas al establecer una capacidad desigual de ser lloradas, como los millones de víctimas que no son lloradas, al igual que los desaparecidos por el paramilitarismo.

Por el otro lado ciudadanos considerados con condiciones para ser llorados, caso de algunos secuestrados de las FARC que copan los medios, y que los de la “otra paz” saben amplificar para justificar su ilimitada violencia. Es decir, unos son merecedores de ser llorados, otros no, generando un valor desigual a la muerte. Por eso, millones que no son merecedores de llanto y de duelo quedan expuestos a las fuerzas de la destrucción, como ocurrió en los gobiernos de Uribe y ahora en el de Duque.

Se asesinan jóvenes, mujeres, líderes sociales, líderes de derechos humanos y ambientales, negros, indígenas, mujeres y niños, solo los lloran los que los rodean; mueren poderosos, a ellos hay que llorarlos, por eso la reacción contra la cúpula de la exguerrilla, por eso el olvido de los no llorables: campesinos desaparecidos, degollados o descuartizados, mujeres violadas y asesinadas, niños huérfanos. En otras palabras, unos con derecho a ser duelables, los demás con derecho a nada.

También están los terceros que justificados por la guerra se creen con permiso para ejercer violencia con el fin de robar tierras y capturar rentas.

Los demás no son sujetos de derecho a duelo y llanto, como las víctimas de los falsos positivos, genocidio cometido para aumentar los resultados de las operaciones contra las FARC y satisfacer a un tirano habido de violencia. Son personas que mueren en el silencio de un entierro que va por el borde del millón doscientos mil y más kilómetros cuadrados de este país. Colombia es un cementerio de gente que una bala les quitó la vida sin saber por qué.

La desigualdad se relaciona también con los pocos colegios buenos para unos y los muchos malos para la mayoría, los pocos que se educan en universidades de calidad y la mayoría que se educa en instituciones de bajo nivel, una minoría que gana demasiado y una mayoría que gana poco, una minoría que vive con el confort del primer mundo y una mayoría que vive con las precariedades del cuarto mundo, una minoría que niega la protesta democrática y una mayoría que muere en la protesta por reivindicar sus derechos, una justicia para que la minoría escape de atroces delitos y una mayoría que muere sin justicia para ellos. En las desigualdades está la razón de la violencia y del atraso de Colombia.

Por eso Butler dice: “que la no violencia debe estar vinculada a un compromiso con una igualdad radical porque la violencia opera como una intensificación de la desigualdad social, por eso la crítica de la violencia debe ser una crítica radical de la desigualdad”.


EL ESTADO Y URIBE: MUERTE, DUELO Y LLANTO (II)

En la anterior columna aludí a la importancia de la fuerza de la no violencia, título del libro de Judith Butler, cuya lectura originó estas dos columnas. En esta aludiré a cuatro casos, dos de ellos sobre los falsos positivos, que son crímenes de lesa humanidad cometidos por el ejército de Colombia en los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez, siendo Camilo Ospina, Ministro de Defensa. Quiero recordar dos conceptos: personas que son dignas de duelo (duelables) y llanto (llorables), como los denomina Butler, y personas que no lo son. Estas dos condiciones están relacionadas con las desigualdades multidimensionales, factor central de la violencia en Colombia.

Perdón pero no olvido con la guerrilla    

Hay duelables y llorables que superan la violencia ejercida contra ellos, como el caso, no el único, de Isabel María (nombre ficticio), que perdonó a la guerrilla que amenazó y al final asesinó a su padre. Ella quedó huérfana enfrentando a los machos violentos que no la han dejado de acecharla y perjudicarla. Su padre era de pensamiento liberal, ella lo heredó, le sumó una carga de humanismo y un sentido de la vida que le ha permitido salirse de la centrífuga de la violencia. Cuando años después mataron a quienes asesinaron al papá, no se alegró, por ello, los de la fuerza de la violencia la tildaron de comunista. Ella apoya el proceso de paz, y es un ejemplo de la fuerza de la no violencia.

Mi vida y el Palacio, libro de Helena Urán Bidegain, sobre la toma y retoma del Palacio de Justicia.

Ella se asomaba a los diez años de edad cuando su padre, magistrado del Consejo de Estado, fue asesinado por el ejército una vez salió con el último grupo de sobrevivientes del asalto del M19 y de la retoma del ejército.

Por su formación profesional, por el estatus de su familia, y por su condición de magistrado, debió ser considerado duelable y llorable. Pero en un país de las desigualdades más extremas, tan extremas que se expresan con violencia ilimitada, su padre, de tez trigueña, fue considerado por los “blancos” oficiales del ejército, como sospechoso de pertenecer al grupo guerrillero. Por esa consideración (la excusa), más los casos que llevaba (la razón), fue asesinado. De nada sirvió su envestidura y menos su condición de humanista. En la ceremonia donde se dio sepultura a los magistrados, para estos hubo corona de flores, para el magistrado auxiliar, Urán, nada, porque no era “digno de duelo y llanto”.

Han transcurrido más de treinta años y el ejército aun no dice la verdad del vil crimen. El libro de su hija Helena, es un extraordinario testimonio de vida, amor, dolor, dignidad, inteligencia y valentía, que clama verdad de un hecho que además partió en dos al sistema de justicia y a las instituciones de este país. Tanto se degradó la justicia, que las cortes de entonces nada se parecen a las cortes de hoy. Con aquellas había justicia, con las de ahora, impunidad. Aquellas cortes eran dignas de duelo y llanto, las de ahora, no sé.              

Las sombras del presidente y los falsos positivos: ficción y realidad

La novela de León Valencia: Las sombras del presidente, está basada en hechos reales producto de un serio trabajo de investigación. Es claro que Gregorio Echeverri, es Álvaro Uribe, fácilmente se identifica a Mancuso, a Carlos Castaño, a gente de su entorno familiar y del entorno de sus gobiernos. Se dice también quién asesinó a su padre. Se sabe quién es Él, el del libro de Claudia Morales, la periodista que trabajó en la Casa de Nariño y que abusada por Él en un hotel en la ciudad de Brasilia. Y así transcurre la novela con eventos de su vida personal y de la vida del país, que por “razones de estado” lo llevaron a cometer atrocidades que fueron más allá de combatir a las FARC.

El presidente de la novela, por su investidura, por lo que ha representado para Colombia, en caso de fallecimiento, sería duelable y llorable para algunos (familia, seguidores de su ideología y defensores de su gobierno), pero no para la mayoría de ciudadanos y campesinos. Se ha dicho que al padre lo mató la guerrilla (sería duelable y llorable), que lo mató el narcotráfico (perdería esa doble condición porque se supone que estaba en negocios ilícitos), o que lo asesinaron los hermanos de una jovencita que fue abusada sexualmente por él (tampoco sería objeto de duelo y llanto).

Si vamos a los falsos positivos - la más denigrante e inhumana expresión de injusticia, maldad, y máximo crimen de lesa humanidad cometido en los casi ochenta años de violencia en Colombia -, los miles de jóvenes humildes escogidos para ser asesinados con el objetivo de aumentar las cifras de guerrilleros dados de baja y a cambio recibirían beneficios económicos y ascensos los miembros del ejército que los cometieran o autorizaran. Fue un genocidio cometido contra personas escogidas por su condición de no duelables ni llorables.

Estos asesinatos son tal vez la mayor perversidad de las tantas atrocidades cometidas por guerrilleros, paramilitares, terceros, y fuerzas del estado, en todos los ciclos del conflicto interno. Será la JEP la que juzgue a militares, pero será la Corte Penal Internacional la que juzgue a Uribe, porque en el acuerdo de paz los expresidentes quedaron por fuera de quienes podrían ser juzgados y sancionados en Colombia. Si se llega a esa instancia, la decisión que tome esa Corte será para unos duelable y llorable, para la mayoría, no.      

Epílogo: superar a las fuerzas de la violencia.

Las fuerzas de la no violencia deben ejercer su acción con la palabra, gestos y acciones mediante la movilización virtual, y en calles y plazas, para que los no duelables sean dignos de ser llorados, y no queden para siempre relegados a la precariedad, el olvido y la injusticia.

La fuerza de los no violentos debe operar dentro de los ideales del igualitarismo radical, de una vida vivible cuya pérdida merece ser sentida como un ideal social principal que cobije a todos los colombianos. De esa manera, la fuerza de la no violencia carece de sentido sin un compromiso con la igualdad, para que todas las vidas sean duelables y llorables, por eso está la JEP, como un instrumento de la fuerza de la no violencia.

Los políticos del centro y de la izquierda, antes que pensar en otras diferencias que al final resultan superficiales porque son más asunto de egos y de ridículos fantasmas ideológicos, deben poner al frente de su discurso la superación de las desigualdades, por todas las implicaciones que tienen en los distintos frentes del desarrollo, y para no caer en la trampa y sumisión a la fuerza de la violencia.

La fuerza de la no violencia es una, no es del centro ni de la izquierda, es una sola fuerza democrática contra las desigualdades, sin embargo, esto no lo entienden ni los unos ni los otros, por eso la ultraderecha es la que les marca la línea roja de hasta dónde pueden ir en su discurso para participar en el simulacro de democracia que son las elecciones en Colombia.   

Al terminar el libro de Butler, tuve una sensación espantosa. La violencia de Colombia es la peor de las violencias ocurridas en occidente desde la segunda guerra mundial, y tiene matices que desbordan a los explicados por esta gran autora, que ojalá dedicará unos años a la violencia del patio trasero, entre otras razones, porque nada de lo ocurrido se hizo a espaldas de la Casa Blanca, del Capitolio, y de las agencias de seguridad. Muchas cosas terribles sucedieron con su asesoría y beneplácito, aunque me resisto a pensar que hayan estado detrás de los falsos positivos.  

Ella cierra su obra con estas frases: “cuando la no violencia se convierta en el deseo por el deseo del otro de vivir, una manera de decir: eres duelable, perderte sería intolerable y quiero que vivas, quiero que quieras vivir, así que toma mi deseo como tú deseo, pues el tuyo ya es el mío……….que nos permita vivir con los vivos, conscientes de la muerte, demostrando persistencia en medio de la pena y de la ira, de la escabrosa y conflictiva trayectoria de la acción colectiva en las sombras de la fatalidad”.



[1] corrupción, paramilitarismo, narcotráfico, disidencias, feminicidio.

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