miércoles, 31 de octubre de 2018


Bolsonaro y la nueva tragedia de América Latina

Esta nota también está publicada en la sección de opinión de www.confidencialcolombia.com

Foto: Gabriele Siegrist
El expresidente Lula se equivocó cuando esperó hasta última hora a ver si sucedía un milagro jurídico que lo sacara de la cárcel y le diera la presidencia. Debió renunciar a la candidatura tres meses antes para que Haddad y Manu hubieran tenido tiempo de adelantar una campaña más propia, autónoma, distinta, como al final terminó siendo, aunque tarde. Las expresiones de amor, alegría, afecto y de ideas que hicieron a través de la música, la poesía y la defensa de la democracia, en respuesta a la infamia de los Bolsonaro Fake News, posiblemente hubiera logrado ganar si Lula no hubiera esperado el milagro que nunca llegó porque dependía de que alguno de sus enemigos políticos diera un giro jurídico imposible, pues las nubes que obscurecen a Brasil y a la región son cada vez más espesas, grises y extendidas que podrían convertirse en balas de granizo. 

En Brasil, Ciro Gómez, en Colombia, Sergio Fajardo, como expresiones del centro, se fueron en blanco y con ello despejaron el camino a Bolsonaro y a Uribe, creyendo que unos malos gobiernos les darán la presidencia en el 2022, porque de la izquierda se encargarán magistrados y jueces por la politización de la justicia, y hasta contralores corruptos. Los malos cálculos de los egos políticos se llevan por delante a las naciones. Ni uno ni otro serán presidentes de Brasil y de Colombia porque sus posturas como “fuerzas alternativas” obedecen a criterios que no responden a la necesidad de repensar profunda y creativamente los dos países y también América Latina.

En Brasil, Haddad no felicitó a Bolsonaro por el triunfo, en Colombia, más parecido a un partido de fútbol, que a una decisión donde está en juego la democracia, los perdedores siempre felicitan al ganador, y a eso lo llaman despolarización, reconciliación, actitud democrática, defensa de las instituciones. De ahí que, también las derrotas, salvo la del plebiscito por la paz (tristeza que no pasa por culpa de Santos), las demás derrotas se celebran como victorias, caso de la consulta anticorrupción o de la izquierda disputándole por primera vez la presidencia a la derecha. Cuando un pueblo festeja las derrotas nunca logra la victoria.

En el gigante del fascismo del siglo XXI es inverosímil la imagen de un convoy del ejército festejando el triunfo de su “capitán” en las calles de Niteroi. O de una bolsonara diputada catarinense ordenando a los estudiantes hacer videos de los profesores dictando clases para controlar todo impulso ideológico distinto al del fascismo. Brasil ha inaugurado en los últimos dos años dos adefesios antidemocráticos: un golpe de estado institucional, y una dictadura por decisión de las mayorías. Esta cara antidemocrática, también tiene en la otra cara, la imagen de la Manu, formula de Haddad a la vicepresidencia, como abanderada del partido comunista de Brasil, con bandera roja, martillo y hoz, como si el mundo no fuera otro desde hace 30 años. Cuando vi esa imagen en las manifestaciones, dije "el triunfo es imposible porque le da más fuerza a Bolsonaro". La Manu es inteligente, exitosa, carismática, amorosa, joven y bella, aunque equivocada en su fundamento ideológico. Lástima. 

Además, el triunfo de Bolsonaro acabará de menguar la unidad de los BRICS, y por descarte quedará alineado con los Estados Unidos y Europa. Es decir, Brasil, con Temer y ahora con Bolsonaro inaugurará la figura de "potencia emergente en el patio trasero", y de paso nada hará para restaurar la integración regional, por el contrario. Entonces, Bolsonaro romperá la geopolítica mundial y tratará ce convertirse en el gigante abanderado de la ultraderecha del siglo XXI en los países emergentes.        

Lo anterior, al final solo son anécdotas de lo que acontece en la política latinoamericana, que no son pasos adelante son pasos atrás. Ni por la izquierda ni por la derecha ni por el centro, encuentra el rumbo. Argentina fracasa con todos los matices políticos. Perú igual, aunque allá las instituciones y la justicia funcionan más que en los otros países (presidentes destituidos, prófugos o presos). En Ecuador y Bolivia, Correa y Evo quisieron quedarse más tiempo cuando sus gobiernos fueron de suma positiva.

Colombia, es la otra misma cara de la ultraderecha brasilera: poco respeto a los derechos humanos y al medio ambiente, no hay proyecto de desarrollo económico y social de largo alcance, la cultura es un factor del desarrollo que no está en su imaginario, la inteligencia y por tanto la educación y la investigación científica tampoco son su prioridad.

Chile y Uruguay son lo único realmente rescatable y admirable, porque Venezuela, Nicaragua, Honduras, incluso, Panamá, lavandería de muchos, y otros de Centro América y el Caribe, son estados fallidos.  México al final le dio la oportunidad a López Obrador, con desafíos titánicos que ojalá saque adelante.

Al final, todo parece estar en cuestión en la región. Como si el pensamiento hubiera fracasado, la política también, la idea de desarrollo y de equidad igual, y la integración ni para qué hablar. Las ideas liberales, social demócratas, socialistas, verdes, y los conservadores moderados, han sido superados por un fascismo tropical. 

Encontrar el nuevo camino es un reto descomunal para la clase política, para los mega capitales de unos estados capitalistas corporativistas que se asemeja a una especie de estados del mercado y no del bien común, y una obligación para intelectuales, investigadores, emprendedores y trabajadores, porque sus marcos conceptuales y de acción se quedaron cortos.

Asia encontró el camino, otros países de la antigua órbita soviética, también, pero no América Latina. Una especie de continente fallido, con pocas islas que son la excepción y la ilusión.      




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