Bolsonaro y la nueva tragedia de América Latina
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Foto: Gabriele Siegrist |
En Brasil, Ciro Gómez, en Colombia, Sergio Fajardo, como
expresiones del centro, se fueron en blanco y con ello despejaron el camino a Bolsonaro
y a Uribe, creyendo que unos malos gobiernos les darán la presidencia en el
2022, porque de la izquierda se encargarán magistrados y jueces por la politización de la justicia, y hasta contralores
corruptos. Los malos cálculos de los egos políticos se llevan por delante a las naciones. Ni uno ni otro serán presidentes de Brasil y de Colombia porque sus posturas como “fuerzas alternativas” obedecen a criterios que no
responden a la necesidad de repensar profunda y creativamente los dos países y también América Latina.
En Brasil, Haddad no felicitó a Bolsonaro por el triunfo, en
Colombia, más parecido a un partido de fútbol, que a una decisión donde está en
juego la democracia, los perdedores siempre felicitan al ganador, y a eso lo
llaman despolarización, reconciliación, actitud democrática, defensa de las
instituciones. De ahí que, también las derrotas, salvo la del plebiscito por la
paz (tristeza que no pasa por culpa de Santos), las demás derrotas se celebran
como victorias, caso de la consulta anticorrupción o de la izquierda disputándole
por primera vez la presidencia a la derecha. Cuando un pueblo festeja las
derrotas nunca logra la victoria.
En el gigante del fascismo del siglo XXI es inverosímil la
imagen de un convoy del ejército festejando el triunfo de su “capitán” en las
calles de Niteroi. O de una bolsonara diputada catarinense ordenando a los estudiantes hacer videos de los profesores dictando clases para controlar todo impulso ideológico distinto al del fascismo. Brasil ha inaugurado en los últimos dos años dos adefesios
antidemocráticos: un golpe de estado institucional, y una dictadura por
decisión de las mayorías. Esta cara antidemocrática, también tiene en la otra
cara, la imagen de la Manu, formula de Haddad a la vicepresidencia, como
abanderada del partido comunista de Brasil, con bandera roja, martillo y hoz,
como si el mundo no fuera otro desde hace 30 años. Cuando vi esa imagen en las
manifestaciones, dije "el triunfo es imposible porque le da más fuerza a
Bolsonaro". La Manu es inteligente, exitosa, carismática, amorosa, joven y
bella, aunque equivocada en su fundamento ideológico. Lástima.
Además, el triunfo de Bolsonaro acabará de menguar la unidad de los BRICS, y por descarte quedará alineado con los Estados Unidos y Europa. Es decir, Brasil, con Temer y ahora con Bolsonaro inaugurará la figura de "potencia emergente en el patio trasero", y de paso nada hará para restaurar la integración regional, por el contrario. Entonces, Bolsonaro romperá la geopolítica mundial y tratará ce convertirse en el gigante abanderado de la ultraderecha del siglo XXI en los países emergentes.
Lo anterior, al final solo son anécdotas de lo que acontece
en la política latinoamericana, que no son pasos adelante son pasos atrás. Ni
por la izquierda ni por la derecha ni por el centro, encuentra el rumbo. Argentina
fracasa con todos los matices políticos. Perú igual, aunque allá las
instituciones y la justicia funcionan más que en los otros países (presidentes
destituidos, prófugos o presos). En Ecuador y Bolivia, Correa y Evo quisieron
quedarse más tiempo cuando sus gobiernos fueron de suma positiva.
Colombia, es la otra misma cara de la ultraderecha brasilera: poco
respeto a los derechos humanos y al medio ambiente, no hay proyecto de
desarrollo económico y social de largo alcance, la cultura es un factor del
desarrollo que no está en su imaginario, la inteligencia y por tanto la
educación y la investigación científica tampoco son su prioridad.
Chile y Uruguay son lo único realmente rescatable y
admirable, porque Venezuela, Nicaragua, Honduras, incluso, Panamá, lavandería
de muchos, y otros de Centro América y el Caribe, son estados fallidos. México al final le dio la oportunidad a López
Obrador, con desafíos titánicos que ojalá saque adelante.
Al final, todo parece estar en cuestión en la región. Como
si el pensamiento hubiera fracasado, la política también, la idea de desarrollo
y de equidad igual, y la integración ni para qué hablar. Las ideas liberales,
social demócratas, socialistas, verdes, y los conservadores moderados, han sido
superados por un fascismo tropical.
Encontrar el nuevo camino es un reto descomunal para la
clase política, para los mega capitales de unos estados capitalistas
corporativistas que se asemeja a una especie de estados del mercado y no del
bien común, y una obligación para intelectuales, investigadores, emprendedores
y trabajadores, porque sus marcos conceptuales y de acción se quedaron cortos.
Asia encontró el camino, otros países de la antigua órbita
soviética, también, pero no América Latina. Una especie de continente fallido,
con pocas islas que son la excepción y la ilusión.
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