COLOMBIA, UN GRITO POR LA VIDA PORQUE NOS ESTÁN MATANDO
Esta nota también fue publicada en www.jaimeacostapuertas.blogspot.com
Foto: Gabriele Siegrist |
No cesa la horrible noche de una violencia que algún día del
siglo pasado se desató en esta tierra del olvido. Son décadas que parecen
siglos porque son tantos los miles de muertos que si estuvieran vivos poblarían
una ciudad de setecientos mil habitantes, y son tantas los millones de víctimas
que alcanzarían para ocupar una ciudad más grande que Bogotá.
A pesar del fin de la guerra con las FARC el conflicto se ha
prolongado y ahora la maldad se ensaña con los líderes sociales, hombres y
mujeres, y con niños y niñas de los campos, que por defender un derecho, o andar
por el camino de sus veredas, son asesinados, mientras la justicia, el
ejército, el gobierno y el congreso de la inmundicia política con el uribismo a
la cabeza, dirigen la mirada a otro lado, o dicen barbaridades para justificar
el asesinato de tanto inocente, por eso con cinismo dicen que los líderes
sociales mueren por líos de faldas, o por ajuste de cuentas con guerrilla,
paramilitares y narcotraficantes, cuando no es cierto. Las mentiras de la
demencia no caben en el imaginario de ningún ciudadano equilibrado y sano de
este país y del mundo.
![]() |
Obra de Doris Salcedo a las victimas de la guerra de Colombia. Plaza de Bolívar Bogotá |
Colombia es una sociedad enferma, llena de sicópatas y de insensibles
fanáticos que fustigan la violencia y a los asesinos que la practican, hacen de
este pedazo del planeta un lugar de sociópatas, con narcotraficantes, fanáticos
fascistas o de extrema izquierda, asesinos encantados matando de manera
insaciable, y tantos terratenientes e ilegales que matan por un pedazo de
tierra o por pedazos de minas. La vida no les vale nada, mientras una sociedad
anestesiada vive distraída saciando su voracidad de consumo en centros
comerciales, cafés, restaurantes, casinos, bares y discotecas, y esperando los
triunfos que no aun no llegan de la selección de fútbol.
La bandera de Colombia no la quieren sus ciudadanos, basta mirar
las escasas que aparecen cada 20 de julio, y solo se ven cuando los futbolistas
saltan a la cancha, o cuando otros deportistas triunfan en el mundo. Solo ahí
hay espíritu patrio. Es un país lleno de
gente que vive aquí pero que no lo aman porque el estado poco sirve o aun no
llega.
La guerra interminable de Colombia, con una sociedad
manipulada y mal informada, ha sido un monstruo imposible de destruir. Los
líderes sociales son gente buena que luchan por reclamaciones históricas que la
constitución y la ley amparan. Sin embargo, no hay tales instituciones fuertes,
no hay tales poderes del estado al servicio de ciudadanos y campesinos, solo
existe un estado débil prisionero de unos cuantos carteles poderosos, algunos
perversos.
Los sicópatas de Colombia trabajan las veinte y cuatro horas
del día pues mandan a matar a cualquier hora, y los asesinos están las veinte y
cuatro horas esperando ejecutar la orden.
Colombia se moviliza por causas justas de manera
intermitente. Las movilizaciones no se sostienen porque los organizadores carecen
de capacidad de permanencia pues son líderes a medias o porque sienten temor de
que la indignación y la protesta se conviertan en una fuerza incontenible de
transformación y de cambios profundos hacia una sociedad moderna y reconciliada
que podría hacer realidad los sueños de construir una potente nación.
Hace meses llenamos la plaza de Bolívar de Bogotá para
protestar por la ola de líderes sociales acribillados. Sin embargo, nunca volvimos
a la calle y a la plaza, mientras tanto, los asesinos se replegaron unos días y
luego volvieron con más furia a llevarse para siempre otros cientos de líderes
sociales. La comunidad internacional no ha cesado de hacer evidente este
genocidio, pero le falta capacidad de acción para neutralizar un estado incapaz
y a veces cómplice.
La movilización del 26 de julio fue un clamor para que no maten más líderes
sociales, y el principio de una movilización permanente pidiendo parar la
violencia por el derecho a vivir que todos tenemos, que se cumplan los acuerdos
de paz, y el estado salga de la madriguera para defender a ciudadanos y
campesinos.
Esta jornada también fue para rendirle homenaje y nunca
olvidar a los que murieron en la confrontación, y el odio no destruya sentimientos,
la memoria y reclame venganza. Puede no haber perdón ni olvido, aunque esto no
deberá justificar más y más violencia. La guerra con las FARC y otras
guerrillas empezó con combates entre los alzados en armas y el ejército, y en la
medida que se fue prolongando nuevos actores aparecieron, entonces, con paramilitares
y narcotraficantes la sevicia aumentó hasta grados de perversidad inimaginable
que se convirtieron en genocidios de lesa humanidad, solo por el gusto de
matar.
Por supuesto, que en la confrontación no todos los que se
enfrentan cometen barbaridades, pero si muchos y en todos los armados. Así, en
este día debemos rendir tributo a las madres, hermanos, hijos y demás que
perdieron a un ser querido, entendiendo que el dolor nunca se irá y en muchos
la rabia tampoco. Una guerra que cobijó varias generaciones es una guerra que
deja secuelas en otras. La mirada volverá a brillar, la risa regresará, el amor
vendrá, pero las lágrimas no dejarán de aparecer cuando algo haga recordar a
los que no volverán a entrar por la puerta de la casa.
El 26 de julio marché por los caídos en la guerra, por
la memoria de los líderes que en un segundo se les fue la vida, por los niños
abusados y luego asesinados, para que la maldita violencia se acabe pronto, el
uribismo deje en paz a Colombia con su fanatismo delirante y vacío, y su líder se
dirija a los que ejercen tanta violencia para decirles que es hora de parar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario