URIBE DESAFÍA AL IMPERIO
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Foto: Gabriele Siegrist |
Ordenar el patio trasero
Primero, el embajador Pacho Santos y otros funcionarios de la delegación
diplomática en Washington, saldrán en pocos días del país. Luego Biden cambiará
al embajador en Colombia, enemigo de la JEP (jurisdicción especial de paz), columna
vertebral del proceso de paz que apoyó profundamente cuando fue vicepresidente
de Obama.
Segundo, se retomarán los procesos jurídicos contra Uribe, engavetados
luego de que Santos intervino ante Obama y Biden para frenar la comparecencia
ante los estrados judiciales y así evitar que el fanatismo uribista bloqueara
el proceso de paz, lo cual al final no se pudo evitar. Entonces, hay que
resolver de una vez y para siempre si Uribe es o no culpable de tanto crimen de
lesa humanidad, y de sus vínculos o no con el narcotráfico y con el
paramilitarismo, lo cual solo será posible por una combinación de esfuerzos
entre los sistemas de justicia de los dos países. Clarificar esta situación es
necesario porque ya su historia es literatura: La Sombra del Presidente,
de León Valencia, una buena novela sobre Él, que recomiendo leer como literatura
y como historia, porque de la ficción a la impunidad solo hay un paso. Estados Unidos no pueden tener como “mejor
amigo” a un gobierno y a un partido con la sombra del narcotráfico, del paramilitarismo,
de crímenes de lesa humanidad, de una falsa religiosidad, y empeñado en
destruir el proceso de paz. Si Biden no va a fondo en este tema fracasará con
la paz y en su estrategia contra el narcotráfico, y tendrá como “mejor amigo” al
“peor enemigo”.
Tercero, ante el fracaso en la lucha contra el narcotráfico el estado
colombiano debería regular la producción de coca, como lo ha propuesto el
senador Iván Marulanda, lo cual le quitaría músculo económico a la actividad
ilegal, pero, aumentaría el nivel de intervención para que sea posible una
estrategia de reestructuración de largo plazo de la economía campesina y de abatimiento
de los eslabones de la cadena ilícita. Frente a la derrota con el narcotráfico,
es necesario aclarar tres cosas: por qué no ha sido efectiva la interdicción;
por qué la extradición poco o nada ha servido dado que el negocio aumenta y
aumenta; y por qué la estrategia de sustitución de cultivos de coca sólo tiene
planes de corto plazo con los cuales es imposible fortalecer la economía
campesina mientras sigue la violencia en las zonas rurales puesto que la lucha
por los derechos a la tierra continúa sin tregua y sin compasión a manos de los
latifundistas de la ultraderecha más fanática y miedosa.
Cuarto, las relaciones económicas no sufrirán porque el TLC favorece a los
Estados Unidos. Además, sus empresas tienen condiciones demasiado generosas para
invertir o hacer negocios en Colombia. Entonces, no le conviene que este país
mire otros aliados en un mundo geopolítica y económicamente abierto. Lo que debe
hacer el gobierno del norte es liberar condiciones para que Colombia desarrolle
capacidades científicas y tecnológicas, y nuevas industrias de alta tecnología.
La condición de importador neto de tecnología es una de las razones
estructurales por las cuales Colombia tiene alta informalidad, inequidad e
ilegalidad, baja productividad, y su competitividad concentrada en pocos productos
primarios y poco o nada en los eslabones hacia atrás y hacia adelante de las
cadenas de producción.
Para enfrentar al covid, el
desabastecimiento de Colombia en todas las necesidades del sistema de salud, es
abrumador, indigno, imperdonable e irresponsable, motivo por el cual la
estrategia del gobierno y de los gremios económicos es incierta y de corto
plazo ya que el futuro del país no depende de su inteligencia y de sus capacidades
en investigación y producción para pensar y construir otra economía, por eso
solo piensan en una nueva normalidad, lo cual es una anormalidad, considerando
que nada volverá a ser como antes porque el neoliberalismo se viene desmoronando
desde antes del covid. Los empresarios colombianos no innovan, los tecnócratas
no son creativos ni rigurosos ni visionarios en las políticas, por ellos
innovan los empresarios, los investigadores y los tecnócratas de Estados Unidos
y de otros países.
La economía colombiana está en manos de carteles de importadores, legales o
ilegales, que se han hecho fuertes al abrigo de la desindustrialización, de la
escasa actividad en ciencia, tecnología e innovación, de la mala calidad de la
educación, y de la decadencia del centralismo.
La mirada de los Estados Unidos hacia este sur, ha fallado. No hay certeza
de qué tanto pueda cambiar, considerando que los halcones de la muerte siguen
en ambos lados. Los de allá y los de acá han montado desde hace décadas un
negocio de armas, testaferrato, y lavado de activos, amparados en un deliberado
y estúpido discurso ideológico que ha deformado el pensamiento político, y la
democracia en Colombia y en el hemisferio, por eso en éste país los períodos de
violencia no terminan, unos conectan con otros, de ahí que la barbarie parece
que nunca se irá.
Cincuenta años de negocios criminales, forma culturas ilegales, de
corrupción, violencia y destrucción institucional. La buena economía y los
buenos componentes de la relación binacional, quedan neutralizados por las
asimetrías, la ilegalidad y el fanatismo ideológico en la potencia y en el
patio subalterno.
Desafío al imperio
La manera como el personaje del Ubérrimo ha manejado y dado respuesta al
asunto de su participación en las elecciones a favor de Trump, fue calculado, y
su actitud de confrontación y prepotencia se debe a que cree, que luego de un
regaño y de la caída de unas cuantas cabezas, Estados Unidos mirará a otro lado.
Creo que se equivoca. El subpresidente no fue invitado a la posesión de Biden-Harris,
ni tampoco Él presidente eterno.
La ultraderecha colombiana lleva décadas de acción, gobierno e impunidad, y
ha desarrollado capacidades para justificar, distraer, desconocer, mentir,
manipular y amedrentar, por eso desafía a Biden, porque es delirante,
desestabilizadora y peligrosa. Se cree lista a encarar al nuevo gobierno, al
congreso y a la justicia norteamericana. Consideran que el imperio está
debilitado y que son “indispensables” como el mejor amigo, teniendo en cuenta
que los norteamericanos siempre han privilegiado los fantasmas ideológicos
internacionales, antes que preocuparse por los problemas internos de los países
de su órbita, aunque en el caso de Colombia los problemas internos también son
problemas externos: narcotráfico, corrupción internacional, destrucción
ambiental, crímenes de lesa humanidad. Sin embargo, en estas elecciones Estados
Unidos ha mostrado varias cosas:
Si bien el sistema electoral es un adefesio (deben hacer una enmienda) se
demostró que hay una sólida estructura institucional mediante la cual no hubo
fraude en ningún estado, incluidos aquellos cuyos resultados impugnó Trump. En
Colombia habría corrupción y el equivalente a Trump, ganaría.
El ataque al Capitolio generó una inmediata respuesta institucional, el
mismo día en la noche aprobaron la elección de Biden, y la Cámara, con Nancy
Pelosi a la cabeza, ha reaccionado para neutralizar al desquiciado presidente
saliente y para que nada igual vuelva a suceder. En Colombia, el congreso aún
no se habría reunido porque los supremacistas uribistas son mayoría.
La intromisión de Uribe y de Duque a favor de Trump, conducirá a medidas
para que ningún patio trasero intente una aventura igual. Es cierto que Estados
Unidos interviene en todas las elecciones presidenciales de América Latina - no
debe ser así - pero que un país latinoamericano se meta en las suyas, es otra
cosa. De no hacer algo contundente, Biden perderá respetabilidad y el imperio mostrará
una vez más que se está desfondando. Mientras tanto, Colombia continuará en su
decadencia política, económica e institucional, y la paz se acabará de
debilitar porque el narcotráfico y la corrupción acabarán de hundir lo poco que
queda de instituciones.
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