MISERABLE AUMENTO DEL SALARIO
MÍNIMO EN COLOMBIA
Foto: Gabriele Siegrist |
Subir
poco el salario mínimo no guarda relación con los planes de reactivación que el
gobierno y otras fuentes estiman entre el 3 y el 5% de crecimiento del PIB para el
próximo año, porque ven bien o leen mal, el rebote que está teniendo la economía
en este espantoso 2020. Sin embargo, esos anhelos no tienen sustento serio por
las siguientes razones:
Si
fueran efectivas las medidas de reactivación el aumento del salario mínimo sería
mayor al de la inflación del 2020. Ponerle a la gente más plata en el bolsillo
se reflejaría en una mayor demanda que a su vez tendría efectos en reducir la
tasa de desempleo, frenar la pobreza y la inequidad, y aumentar los ingresos de
las empresas y del Estado. Además, generar confianza en la ciudadanía que ahora anda sin rumbo.
El
2.7% refleja que el gobierno y los empresarios saben que la estrategia de
reactivación no es robusta para una reactivación y reestructuración duradera, por
lo tanto, no está funcionando ni funcionará porque solo ha habido un plan de
ayudas para qué por obra y gracia de las tres vírgenes de Duque y de los varios
rosarios que a diario rezan la vicepresidenta Marta Lucía y las beatas senadoras del Centro Democrático, derivar
en una “nueva normalidad”. Al no haber una estrategia que ligue reactivación
(corto plazo) con reestructuración (mediano plazo) y la reinvención de la
economía (largo plazo), la reactivación no puede ser algo distinto a la “nueva
normalidad”, la cual nunca sucederá porque hay una nueva realidad y esa nueva
realidad implica nuevas visiones, políticas, estrategias y programas.
Una
idea de reactivación que carece de creatividad y solidez, solo sirve de
salvavidas para llevar a Duque hasta el 7 de agosto del 2022. En consecuencia, no
hay desde las medidas del gobierno condiciones para que el salario mínimo se
incremente por encima del 5%, porque todo será más de lo mismo que será peor de
lo que ya estaba peor antes del covid. Es decir, la “nueva normalidad” no está
apalancada en una robusta política de desarrollo productivo, porque la actual no sirve para una reestructuración dado que nunca ha estado pensada para la transformación,
acción política a través de la cual es posible elevar la productividad, la
competitividad, la investigación y la innovación, el emprendimiento, la
educación, y el desarrollo regional, y por esa vía abatir el desempleo, la
pobreza, la informalidad, y darle una perspectiva de mejoría a los
desequilibrios macroeconómicos en expansión. La propuesta de los Uribe y del
empresario Mario Hernández de subir el mínimo un 4%, es populista y no obedece a
una idea de soluciones estructurales. Posición diferente tiene Tecnoglass, una
de las empresas más innovadoras de Colombia, la cual sube el mínimo muy por
encima de lo que siempre lo sube el gobierno.
Cuando
se conversa con actores que adelantan dinámicas para recuperar la economía de
las regiones y del país, lo que se constata es que están trabajando con los
mismos esquemas de política y con la misma mentalidad anterior al covid. En
consecuencia, la sociedad esta neutralizada y solo se afana por zafarse de los
encierros y del distanciamiento, agolpándose en los espacios del comercio pues
creen que han “recuperado la libertad” a cambio de nada porque lo que hacen es
comprar pandemia, cupo en los hospitales, y mover la economía de las ataúdes.
Además,
la gente no se ha dado cuenta que está comprando viejos inventarios. Nada nuevo
y nada distinto están adquiriendo, y tampoco se percata que cuando se agota un
producto no tendrá reposición. Lo que está ocurriendo desde el último día sin IVA, es agotando existencias
de los afiliados de la Andi y de Fenalco. En últimas, no se están generando
condiciones para transformar la producción, pues se carece de condiciones de
política para subir más el salario mínimo por debilidades en las medidas de
reactivación, imaginadas para el corto y no para el mediano plazo. La economía
y las instituciones que recibirá el próximo gobierno, serán muy malas, aunque
si gana la diestra siniestra no habrá un nuevo amanecer porque la noche será
más larga, sin luna y sin estrellas.
A partir de la pandemia no hay lectura ni narrativa de la nueva globalización, de que significa y qué efectos tiene la caída de las exportaciones y la contracción del comercio internacional. El gobierno no aprovechó el virus para desarrollar una industria de salud e iniciar una senda de reindustrializacion inteligente. Siendo la agricultura el único gran sector que ha tenido un desempeño positivo del 3%, tampoco tiene una estrategia de mejoramiento y restructuración económica, social y científico tecnológica para garantizar la autosuficiencia alimentaria, el desarrollo agroindustrial, aumentar, diversificar y sofisticar las exportaciones en el poscovid, crear industrias de máquinas y equipos, y desarrollar las 4.0 aplicadas a la producción agrícola y sus eslabones. Estas carencias son las razones por las cuales los resbalosos Carrasquilla y Duque, y los gremios, no pueden subir el mínimo más de un 3.5%%, limosna que se acaba en ocho días, precarizando aún más la existencia de los que poco tienen, fomentando la informalidad y la ilegalidad, aumentando la pobreza y la violencia, y conservando el último puesto como el país con mayor desempleo en la órbita de la OCDE.
La única nueva normalidad es la
corrupción en los poderes del Estado y en los privados, que sube más que el salario
mínimo. En la pandemia la corrupción aumentó en torno a la atención en salud. La corrupción es otro de los grandes generadores de violencia. Colombia
tiene la combinación perfecta de una condición perfecta de una sociedad intolerablemente
imperfecta: violencia, narcotráfico, corrupción, inequidad, impunidad, destrucción
ambiental, atraso en conocimiento, y rezago en investigación, las siete plagas
de la diestra siniestra.
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