LA DIESTRA SINIESTRA VA POR EL CENTRO
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Hace pocos días Iván Duque dijo que era un político del extremo centro.
Como las encuestas muestran por estos días que la gente se alinea más con el
centro que con la derecha y la izquierda, entonces, todos van para el centro,
un centro de tantos matices que en Colombia parece otra polarización.Foto: Gabriele Siegrist
Están por un lado la centro izquierda; por el medio, el centro centro; y por
el otro lado, la centro derecha, y entre los dos extremos no hay conversación
posible, porque en uno están los verdes, Robledo y las autodenominadas
disidencias socialdemócratas del liberalismo, de la U y de Cambio Radical; en
la centro derecha, la diestra siniestra más la masa de corrupción, clientelismo
e ilegalidad que conforman el grueso de la U, del Partido Liberal, de Vargas
Lleras, de los Char, y los conservadores; y por el centro, Fajardo.
La estrategia de la diestra siniestra de infiltrarse en el centro, es
hipócrita, falsa y perversa. Así ganó Duque. Apelando a un populismo barato ahora
perfilado en los puntos del referendo que pretende Uribe, más lo que digan los aliados
de la corrupción. De esa insana conversación sale la propuesta para el 2022.
Además, la diestra siniestra pretende colarse en el centro porque el
escenario internacional es adverso: Biden y Kamala tienen clara la situación de
Colombia respecto al narcotráfico y la paz, con visiones muy distintas a las de
Uribe y Duque. Para estos dos la estrategia es golpear al campesino con el fin
de ampliar los territorios para nuevos cultivos sin atacar los laboratorios que
transforman la hoja y a los que la exportan lista para el consumo. Es una
cadena narcoagroindustrial cuyo círculo lo cierra el lavado de activos. La estrategia está pensada para expandir el
negocio y jamás para acabarlo o reducirlo a mínimas escalas. Entonces, los Estados
Unidos deben replantear sus relaciones con este patio trasero y terminar con un
juego hipócrita de muchos años, “trampa” que le tendió la diestra siniestra y en
la que “cayeron” los del norte, con el sofisma del “mejor amigo” contra el castrochavismo.
El narcoparamilitarismo no puede ser el aliado preferido de la Casa Blanca, tal
como lo estamos viendo con las trampas al proceso de paz a través de un ex
fiscal general que acaba de ser denunciado ante la Corte Penal Internacional, y
que podría ser el primer colombiano, no el último, en la prisión en La Haya.
Para conservar el poder, la diestra siniestra apela a todas las formas de
destrucción institucional. El problema más grave de Colombia, no es el civid, es
el ataque sistemático a las instituciones desde cuando Uribe fue gobernador de
Antioquia en los años 1990.
La diestra siniestra dejará en 2022 un país más violento que el del 2018,
más narcotraficante, nuevamente paramilitar, más ilegal, más informal, más
corrupto, sin embargo, puede ganar porque hay una Colombia que se descompuso
totalmente luego de cincuenta años de narcotráfico.
Duque ha decidido viciados nombramientos en la fiscalía, contraloría,
procuraduría, registraduría, en las altas cortes, en ministerios, embajadas, y en
otras agencias del estado. Las fuerzas militares, la policía y la fiscalía
carcomidas por la corrupción y por un fanatismo de diestra siniestra, más una
dirigencia gremial inmediatista, sin horizonte y funcional al declive.
La economía se podrá restablecer, la reconstrucción de la política y de la
sociedad también, pero a un costo muy alto y en un tiempo mayor porque debe
llegar al poder una nueva política para una nueva nación con una nueva
generación de ciudadanos empujando un proyecto político y de desarrollo de
largo alcance. Si Colombia se tomó treinta años en destruir las instituciones
recién fortalecidas y/o creadas con la constitución de 1991, pero con una economía
baja en productividad, competitividad e innovación, con la inequidad desbordada,
la guerra desaforada, y una implacable destrucción del medio ambiente, le
tomará treinta años poner en marcha un nuevo proyecto de desarrollo para luego consolidarlo
en otros treinta o cuarenta. Es decir, el rescate, reestructuración y
reinvención de éste país durará el resto del siglo XXI. Corea comenzó hace
setenta años un proceso sostenido de transformación, aun le restan treinta para
alcanzar el nivel de la Alemania actual. Polonia inició el cambio en 1990 y tres
décadas después su nivel de desarrollo no llega a la mitad de lo que es hoy
Corea. A Chile le tomó treinta años cambiar la Constitución de Pinochet.
Algunos dicen que en Colombia se han hecho muchas cosas buenas que los
críticos no reconocen. Posiblemente tengan una mínima razón, sin embargo, se ha
hecho menos y a veces mucho menos en términos de los avances de otros países
comparables. Cosas buenas es lo que debe hacer todo gobierno, y excepcionales son
los que transforman una nación, de lo cual muy poco ha tenido Colombia: López
Pumarejo y Lleras Restrepo, en periodos muy cortos, porque los que vinieron
después no continuaron los procesos o deliberadamente los destruyeron como
aconteció con Pastrana que por envidia se dedicó a acabar con lo iniciado por
Lleras. Entonces, lo que se haga más o menos bien en infraestructura, en el
manejo macroeconómico, y en políticas sociales, es lo mínimo que se debe hacer.
Salvo la violencia y el narcotráfico, Colombia no ha hecho nada excepcional.
Si no se acepta que es un país de desempeños eternamente medianos, y le echa
la culpa a la violencia prohijada por la misma gente que lo maneja y abusa desde
hace siglos, jamás van a ocurrir profundos cambios en las políticas de
desarrollo, en la política, y en las instituciones.
La diestra siniestra es funcional a la decadencia. Por tanto, el centro y
el centro izquierda son responsables de acordar un proceso de cambio que
neutralice y derrote para siempre la demencia de la diestra siniestra que lleva
setenta y seis años acabando vidas y los sueños de millones de personas. Todo
comenzó con Laureano Gómez, artífice de la primera violencia que en doce años
dejó trescientos mil muertos; siguió Guillermo León Valencia (abuelo de la Paloma
de Uribe), qué motivado por Álvaro Gómez Hurtado (hijo de Laureano),
bombardearon una autodefensa campesina de sesenta y tres guerrilleros liberales
a quienes no les quisieron dar una reserva para desmovilizarse. De esa
estupidez resultaron las FARC y así fue como se desató el segundo ciclo de
violencia a la cual se sumó Uribe tres décadas después, para dejar otros
trescientos mil muertos. Pero esa dirigencia también es culpable del nacimiento
del M19, porque le robaron las elecciones a la Anapo, cuyo líder era Rojas
Pinilla. El EME pasó sin pena ni gloria pero dejó mucho dolor con el delirante asalto
al Palacio de Justicia, cuya tragedia derivó en el mal sistema de justicia que
ahora se tiene, puesto que la respuesta del gobierno fue inhumana y devastadora,
y luego más magistrados fueron asesinados. Colombia espera el documento que
Belisario dijo que dejaría, en cual está consignada su versión de lo sucedido
en la Casa de Nariño el 6 y el 7 de noviembre de 1985. Ese documento sería la
respuesta al conmovedor libro de Helena Urán Bidegain, cuyo padre, magistrado,
fue asesinado por el ejército una vez fue rescatado de las ruinas del Palacio
de Justicia, después del último combate. La diestra siniestra carga con el peso
de la violencia, atraso, injusticia, inequidad, y de un feudalismo depredador, rentista,
extractivista y violento.
De esta manera, la centro izquierda y Fajardo deben acordar en su momento una
alianza, cuya construcción programática debe darse en el 2021 para llegar
unidos a las elecciones de marzo de 2022, porque se necesita armar una bancada
de congresistas independientes y alternativos que por primera vez sean mayoría.
La investigación administrativa de Hidroituango tiene carácter fiscal y
político, porque busca sacar a Fajardo de la carrera por la presidencia. La
crisis originada con la construcción de la represa se originó en un contrato
amarrado entre EPM y el GEA (grupo empresarial antioqueño), cuando el
gobernador era Luis Alfredo Ramos, unque el proyecto lo puso a andar Álvaro Uribe
Vélez, contrato al cual “nadie” accede y que corresponde a la parte técnica y
de construcción de la obra, que es donde está el problema.
Ahora bien, mal Petro que salió a trinar contra Fajardo, como si la
Contraloría ya lo hubiera condenado cuando se trata de una diligencia
preliminar de indagación por eventuales problemas administrativos. Entonces, al
centro lo golpean la diestra siniestra y la izquierda, porque sin Fajardo quedarían
otra vez el que diga Uribe vs Petro. Un estúpido 2018 que se repetiría en un
bárbaro 2022, como si nada hubiera ocurrido en estos desastrosos cuatro años
que aún no terminan. Colombia no aguanta más diestra siniestra.
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