LA REFORMA TRIBUTARIA DE COLOMBIA, UNA FOSA FISCAL (II)
Foto: Gabriele Siegrist |
El
título es agotadoramente largo -no lo creen ni sus inventores - e intenta reflejar
que se trata de una reforma estructural como nunca antes se había diseñado, lo
cual no es cierto, es solo un ejercicio para empezar a tapar la fosa fiscal que
este gobierno creo con la reforma de 2018, cuya saga se remonta a la “confianza
inversionista” de Uribe, y que Duque ha empeorado. Sin embargo, ni la actual ni
las anteriores aritméticas tributarias desde 1998 evidencian progresividad
hacia una sociedad menos inequitativa que apunte a un crecimiento alto y a un desarrollo sostenible de largo alcance.
Nuevas
burocracias
El
problema de la reforma comienza con la creación de una especie de Suprema Corte
de la Regla Fiscal, denominada en el texto: Comité Autónomo Permanente de la
Regla Fiscal, nombre ampuloso que permite imaginar macroeconomistas
ortodoxos vestidos con toga color naranja. Es totalmente innecesario ese Comité
para el cual ya estarán pasando hojas de vida amigos de Uribe, Duque y Carrasquilla.
Si
para monitorear y reequilibrar la regla fiscal se necesita esta super corte ¿de
qué sirve el Ministerio de Hacienda si por otro lado el sistema nacional de competitividad y
de innovación prácticamente ha desaparecido?
Si
esta tributaria la quieren vender como estructural, sirve si la política de desarrollo
productivo no es letra muerta y desarticulada de las acciones de MinCiencias y
de otros ministerios de sectores estratégicos, como: energía, salud, educación,
transporte, TIC, y agricultura, el cual tiene múltiples exenciones para importar y hacer adecuaciones que mejoren la actividad pero sin
disponer de un marco de avance productivo, de innovación, de emprendimiento, y
de inversiones sostenidas durante muchos años en cuanto a infraestructuras
sociales, tecnológicas y de comunicaciones.
A
la Corte Suprema de la Regla Fiscal se sumará la Fiscalía General de las
Fuerzas Militares, que avanza agazapada. Entonces, esto va en contra vía de lo
que dice el texto impositivo: reducir las instituciones del Estado para ahorrar
gastos. Otro sofisma para contentar a Uribe que rechazarán los políticos de la “unidad
nacional”, porque amenaza fortines burocráticos y de corrupción.
De
esta manera, reequilibrar la regla fiscal no será con políticas de desarrollo,
sino con más gastos y más impuestos porque los 31 billones de subsidios a las empresas
más grandes, poco se tocarán a pesar de
que no tienen ningún efecto positivo para la economía, pero que descaradamente el
gobierno ajustó antes de presentar está reforma para perpetuar las zonas
francas con sus subsidios. El legado
que dejarán Uribe, Duque y Carrasquilla, es espantoso: devolverán a Colombia a
1991, mientras la reestructuración de la economía mundial avanza al 2051 y más
allá. Como ejemplo, Colombia va por un camino muy distinto al que Biden está
llevando a Estados Unidos para relanzar la economía, que en la práctica es un
abandono del neoliberalismo, mientras Colombia lo intenta consolidar, a pesar de su agotamiento e inconveniencia.
¿Exenciones para
qué?
Los
vacíos conceptuales y de contenido del modelo económico están relacionados con el inmenso
listado de productos importados exentos de impuestos. Al mirar esas listas se observa
que ahí estaría gran parte de la justificación y contenidos de una nueva
política de transformación productiva y
de innovación. Sin embargo, sobre esto, ni una palabra, ni un peso.
En
la batería de apoyos para la creación de nuevos empleos, extender el PAEF, el
programa Generación E, y universidad gratuita para estudiantes pobres, no se indica
el monto de esos fondos, sino que alude “hasta que los recursos se agoten”, es
decir, realidad oculta, cuando sí tienen cifras precisas para clavar impuestos regresivos
pero no para cuantificar los sofismas.
Asalto
social
La
captación de recursos para el hueco fiscal e inversión social vendrá de lo poco
que le sacará a los más ricos, y de lo mucho que le quitará a la clase media y
a los menos pobres, aunque al final pobres. El impuesto a la renta desde
$1´600.000 en 2023, desde $2´440.000 en 2022, es infame, que se suma a una
infamia mayor: clavarle tres impuestos a las pensiones, comenzando por una
retención a la fuente a partir de las pensiones de $2´178.000, un impuesto
adicional a las de $4´800.000 y un aporte extraordinario a las de 10 millones,
dentro del paquete a quienes devenguen esta suma o más. Es decir, ni siquiera
equilibraron en 10 millones los impuestos temporales a las pensiones y el
impuesto temporal a los ingresos superiores a este monto. Además, cualquier carga impositiva a las pensiones es inconstitucional.
Si
a esto se suma el IVA del 19% a productos que no tenían IVA - aunque algunos ya
tienen impuestos -, y otros que solo aplica a estratos 4, 5 y 6, significa que al
gobierno solo le importa decorar la periferia de la torta para devorarse el
centro de la misma. Al mismo tiempo, el IVA para las gaseosas sigue ausente.
Será
tan perjudicial la reforma que hasta la ANDI sugiere quitar algunos subsidios, que
le darían a Carrasquilla trece billones (en la realidad serían la mitad) para
tapar la fosa fiscal.
Una
reforma vacía
Decepciona
su contenido, porque este es el momento para reestructurar la economía, por tanto, no debería ser un ejercicio
desesperado, inmediato y de mirada corta. Colombia necesita un instrumento
donde los recursos sirvan para desarrollar la economía y llevar esperanza a la
ciudadanía luego de la pandemia. Pero no, esta reforma lleva más angustia a la
clase media y a los menos pobres, pero al final pobres, y poco toca a los que
más tienen. Es una reforma agresivamente regresiva ya que muestra un espíritu de reconcentración sostenida de la riqueza
considerando que subsidia a grandes empresas y al sistema bancario, y no
fortalece a los bancos de desarrollo del Estado para apoyar a las pymes y el
grueso de una política de desarrollo productivo y de innovación.
El
texto decepciona porque pone en evidencia que es un país sin norte, que
empobrecerá al 80 o 90% de los formales porque castiga su capacidad de consumo,
ahorro e inversión, y no suscita ninguna esperanza puesto que el ingreso solidario es miserable, y el retorno
del IVA será para pocos por la alta informalidad sin información.
Es
una reforma desde la premodernidad económica y la injusticia social, que no la
salva los impuestos verdes.
Al
final, son los errores de un raro y destructivo neoliberalismo que ha succionado
desaforadamente al Estado, pero, que se profesa con devoción, tanto, que las iglesias también quedaron excluidas de pagar impuesto de renta. Tal como está,
la reforma es entre mala y regular porque no resuelve problemas estructurales. Debe ser otra,
porque el país necesita urgentemente cambiar el “modelo de crecimiento”.
La
protesta social vendrá y la represión
también, el paro del 28 si no se cae antes la reforma será duro, la violencia
aumentará, la tercera guerra se recrudecerá, Uribe irá a juicio y será condenado, la Corte Suprema de Justicia
tumbará la imputación de la Fiscalía a Fajardo, y la inmunidad de rebaño no se
alcanzará en los meses que le quedan al
señor locutor.
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