ABRIL 28 EL PARO DE LA ESPERANZA (I)
Foto: Gabriele Siegrist |
Ya
no importa si la reforma es buena, regular o mala, progresiva o regresiva. Ese
debate ha llenado miles de páginas, y ya queda poco por decir. El debate está
agotado, es aburrido y repetitivo, porque el problema fiscal y de ingresos del
estado está encapsulado pues no obedece a un marco de políticas integrales y
coherentes para tapar la fosa fiscal y responder a las necesidades de largo
plazo hacia una economía avanzada y una sociedad más equitativa, sostenible y
en paz.
La
economía y la sociedad están determinadas por una epidemia que cada día trae
más incertidumbre, se hace interminable e insoportable. Sin embargo, sobre esto
ni una palabra, ni un peso en la tal reforma con el fin de construir
capacidades propias de seguimiento, investigación y construcción de una
industria de salud, y de anticipación al covid. Colombia depende de lo que
digan terceros y de lo que ofrezcan terceros. Colombia no decide hasta cuándo
va el covid.
Otro
error ha sido disfrazar la reforma como un programa de inversión social, de
protección de algunos empleos, y tapar la fosa fiscal. Es otra manifestación de
este gobierno: disfrazar programas y estrategias, bautizándolas con el nombre que
no es, única manera de justificar tres reformas en tres años, denotando
ineficiencia e irresponsabilidad, y sobre todo el descaro de hacer reformas con
el fin de darle más plata al 1% con la plata del 99%.
¿Por
qué para algunos analistas de la línea Carrasquilla es la mejor reforma
presentada en muchos años? Porque esta vez fueron por mucha plata, ya que las
anteriores reformas iban por algo de IVA, subsidios y nada más, entonces salían
con recursos para la caja inmediata y la mermelada para los políticos corruptos.
Ahora Carrasquilla pretende ponerle IVA a todo para recoger la plata que le dio
al 0.1% de super ricos y a los bancos. Este es un detrimento al patrimonio de
los colombianos y del Estado.
¿Todo
esto por qué ha sucedido? porque en 1991, César Gaviria y Rudolf Hommes dijeron
que la mejor política industrial era una buena política macroeconómica, entonces,
la competitividad, la transformación de la especialización del sistema
productivo, las exportaciones, es decir, la productividad, quedaron expuestas a
políticas e instrumentos intermitentes y mal financiados. Por eso las demás
políticas sectoriales también se convirtieron en sub políticas sujetas a la
macroeconomía del “súper” Ministerio de Hacienda.
Este
es el origen del descuadre presente y de las pocas capacidades del Estado para
enfrentar la realidad y darle un rumbo a la nación. Incluso, si el Banco de la
República hubiera emitido moneda, en vez de que Carrasquilla hubiera cogido el
camino del endeudamiento, esa plata solo iría para subsidiar a gente pobre y pymes, pero nada más, porque no hay una buena política de desarrollo
productivo y de innovación para reactivar y reestructurar la economía.
Los
países europeos han emitido moneda porque tienen un marco de políticas
estructurales de mediano y largo plazo, entonces, saben a dónde van los
recursos. Así, la angustia de ellos no son las calificadoras de riesgo, ni el
FMI, ni la regla fiscal. La preocupación es darle oxígeno permanente a la
producción y a la innovación para mitigar el desempleo y relanzar la economía. Es lo
mismo que está haciendo los Estados Unidos.
La
nueva trinidad la conforman Uribe, Carrasquilla y Duque, por eso la tributaria
no es el reflejo o producto de las necesidades de un proyecto nacional de
desarrollo o al menos de un programa de mediano y largo plazo de
reestructuración de la economía que le diera contenido, perspectiva y
orientación a la inversión social. Como se venía con reformitas cada dos años,
esa suma de limosnas no construyeron una sólida y confiable base de ingresos
del estado para desarrollar la economía y la sociedad. Además, dejaban un hueco
cada vez más grande por culpa de los subsidios de la “confianza inversionista”
de Uribe y ahora de Duque.
El
experimento neoliberal dejó unos pocos mega ricos, unos pocos ricos, y el 90%
de la población entre menos pobres y pobres. Al final, es un país pobre,
inequitativo, atrasado, inmediatista, pero sí irracionalmente violento, precariamente
pensado y proyectado, con un Estado débil al cual lo succiona el mercado y la
corrupción hasta el endeudamiento ilimitado.
El
Estado colombiano no es dueño de casi nada, le quedan escasas empresas que le
facturan, pero tampoco es un estado emprendedor, tanto, que hasta la fábrica de
vacunas la cerró Pastrana pero después ni Uribe ni Santos ni Duque hicieron
algo para reabrirla. Incluir en una reforma tributaria recursos para lanzar una
industria de salud, es tan importante como la agricultura, y más que las
naranjas de Duque.
Es
un estado al servicio del mercado, por eso al agua natural la quieren gravar
con el 19% de IVA, mientras siguen sin IVA las dañinas aguas dulces de Postobón
y CocaCola. Por eso esta reforma
tributaria es un desesperado intento para sobrevivir luego de treinta años de
errores acumulados, a los que quieren acumular más.
Esta
reforma debió ser corta y concreta, de diez páginas y no de ciento diez:
eliminar todos los subsidios ociosos a las grandes empresas que van por las
zonas francas y eliminarles la exención al IVA, quitar el IVA a los servicios
públicos, eliminar retefuente e impuesto a la renta a los salarios menores a
3.5 millones, a las pensiones menores a diez millones de pesos, incrementar el
imporenta y el impuesto al patrimonio y dividendos al 1% más rico, y ni un peso
más a los bancos, porque la plata de todos la convierten en ganancias que se
reparten como dividendos.
Este
gobierno no tiene ni cabeza, ni tiempo, ni ideas, ni ética, ni estética para
convocar a un acuerdo nacional mínimo y de transición, porque la violencia está
disparada y de esa manera el tercer ciclo de la guerra eterna está en marcha. A
la paz no la están volviendo trizas, la paz se volvió un tiro al blanco.
Asimismo,
hay una destrucción institucional por la vía de las IAS (Fiscalía, Procuraduría
y Contraloría) bajo el control de un populismo de ultra derecha (fascista lo
llaman algunos), y con un expresidente, cabeza del partido de gobierno,
tratando de escapar a la justicia con prácticas de terror y
desinstitucionalización.
El
paro del 28, que puede extenderse al 29 y 30 de abril, debe ser pacífico, debe
ser una oportunidad para pensar y salir adelante, la gente quedarse en las
casas porque el gobierno dirá que el pico está alto y entonces decretará una
cuarentena de cuatro días, sacar la bandera, hacer sonar las cacerolas, apagar
las luces, y las empresas no deben amenazar con despidos, sino sumarse a la
reflexión para que haya un país para todos porque es de todos. Los medios
digitales deben ser el escenario de reflexiones, conversaciones y soluciones.
Es
un paro contra el mal gobierno. Tensionar políticamente la situación presente podría
ser desastroso, pero no por ello quedarse callados, sino asumir el desafío con
ideas inspiradoras y contundentes, porque la gente se puede desbordar pues está
cansada, desesperada y sin esperanzas, y la desesperación ciudadana no pasa por
atacarla con el ESMAD ni por encapuchados fabricados por las fuerzas de
seguridad del estado. Pasa por la inteligencia, la conciencia y la razón de los
problemas, sus causas y salidas. Es el momento de la inteligencia y no de la
fuerza.
No
es hora de represión ni de tantos engaños ideológicos a los que ha sido
sometida Colombia en los últimos veinte y cinco años a través de Uribe, un hábil
tirano y demagogo que ha destrozado libertades democráticas, ha hecho pedazos
muchas realidades, y ahondado las desigualdades. Colombia está mal porque tiene
un mal desde adentro, no desde afuera.
P.D.:
los niños pobres no van al colegio porque no hay suficientes esquemas de
bioseguridad, entonces, solo tienen una, dos a lo sumo tres horas de clases
virtuales a través de celulares porque un computador es como la ficción de un
viaje a la luna.
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