EN COLOMBIA, LOS PODERES CIERRAN
FILA CONTRA LA
CIUDADANÍA (III)
Foto: Gabriele Siegrist |
Entonces,
los impactos de la pandemia también se deben a debilidades de su modelo de
desarrollo, de producción y de investigación, por eso la respuesta ha sido
reactiva (tardía) y limosnera (lo que le dan otros países, sea comprado o
regalado) pues aún no hay emprendimientos nacionales que estén cubriendo
necesidades del sistema porque el Invima sigue frenando innovaciones derivadas
de las convocatorias del Minciencias para enfrentar al covid. Entonces, las
medidas económicas (buenas, regulares o malas) se han tomado para el corto
plazo y no según el tiempo estimado de superación de los impactos de la
pandemia a mediano alcance. Hay naciones que en 2020 hicieron planes de
reestructuración a diez años.
Así
las cosas, los recursos del Estado se están agotando por las malas políticas
tributarias y de desarrollo previas al covid: no pago de impuestos más
beneficios tributarios para el 0.1, 0.5, 1.0% más ricos, y demasiado para los
bancos. Si eso suma 60, 80 o 90 billones de pesos, es la plata para la
emergencia que evitaría una regresiva reforma tributaria en un país donde cuatro
millones de colombianos se han sumado a la pobreza desde el 2020, fenómeno que
además tiene el efecto de arrastrar a segmentos de la clase media a condición
de pobres, de ahí que el IVA a todos los productos, gravar salarios de menos de
3.6 millones mensuales, y pensiones desde siete millones, es irracional e
inhumano. De esta manera, es Duque el que está empobreciendo al 99% por
defender al 1%, generando un conflicto, porque si esa ínfima minoría de
poderosos han hecho lo que les da la gana con los recursos públicos por la
compra de políticos que no les ponen impuestos pero que sí les dan los
beneficios que quieren, ahora, cuando el Estado llegaría a quitarles esos beneficios
ociosos, reaccionaron diciendo que la empobrecida clase media también debe aportar,
por eso Carrasquilla fue detrás de la clase media, para recargar en ella el
peso de los nuevos impuestos.
Esto
es el efecto combinado de tres pandemias: mal modelo de desarrollo con malas
políticas; arraigada inequidad en la mentalidad de los más poderosos que por “razones
de la naturaleza” creen que todo debe ser para ellos y solo un pedazo de la
torta para el 99%, producto de una mentalidad fascista consolidada con Uribe en
los últimos 20 años; y tres, un desastre macroeconómico que está colapsando de
la mano de uno de sus artífices, el ministro Carrasquilla, protegido del
expresidente Uribe, exministros, economistas de la misma ortodoxia, y por mega empresarios
rentistas y especuladores.
En
medio de estas fallas estructurales que de alguna manera están en la Constitución
del 91, está la base de una crisis que se comporta como una infección que no
deja pensar al Estado a largo plazo. Así
fue como se llegó a la actual reforma tributaria, tratando de implementarla con
una serie de malas estrategias, que resumo así:
Primero,
la reforma la armaron a puerta cerrada y fue consultada con pocos, luego la presentaron
al Congreso e inmediatamente unos salieron a defenderla, pero la mayoría a criticarla
con sobradas razones.
Segundo,
coincide la presentación de la reforma al congreso, con el paro del 28 de
abril. Para neutralizar la protesta el poder ejecutivo cometió tres estupideces
con la complicidad de los otros dos poderes:
Una
irracional Magistrada del Tribunal de Cundinamarca, en la tarde del 27 de abril
tomó una decisión para frenar, vía esperpento jurídico, la movilización ciudadana.
Cuando
la decisión judicial se hizo pública, inmediatamente terminó la discusión de la
reforma en el Congreso de la República, discusión que apuntaba a tumbar la
reforma, porque creyeron que neutralizado el paro no sería necesario enterrarla
ese día y más bien abrir un compás de espera para remendarla entre el gobierno,
partidos afines, y otros más.
Duque,
con la decisión judicial del 27 de abril, silenciado el congreso, y apoyado por
los grandes medios, se fue lanza en ristre contra la protesta, acudiendo al
argumento del pico del covid, aunque echando atrás el cobro de algún IVA, como
dadiva para engañar a la ciudadanía y frenar que saliera a las calles y a las
plazas a protestar por la reforma y por otros problemas recurrentes en Colombia,
como la violencia y la corrupción, que le cuestan a Colombia muchas reformas tributarias
que se evaporan en un abrir y cerrar de ojos.
Los
tres poderes desde sus zonas de confort, defendiendo su confort, desconociendo
la realidad de los que viven sin confort, no creyeron que estos pasarían por
encima de tanto esperpento, de tanto engaño y de tanta amenaza de un gobierno
insulso, torpe, represivo y mala clase, y de un congreso, en su mayoría igual.
Pues
bien, todo les salió mal: la gente salió de manera multitudinaria en toda
Colombia, hubo paro y las ciudades se cerraron, y como siempre ocurre cuando
las concentraciones son inmensas, llega el Esmad a desmovilizarlas, junto a
vándalos del estado, o vándalos que son miembros de tantas organizaciones
ilegales, o simplemente vándalos de la desesperación. Pero el 99.9% de la
ciudadanía se ha portado de manera maravillosa sin que lo registren
suficientemente los grandes medios, porque estos pertenecen al 0.1% que no le
interesa que nada cambie en este su reino de la injusticia sobre la tierra.
Las
protestas han seguido, y el presidente locutor ya retiró el IVA y el impuesto a
la renta para salarios de menos de 3.6 millones mensuales, falta quitar los
impuestos a las pensiones menores a doce millones, eliminar los subsidios a las
grandes empresas, y poner al 1% a pagar impuestos, sobre todo al 0.5 y al 0.1%.
De ahí saldrían las transferencias monetarias a los más pobres, el alivio a las
pymes y recursos para medio tapar la fosa fiscal.
Sin
embargo, esto no es suficiente, porque esos recursos también son finitos. La
solución solo vendría de una reestructuración a fondo del modelo de desarrollo
y de su sistema de producción y de innovación, con educación, infraestructura,
energía y medio ambiente, como sectores transversales a la estrategia de un
relanzamiento productivo del país. Esto toma tiempo, pero el inicio es
suficiente para empezar a dar señales reales de esperanza. Sin embargo, sobre
esto no hay una propuesta ni un acuerdo inteligente, creativo y duradero entre
gobierno, políticos, empresarios, trabajadores y universidades. Este gobierno y
los gremios de la producción perdieron un año largo para encontrar soluciones
estructurales estratégicas, y van a perder otro. Así las cosas, la reforma
tributaria no podía ser diferente. La ciudadanía siente que se le viene encima
una carga adicional que incrementará su angustia.
Por
supuesto que una reforma se necesita a pesar de que no hay una explicación
clara y detallada de las finanzas públicas y del contenido de la fosa fiscal.
Ha sido una propuesta desesperada por un cúmulo de errores técnico políticos
acumulados en tantos años. No hay transparencia detallada en el gasto y la
inversión, pero si hay claridad para sacarle a la gente la plata que no tiene.
La
reforma hay que retirarla y diseñar una nueva con nuevo ministro y con base en
propuestas que ya han presentado los partidos, la academia, las empresas y los
sindicatos. Una reforma corta, profunda y focalizada, que debe tener un
componente de recursos para educación con el fin de no destruir una generación
de colombianos, pues ya el rezago en contenidos y calidad es evidente, sobre
todo en los pobres, que no tienen como acceder al mundo digital: conectividad,
computadores. Los celulares agotan a los niños a las dos horas. Una industria
nacional de portátiles de baja gama, bajo costo, bajo precio, es
tecnológicamente posible.
A
veces pienso que sería necesario un golpe de estado ciudadano, con un gobierno
de transición que lleve a Colombia a las elecciones en 2022. No veo a Duque con
ninguna capacidad de manejo del país, salvo recurrir
a la represión militar como lo decretó el 1 de mayo.
No tiene carácter, ni ideas, ni inteligencia, ni talante de gobernante. Es tan
subpresidente, que la reforma tributaria no se la explicó Carrasquilla, que sí
la conversó con Uribe y Sarmiento, sino el ex viceministro de Hacienda que
fungía como pregonero del ministerio alcabalero.
P.D.:
La reforma a la salud parece que es peor que la reforma tributaria, y avanza
agazapada.
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