lunes, 8 de noviembre de 2021

EL OCASO NEOLIBERAL (I). 

El caso de Colombia

Este artículo también está publicado en www.confidencialcolombia.com.co

Foto: Gabriele Siegrist
Ante la cantidad de precandidatos a la Presidencia de la República de Colombia, los medios deberían hacer una sábana con los aspirantes neoliberales. Hay cuatro exministros: Cárdenas, Echeverry, Gaviria y Zuluaga, más los tríos de exalcaldes y de exgobernadores, y otros menores, como un exconsejero presidencial enemigo de la paz. No están ahí la Coalición de la Esperanza ni el Pacto Histórico.

Luego de treinta años de neoliberalismo Colombia ha derivado en una economía inviable con anomalías estructurales que bloquean las posibilidades de una profunda reestructuración de la economía: desindustrialización, informalidad, desempleo, importador neto de tecnología, exportador de bienes básicos, baja productividad, poca innovación, escaso emprendimiento, bajo nivel de educación con analfabetismo funcional, tasa de cambio negativa y las asimetrías de los TLC en contra de la producción nacional, en un contexto de gran desinstitucionalización por corrupción, ilegalidad, inequidad y mentalidad de corto plazo. Sin embargo, todo empieza con la desindustrialización. 

La industria participaba con el 24% del PIB antes de 1991. Ahora con menos del 12%. Colombia era considerada una de las economías en desarrollo en proceso de industrialización, solo otras tres más tenían ese status en América Latina: Argentina, Brasil y México. Pero, llegó la apertura y empresas que producían bienes intermedios, electrónica y algunos bienes de capital, cerraron, y las que eran del Estado se privatizaron. Hoy Colombia depende de las importaciones bajo una doble falacia del neoliberalismo: menores precios para beneficiar a la población con productos más baratos, y el mercado dice en qué se debe invertir. El Estado no tiene derecho a opinar, menos a emprender e intervenir, a diferencia de los países desarrollados y de los emergentes de Asia. El Estado obedece y regula con problemas porque está sin dientes.

La estrategia con las industrias estatales es manejarlas mal para privatizarlas, a través de gerentes inescrupulosos que se han prestado para debilitar al Estado. Y unos tecnócratas, con el cerebro lavado, desembarcaron como fuerza de asalto para tomarse al partido liberal y el partido conservador, luego Cambio Radical, la U y por supuesto el Centro Antidemocrático. Ganaron elecciones e impusieron nueva constitución que le diera pista a un radical neoliberalismo que derivó en más violencia, ilegalidad y corrupción.

La privatización o el cierre de plantas industriales de los complejos petroquímico, metalmecánico, siderúrgico, textil, energía, bebidas, electrónico, y otros más, se hicieron en silencio. Dicen que la destrucción de EPM tiene como uno de los propósitos, privatizarla. A Ecopetrol, Carrasquilla siempre la ha tenido en la mira. Una decisión de la Corte Suprema de Justicia, poco conocida, dijo de los propósitos de algunas directivas que quieren perjudicar a la empresa.    

La desindustrialización también tuvo efectos en la retirada en el PIB de la agricultura, del 12% en 1991 a menos del 6% en 2019. Se acabaron ciertos cultivos y no fueron sustituidos por otros de impacto.

Cuando se destruye tejido productivo, sobre todo industrial, el avance de los servicios en el PIB se hace con actividades en su mayoría de baja complejidad tecnológica, que no requieren de recurso humano de alto nivel, salvo en los puestos de mando, pero tampoco estos deben tener doctorado, porque sus funciones no requieren de ese nivel de conocimiento, por una razón: no son actividades intensivas en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) o no son intensivas en innovación.

Cuando se destruye tejido productivo y no se lo sustituye por otras actividades más modernas, innovadoras y de mayor complejidad tecnológica, la economía cede en productividad, competitividad, emprendimiento, innovación, empleo y no construye equidad.

La productividad es negativa desde hace treinta años. Colombia produce menos cantidades por unidad de tiempo frente a otras economías. Un ejemplo. En X actividad Colombia producía 1.000 unidades por hora en 1991 y 1.500 unidades en 2021. Resulta que en 1991 otras economías también producían en la misma actividad 1.000 unidades por hora, y ahora producen 10.000. Entonces, se pierden mercados nacionales e internacionales, y no se generan derrames positivos en otras actividades, vía el aprendizaje, complementariedades entre actividades, y el cambio tecnológico desde capacidades nacionales y no solo por la importación de tecnología.

Por la baja productividad, la competitividad de Colombia está escriturada entre el puesto 55 y el 65 a nivel mundial.

Estos comportamientos reflejan un monumental problema estructural en materia de comercio internacional: exportaciones poco sofisticadas y diversificadas, y de bajo valor agregado.

La participación del comercio internacional en el PIB se ha movido en los últimos treinta años al alrededor del 33%, cuando debería estar por encima del 40 - 45%. Pero, lo realmente grave es que las exportaciones solo participan con el 11.5% en el PIB cuando en el 1991 lo hacía con el 25%. Hoy Colombia ocupa el puesto 145/191 países. La diferencia astronómica a favor de las importaciones genera un déficit comercial que produce un monumental descuadre en las cuentas internacionales, reduce la confianza y los campos de inversión, acosa el déficit fiscal, eleva la deuda y se vive con una tasa de cambio negativa.

Menos ingresos por impuestos dado un sistema tributario funcional a una economía espúrea con más de 100 subsidios escondidos que no retornan a la economía pero que si van a otras inversiones en el exterior o se guardan en los paraísos fiscales. Entonces, el objetivo de las políticas no es la productividad, porque el 80% de la canasta exportadora la conforman pocos productos básicos, algunas manufacturas livianas, y la minería de enclave. Baja productividad y rezagada canasta exportadora tiene como resultado lo siguiente:

En 2019, el déficit comercial de bienes intermedios fue de US$ 7.700 millones, en bienes de consumo de US$ 9.000 millones, y en bienes de capital de US$ 14.000 millones. El déficit en industrias de mayor complejidad tecnología es de US$ 30.700 millones anuales. Esto significa que en doce o trece años Colombia acumularía un déficit comercial, tecnológico y en investigación, equivalente al PIB total del 2019. Es decir, Colombia trabaja para otros.

En emprendimiento, según el Índice Global de Ecosistemas de Start Ups 2021: Colombia ocupa el puesto 47 entre 100 países, el quinto en América Latina detrás de Argentina, Brasil, Chile y México. Bogotá tiene la quinta posición en América Latina y 77 a nivel mundial. Medellín el lugar 13 en la región y 183 en el planeta, y Cali es 17 entre los vecinos y 298 en el globo.

El panorama empeora con la educación: Colombia no tiene ninguna universidad entre las 200, 300 o 400 mejores del mundo. A más exigente es el ranking, más abajo se va el país. En las pruebas PISA le va muy mal, y a nivel interno, las brechas entre estratos económicos, según las pruebas Saber y Saber Pro, se amplia. Esto sucede porque la economía es poco productiva, es primaria sin industrialización ni servicios avanzados derivados de sus capacidades endógenas de producción y conocimiento. En consecuencia, las brechas sociales aumentan derivando en un alto analfabetismo funcional que genera más inequidad y por tanto una pésima distribución de la riqueza.

Con un sistema productivo rezagado la relación entre investigación y empresas, es escasa, por eso el 96% de los investigadores están amarrados a las universidades, porque las empresas no hacen I+D+i. Esto será cada vez peor, pues en la medida en que más organizaciones se venden al capital internacional, menor necesidades de investigación habrá, porque en la política de desarrollo productivo no hay ninguna exigencia a esos capitales para hacer investigación en Colombia, ni para exportar ni para fertilizar las cadenas nacionales y globales de producción.

Es decir, la política neoliberal regala el mercado, a cambio recibe poco porque las utilidades se pueden repatriar en su totalidad. En consecuencia, la tributación es baja porque hay una cultura de la evasión y porque la economía no da más. El gran jalonador de la destrucción productiva, son los TLC, porque le asignan a Colombia el mercado de los productos básicos, pero le restringen la producción de tecnología, incluso para los productos primarios. Hoy Colombia no tiene ninguna estrategia de estado para sectores de alta tecnología y productores de alta tecnología.   

El atraso estructural es 100% funcional al narcotráfico y a toda actividad ilegal, porque las necesidades de recursos humanos con principios y conocimientos fuertes, no se necesitan. Asimismo, es funcional a la informalidad, por eso es absurdo forzar la formalización si las condiciones estructurales de la economía no están dadas para trabajar con las micro y pequeñas empresas informales, según sugiere Rodrik para economías en desarrollo mientras no haya cambio estructural.

Con los neoliberales que están en el gobierno, con los neoliberales que quieren presidencia, no habrá futuro. El modelo nació viciado, ahora está fundido, no tiene reparación. Hay que inventar otro.

P.D.: “La economía por mal camino” (II). Siguiente columna.  

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