viernes, 8 de marzo de 2024

CINCO ARTÍCULOS SOBRE DESARROLLO REGIONAL Y CIUDADES


I

REESTRUCTURACIÓN PRODUCTIVA Y PODER 

TERRITORIAL

Este artículo se publicó inicialmente en Razón Pública

Empresas, centros de investigación, nuevos emprendimientos, desarrollar las regiones más atrasadas, crear corredores y distritos de la innovación y mejores vías: una propuesta para reestructurar el modelo productivo de Colombia*.

Jaime Acosta Puertas**

Los ejes

Colombia necesita reestructurar su modelo productivo y aprovechar su territorio para impulsar la economía. Para eso harían falta:

·         Nuevas políticas de desarrollo productivo y de ciencia, tecnología e innovación;

·      Conexión entre las mipymes, las grandes empresas, los nuevos emprendimientos y los centros de investigación;

·         Una educación de calidad;

·         Un sistema de movilidad moderno y sostenible; y

·         Una política de desarrollo regional que supere la descentralización.

Las empresas del campo

La reestructuración de la economía colombiana implica reformar la actividad campesina y conectarla con la de los centros urbanos. Las mipymes son fundamentales para eso, deben ser el motor de la producción primaria, agroindustrial, y formar pequeñas cadenas de producción locales que se conecten con las grandes empresas. De esa manera, desatar un proceso que cierre las enormes brechas entre el mundo rural y el urbano.

Para lograrlo se necesita una economía rural del conocimiento, con núcleos de investigación donde los productores participen en el desarrollo tecnológico, la innovación abierta, la formación de calidad y el mejoramiento permanente. También deben abrirse nichos especializados para fabricar ciertos insumos y cierta tecnología de producción. Esos nichos estarán integrados a las empresas innovadoras de las ciudades y conformarán los ‘sistemas territoriales de industrias y negocios de la agricultura, la energía y la bioeconomía rural’.

Por otro lado, las personas podrán acceder a programas especiales de asistencia tecnológica y de educación para aumentar su conocimiento, productividad y calidad de vida.

En el caso de las grandes empresas rurales, estas deben tener una agenda de desarrollo científico y tecnológico sostenible, y de diversificación de las respectivas cadenas. Esto se impulsará mediante incentivos por producir, innovar, crear empleo, exportar, diversificar, y apoyar la inversión y el desarrollo sostenible. Habrá incentivos del Estado a partir de acuerdos con estos empresarios para que su actividad garantice retornos a la economía, al estado y a la sociedad.

Finalmente, se necesita fortalecer el Sistema Nacional de Innovación Agropecuaria (SNIA) y crear los Sistemas Territoriales de Innovación (STI) los cuales se integrarán a redes nacionales e internacionales de investigación e innovación.

La innovación en las ciudades

En el marco de la política de reestructuración productiva y de Ciencia, Tecnología e Innovación crear cadenas de pymes que sean eslabones estratégicos de las grandes empresas de actividades o sectores estratégicos y emergentes de alta tecnología y para impulsar el surgimiento de una nueva generación de empresas innovadoras (spin off y start-up).

Los apoyos deben dirigirse a las empresas especializadas en sectores clave existentes que creen empleos, innoven, exporten y paguen impuestos; y a nuevas empresas de alta tecnología y elevada productividad que transformarán la economía a largo plazo, y dinamizarán las exportaciones. Las grandes empresas nacionales escogieron qué camino seguir con la apertura de economía, pero ahora deben dirigirse a donde el país necesita que vayan.

Por otro lado, las multilatinas colombianas deben robustecerse y hay que atraer empresas extranjeras para producir, investigar, desarrollar conocimiento y exportar. El país les entrega el mercado y ellas le entregan conocimiento, un principio de reciprocidad.

Para dinamizar la reestructuración productiva se deberá crear el sistema de industrias y servicios avanzados (SISA) para mejorar el aprendizaje, el cambio tecnológico y las complementariedades entre las empresas. El sistema incluiría una red de centros y grupos de investigación nacionales y extranjeros.

También debe crearse la agencia colombiana de industrias de la innovación, la cual apoyará la investigación aplicada de alta complejidad sobre todo en sectores promisorios de tecnologías disruptivas. Esta agencia debe estar en Bogotá o en el arco industrial de la Sabana de Bogotá. La agencia gestionará y coordinará acciones entre centros de investigación de excelencia y grandes empresas innovadoras, cofinanciará los proyectos elegidos mediante convocatorias públicas, y trabajará con las multilatinas, con empresas extranjeras, y con las grandes y medianas empresas nacionales. Eventualmente puede haber proyectos conformados por conjuntos de pymes de los sectores innovadores asociados con un proyecto de investigación, u de alguna start up disruptiva, bajo condiciones especiales recibirán apoyo del Estado.

Las regiones

El centralismo del país hizo que los territorios se relacionaran con la Nación, pero no entre sí, y fracturó las posibilidades de integraciones regionales. Las Regiones Administrativas de Planificación Especial (RAPE) servirán para cambiar esto.

Actualmente tienen poco músculo, pero pueden mejorarse para que tengan una capacidad de ejecución focalizada y sean una instancia de participación en decisiones estratégicas sobre temas medioambientales, de infraestructura, de integración productiva y de innovación. Las RAPE deben convertirse en una instancia de transición a la autonomía de las regiones.

Además, se necesita de una infraestructura que impulse e integre procesos de desarrollo endógeno. Las mega regiones y los corredores regionales pueden funcionar si se crea una conexión entre autopistas, vías secundarias y terciarias, redes digitales, desarrollo productivo, educación y CTI. Sin infraestructura es imposible impulsar procesos de desarrollo endógeno.

Las mega regiones del Pacífico, la Amazonia y los Llanos Orientales, y la Guajira necesitan enfocarse en la bioeconomía, las energías renovables y las industrias culturales.

Pero es necesario mejorar la educación y crear núcleos de investigación articulados con las universidades más grandes y de mayor calidad: la Universidad Nacional y la Universidad de Nariño, tienen sedes en Tumaco, por ejemplo. Así se interconectarán las capacidades de las regiones más avanzadas con las de menor desarrollo.

Los territorios menos desarrollados necesitarán de centros regionales de industria innovación y emprendimiento (CRIIE) en los principales municipios, como: Tumaco, Bahía Solano, Quibdó, Buenaventura, Mocoa, Yopal, Arauca, Riohacha, Mocoa o Florencia.

Estos centros impulsados por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, debe considerarse un programa estratégico de la política de reestructuración productiva. Junto a los centros de educación, cultura y salud, conformarían pequeños distritos de la innovación para impulsar el progreso social y económico.

Corredores viales para los corredores de la productividad

La reestructuración productiva permite pensar en corredores de gran progreso económico y ello exige crear autopistas o mejorar las vías. Por eso se debe establecer cómo serían las vías principales de cada corredor: tres o cuatro carriles, 4G, e incluso cuáles serán 5G y 6G. Algunos corredores podrían unir a:

·        Putumayo, Huila, Tolima y Cundinamarca;

·        Cundinamarca, Bogotá y Boyacá;

·        Cartagena, Barranquilla y Santa Marta (este corredor aún no se destaca como un proyecto de desarrollo regional, sin importar los estudios, discursos e intentos políticos de integrar la región);

·        Antioquia, Córdoba y Sucre;

·   Tolima, Eje Cafetero y Chocó, que de paso se integraría con el corredor que viene del Putumayo hacia Cundinamarca y el de Bogotá, Ibagué, y el Valle del Cauca, formando un avanzado sistema de movilidad del centro con el sur.

La paz en Colombia exige la integración y el desarrollo del Pacífico (Chocó, Valle, Cauca y Nariño), que podría convertirse en un proyecto mayor de integración con Ecuador. Por eso es necesario construir la doble calzada entre Piendamó y Pasto, de modo que no aparezca un cuello de botella en el desarrollo del sur occidente de Colombia y haya una conexión desde Boyacá hasta la frontera con Ecuador y de ahí con las grandes ciudades del país vecino.

Un elemento importante en la estrategia de estructurar corredores de alta productividad es la vinculación de universidades de calidad que investiguen y tengan núcleos consolidados en actividades productivas estratégicas en el marco de las políticas de reestructuración productiva y de CTI.

Distritos de Innovación y cultura

Finalmente, deben crearse en ciudades de mediano y mayor desarrollo. Convendría evaluar a fondo el caso de Medellín con la Ruta N y el proyecto del distrito de la innovación. No se han desarrollado aún grandes hábitats de innovación en Colombia debido a las débiles políticas de desarrollo productivo, de ciencia y tecnología, y de educación. Si estás no impulsan el cambio, los hábitats no surgirán.

Proyectos como el distrito de la innovación de Medellín y el de Ciencia, Tecnología e Innovación en Bogotá son aún incipientes, especialmente el segundo, pues viene de la saga del Anillo de la Innovación, gestado en el Plan de Ordenamiento Territorial de hace veinte años.

Las ciudades pequeñas como Pasto tienen las condiciones, el espacio y el recurso humano para crear un distrito de industrias culturales y de innovación, teniendo en cuenta además que sus carnavales son patrimonio inmaterial de la humanidad. Así mismo, para proyectar una ciudad de la salud, porque la aglomeración está espacialmente dada entre IPS de distinto tipo, farmacias, y universidades, pero le falta investigación y nuevos emprendimientos.

Así las cosas, sería útil impulsar múltiples distritos clasificados en tres categorías, según el tamaño, la especialización y el nivel de desarrollo del territorio que reciban recursos del gobierno nacional, incluyendo regalías y contrapartidas locales, públicas y privadas. Estos distritos serían:

a)    Barranquilla, región de Bogotá, Cali y Medellín.

b)    Bucaramanga, Cartagena, Pereira, Manizales.

c)    Cúcuta, Popayán, Pasto.

 

*Este texto forma parte de la alianza entre Razón Pública y la Fundación Friedrich Ebert Stiftung en Colombia (Fescol).

**Analista político, consultor e investigador independiente, experto en economía y sociedad de la innovación.


II 

BOGOTÁ: EL METRO DEBE TENER UN PLAN 

DE RENOVACIÓN URBANA

Jamás el exalcalde Peñalosa tuvo razón con el metro para Bogotá, porque él cree que unas gigantescas tractomulas sustituyen un tren, que buses grandes reemplazan a un metro, y que un alimentador elevado (él lo llama metro elevado) en medio de calles angostas es mejor que un metro subterráneo. Y a la alcaldesa Claudia López le dió lo mismo el uno que el otro con tal de no dañar sus aspiraciones políticas.

No voy a detenerme en discusiones técnicas de cual es mejor, cuando ni siquiera se hicieron los estudios fase tres del alimentador aéreo de Peñalosa que Claudia abrazó por conveniencia política personal más no por conveniencia para la ciudad. El nivel de los estudios es una especie de híbrido fase 2.5, que nadie entiende, y se entiende menos que la exalcaldesa Claudia López no hiciera los estudios faltantes, sino que aceptó la concesión tal cual se la dejó Peñalosa. Ahora, ante la presión del presidente Petro, se está insistiendo en esos estudios, pero el consorcio chino nada que los entrega abonando el terreno para un límbo jurídico que nadie entiende, solo los de los contratos obscuros. Una vez más Bogotá pierde y la nación también porque es la que aporta el 70% de los recursos. Al concesionarse el proyecto los estudios fase tres no fueron obligatorios, sino que se harían en la medida que avance el proyecto. Una fatalidad más del mercado como agente superior. Pierden el Estado y la ciudadanía.

Ahora bien, si una parte del metro o alimentador elevado, y otra parte es un metro subterráneo, amerita una discusión adicional y de fondo sobre el tramo por la Caracas, tema en el cual nadie está interesado, ni los del metro elevado ni los del metro subterráneo, porque no hay una palabra, una propuesta, una discusión. Seguramente urbanizadores y constructores ya han comprado predios para hacer más de lo mismo en una versión siglo XXI.

La Caracas un desastre urbano es también la ciudad del futuro.  

Bogotá es una ciudad que se ha caracterizado por impulsar importantes desarrollos urbanos y después abandonarlos. La carrera Décima se hizo a la par de la Avenida Paulista en Sao Paulo, mientras aquella está destruida cuando a dos cuadras están las sedes de los tres poderes del Estado y la alcaldía de Bogotá, la Avenida Paulista es un referente que la ciudad se ha preocupado por conservar y desarrollar.

Un recorrido por la Caracas desde la Primera de Mayo hasta la calle 80, es un desastre urbano. Una especie de Gaza, destruida por una precaria clase dirigente.  Solo un proceso de renovación pleno de nuevos contenidos puede rescatar algunos espacios, como el barrio Carvajal, la iglesia del Voto Nacional, y sobre todo la aglomeración de hospitales, en su mayoría públicos, ubicados en torno al San Juan de Dios que a duras penas escapa a convertirse en ruinas. Hace doce años se pensó que se podría desarrollar como una aglomeración de servicios de salud de alta complejidad, para ello se adelantó un proyecto que se llamó Ciudad Salud Región con el fin de atender pacientes de menores y bajos ingresos, también a gente de los municipios vecinos a la capital, hacer investigación, impulsar el emprendimiento en temas de industrias de salud, y recreación, cultura y educación en tono a la salud y la vida. El Hospital Infantil se remodelará más pronto que el San Juan de Dios, y el Cancerológico será una institución más potente al abrigo de la reforma de la salud y de la política nacional de reindustrialización.

Ciudad Salud Región le ha quedado grande a los alcaldes: Solo Clara López lo entendió y apoyo en su corta administración. Petro avanzó hasta recuperar para Bogotá el San Juan de Dios que estaba en manos de la Beneficencia de Cundinamarca. Peñalosa no lo miró, y solo hizo lo único que sabe hacer: tumbar el barrio San Bernardo para darle espacio a alguna constructora. Claudia no tuvo visión para ese tipo de iniciativas a pesar de que si fue capaz de traer a Sinovac para construir una fábrica de vacunas. Resulta que Ciudad Salud Región solo está a dos cuadras de la Casa de Nariño. Así como el barrio Las Cruces, deprimido e inseguro, aunque por su ubicación con un enorme potencial de revitalización.

Sería bueno que el presidente Petro, el Minsterio de Salud y el alcalde Galán, lo revisen, entre otras razones porque sería un ejemplo de revitalización y de recuperación de un espacio público para la salud, para eso fue pensado. El San Juan de Dios y toda la aglomeración de clínicas y hospitales se vino a menos por la ley 100 y su orientación a privatizar el sistema. Sin embargo, gracias a sus directivas, el Instituto Cancerológico, se ha sostenido y en su especialización es muy reconocido a nivel internacional.

La figura  (elaborada en 2012) muestra los hospitales (H) ahora localizados y los nuevos que se construirían con el correr de los años. 



También están los centros de investigación (verde), un centro de emprendimiento y espacios para pymes de una industria de salud de alta tecnología. La importancia de la cultura y la recreación en torno a la salud (Industrias culturales), utilizando el generoso espacio público que va de la carrera décima hasta la Caracas, donde hay importantes edificaciones que son patrimonio histórico.    

Desde la aglomeración de hospitales hasta llegar a la calle 26, salvo una que otra pieza arquitectónica, lo demás sufre un deterioro absoluto y cuyo mejor futuro es que la tumben.

Avanzando por la Caracas a partir del costado norte de la 26, está el complejo de edificios de uso público y privado, conocido como el Centro Internacional, donde está el proyecto Atrio: del cual está construido un primero y bello edificio, el más lindo de la Colombia moderna, y aún está pendiente la otra torre, mucho más alta, y la recuperación de la plazoleta del Centro de Convenciones, donde hay una escultura de Ramírez Villamizar. Esta plazoleta debería acoger más esculturas de nuestros grandes artistas: Negret, Botero,…  De ahí hasta la calle 80, por la misma Caracas, una que otra pieza arquitectónica, uno que otro edificio nuevo sin ninguna generosidad urbanística en sus espacios públicos.




El entorno urbanístico de la Caracas está destruido un 80%. En estas condiciones, el alimentador aéreo de Peñalosa para los buses rojos de Transmilenio, sería un corredor aún más horroroso y peligroso, porque no habría condiciones para una reestructuración urbana, que solo sería posible si se tumban los costados oriental y occidental de la Caracas, salvando una que otra edificación y nada más.

El metro subterráneo, incluso el elevado, abriría la posibilidad de un desarrollo urbanístico donde cabrían los buses eléctricos de Transmilenio, permitiría crear espacio público, prolongar el centro internacional hacia el norte hasta la calle 39 integrando el conjunto de edificios donde está Ecopetrol, que amenaza deterioro. No solo se trata de tumbar edificaciones precarias y en pésimo estado, para reemplazarlos por nuevos edificios, que empiezan a construirse sin ninguna generosidad estética y urbanística. Se trata de pensar un mega proyecto de ciudad del futuro que recupere también la carrera 13, otra vía que no vale un peso, e integre otras piezas y zonas de la ciudad: Museo Gaitán, preservar Teusaquillo, integrar el distrito de las artes que va por la carrera 17 de la calle 57 hasta el barrio San Luis. 

Además, se tendría que hacer una intervención igual por la carrera 15 desde la calle 72 hasta la calle 100. Un proyecto para los siguientes cincuenta años proyectado a doscientos años.

Asimismo, el corredor de la Caracas, de la calle 26 hacia el norte, se integraría con la Carrera Séptima, otro proyecto que le ha quedado grande a los alcaldes y a la ciudadanía. La alcaldesa Claudia López mostró como sería el proyecto, y la reacción de políticos interesados es virulenta. Nada les gusta pero nada estructuralmente correcto proponen. Cuando se considera el segmento entre la calle 39 y la 67 se piensa en la necesidad de un plan de renovación urbana cuya identidad serían el conocimiento en torno a las universidades, y una reestructuración del comercio y de los servicios que ahí se prestan porque en la actualidad, entre la carrera séptima y la Avenida Caracas está lleno de comercios y de actividades de mala muerte. De la 67 en adelante, al menos hasta la calle 100, la identidad ya está dada: vivienda para estratos de altos ingresos y servicios de distinto tipo. Luego hasta la calle 127 o 134, una vez la carrera séptima y su movilidad estén renovados, habría que darle una identidad a ese fragmento urbano. Una intervención planificada y progresiva de muy largo plazo, revitalizaría ese inmenso corredor y el metro tendría sentido de ciudad y no solo de movilidad. Sin embargo, si la ciudad no ha podido con el metro menos podrá diseñar una nueva ciudad en Chapinero.   

Se trata de mucho más que un metro subterráneo. Se trata de repensar para diseñar la reconstrucción y construcción de una nueva ciudad, de un tramo del sur al norte, que en la Estación Central conecte con la calle 26 hacia el aeropuerto, donde está en desarrollo el Distrito de Ciencia, Tecnología e Innovación, que lo llamaría Innobo, como se llamó en sus primeros estudios hace doce años, así como el eternamente aplazado proyecto de renovación del CAN. Me ocuparé de este tema en otro artículo.

Entonces, un tramo subterráneo de la primera línea del metro vale la pena hacerlo si la Caracas se piensa como parte de una nueva ciudad. Se densificaría con generosidad en su diseño integral: espacio público, vivienda de calidad, cultura, arte, educación, investigación, emprendimiento, ciclo vías, y solo motos eléctricas silenciosas. Desparece el transporte público por la carrera trece, y la nueva ciudad se integraría con el viejo centro, el de siempre.

Es espantoso ver como Colombia no puede con grandes proyectos, con grandes sueños, con grandes iniciativas de ciudad, con grandes utopías de nación. Quito ya tiene metro.  Los demás metros de las capitales de Suramérica siguen construyendo más líneas complementadas por sistemas alternativos de movilidad. En doce años el metro de Sao Paulo ha construido cinco nuevas líneas, para un total de once. Mientras tanto Bogotá en marzo de 2024 únicamente había sembrado los primeros pilotes de la primera línea del metro. Los cien años de atraso de Bogotá son los cien años de atraso de Colombia en el desarrollo de sus ciudades y de su modelo de desarrollo.


III

DE LA DESCENTRALIZACIÓN A LAS AUTONOMÍAS REGIONALES

Parece que las grandes transformaciones en Colombia duran más o menos treinta años. Hay una enorme incapacidad para intentar cambios cuya consolidación dura un siglo. Al final, treinta años son miradas de corto alcance y cincuenta o sesenta años son de mediano plazo, determinadas por intereses económicos, políticos y territoriales individuales, o la combinación de los tres.

En lo territorial ha pesado la influencia de los departamentos monetariamente más ricos, ampliando las brechas intra e inter territoriales. El abandono de grandes territorios, incluidas subregiones de los departamentos más ricos, es culpable al menos de la mitad de la violencia, porque la otra mitad es producto de las malas políticas públicas y de inhumanas equivocaciones de una dirigencia rezagada y violenta como ninguna otra en América Latina y como pocas en el mundo. 

Los territorios reflejan fortalezas y debilidades propias, y la precaria calidad de las políticas nacionales y los des-arreglos institucionales, locales y nacionales, en torno a la corrupción, la violencia, la ilegalidad, la discriminación racial, la informalidad y la baja productividad, que le ganaron espacio a la transparencia, a la paz, a la legalidad, a las diferencias culturales, a la formalidad, a la inteligencia, a las artes y la cultura y a la productividad. Es decir, el problema está en el contenido de las reformas, como las cuatro que están en discusión (salud, pensiones, laboral y educación) y en los sesgos que terminan deformando y agotando las políticas estructurales que deberían irrigar condiciones para que el desarrollo endógeno (desarrollo propio de los distintos territorios) pueda emerger con el fin de lograr un desarrollo equilibrado de la nación en torno a factores superiores de progreso, bienestar y sostenibilidad ambiental de la diversidad cultural territorial.   

La descentralización fue la respuesta de un estado centralista para calmar cualquier intento de una reforma constitucional para un Estado con autonomías territoriales. La descentralización de lo nacional se desató en los años 1980 y se afirmó en la constitución de 1991. Se lograron espacios políticos, como la elección de alcaldes y gobernadores por voto popular, se quebró el bipartidismo por un multipartidismo emanado de los partidos conservador y liberal, es decir, estos se dividieron en su descomposición e incapacidad para responder a la suma de problemas y aprovechar las potencialidades multidimensionales de la nación. Sin embargo, se abrió espacio al surgimiento de nuevos partidos y movimientos que se aglutinan en torno al centro y la izquierda, y otra cantidad infinita de expresiones político religiosas o de propósito específico que van de la ultraderecha, pasando por la derecha, el centro y ninguna de centro izquierda o izquierda. 

Con la descentralización se descentralizó la chequera para pagar nóminas de salud y de educación, y llegaron a los territorios más recursos para servicios básicos y sociales. Si bien la cobertura mejoró bastante, hay problemas de calidad y de acceso en lejanos territorios y en los de bajo desarrollo en ciudades y departamentos. Las obras son eternas: la construcción de un colegio público puede durar doce o más años para que tres o cuatro alcaldías saquen tajadas de corrupción.  

Los resultados no han sido mejores por razones de recursos escasos y aún más escasos por ineficiencia, violencia, corrupción y diferencias políticas que dejan muchos otros proyectos a mitad de camino, o en la carpeta, y que en conjunto no alcanzan a configurar visiones y planes integrales de desarrollo territorial. 

Entonces, se puede decir que la idea y contenidos de la descentralización están agotados. En ese contexto nace la Misión de Descentralización 2.0 liderada por el Departamento Nacional de Planeación (DNP), y dirigida por Darío I. Restrepo, un reconocido experto en desarrollo regional. Recomiendo la lectura de una columna de su autoría publicada en Kienyke. Pacto por la descentralización, donde muestra los propósitos positivos de la misión, que de lograrse dejarían a Colombia en la puerta de un estado autonómico, si por supuesto así se piensa la misión, a lo Mazzucato, porque los elementos están dados. 

Los objetivos y alcances de la misión pueden arrojar resultados que mejoren rezagos no resueltos, incluso, llegar a coberturas óptimas. Pero, existen tres problemas de fondo, que una descentralización, por bien intencionada  e inspiradora que pretenda ser, no va a solucionar, si no es bajo una política de Estado por las autonomías  regionales que determine una recomposición del ordenamiento de los territorios, y de una profunda reforma general del Estado nacional para la creación de un Estado nacional autonómico a través de una nueva constituyente antes del 2030. Las reformas de Petro no serán suficientes, aunque dejarán las bases para repensar y reconstruir a Colombia. 

La diversidad de la nación es tan grande, tan rica y tan bella, que una nueva respuesta desde el centralismo lo que hará es inhibir la fuerza de cambio impidiendo que se desaten las capacidades y potencialidades de las diversidades territoriales que configuran el mapa geográfico y multicultural nacional. 

Colombia es un país de mediano tamaño, mediano desarrollo, medianamente conectado y medianamente atendido, porque ha sido un estado pequeño puesto que le ha quedado grande, demasiado grande a su dirigencia, salvo para capturarlo, fragmentarlo, violentarlo y saquearlo. 

El gobierno quiere acertar, de por si los diálogos regionales para el Plan Nacional de Desarrollo se hicieron en 51 territorios, más que los 32 departamentos en que está dividida la nación. Es un avance, pero no es suficiente. Gobernar unos días desde las regiones atrasadas, es otro avance, pero no es suficiente si no lo hace de manera sistemática. El problema que no lo puede resolver una descentralización 2.0, porque no está sustentada en la autonomía nacional y regional con la cual es posible desatar el pleno potencial de desarrollo productivo, cultural, de investigación, conocimiento, creatividad y la sostenibilidad ambiental de los territorios. Es decir, la productividad de factores conocidos y nuevos.  

Se requieren grados elevados, a veces absolutos, de autonomía regional, y eso implica superar las espantosas soberbias del centralismo nacional, porque los problemas estructurales de Colombia se tramitan a través de una enorme cantidad de bypass entre nación y territorios, donde impera la orientación de la nación, por lo tanto, los territorios tienen que aplicarse al imperio del centralismo. Es decir, superar el modelo político administrativo, y el modelo de crecimiento económico que es disfuncional a una correcta idea de desarrollo duradero para abatir la corrupción, la violencia, las inequidades, el extractivismo primario y las brechas intra e interterritoriales. 

Si Colombia decide hacer las cosas bien, a través de una senda al 2050 - 2100, tiene que hacer una revolución cualitativa y no solo cuantitativa (importan más los contenidos porque de esa manera los resultados numéricos serán mejores) combinando política de reindustrialización, de ciencia y tecnología, educación, salud, infraestructura, justicia y desarrollo regional sostenible. Los malos resultados internacionales muestran que al centralismo y a la descentralización les faltan una mejor irrigación de ideas para construir capacidades acordes a la positiva dotación nacional de factores.  

La descentralización no pudo hacer mayor cosa con la competitividad y la productividad, tampoco logró estados superiores en salud, educación, ciencia, tecnología e infraestructura, porque las mentirosas coberturas no han significado calidad, por eso las brechas son inmensas entre poblaciones pobres y ricas y entre departamentos pobres y ricos.

Las regalías de ciencia y tecnología poco han servido, pues no se constatan impactos contundentes en innovación, patentes, y en la diversificación de la producción y de las exportaciones.  Por eso los polos de innovación, en sus distintas posibilidades, salvo el modelo en crisis de Medellín, los demás intentos han fracasado. Ojalá el Distrito de CyT de Bogotá funcione luego de los estudios de Innobo. Las revoluciones tecnológicas y productivas han pasado por el frente - arañando algunos espacios -, dada la baja inversión en ciencia, tecnología e innovación y el nulo esfuerzo por reindustrializar la economía en los paradigmas productivos y tecnológicos de los últimos treinta años, sobre todo los de la Erat tecnológica en ciernes con la IA como tecnología disruptiva más influyente. 

La calidad de la educación, preocupa, los resultados en pruebas internacionales son malos, los currículos son iguales, los contenidos también, donde la omisión de la enseñanza de historia como una materia independiente y obligatoria, es de la mayor torpeza y maldad porque crea ciudadanos sin pasado sobre lo bueno y lo malo, para entender y proyectar lo mejor que puede ser Colombia en el futuro.  

El rezago en infraestructura es absoluto: en vías principales, secundarias y terciarias, tren, fluvial, incluso en conectividad aérea. Y dado el atraso y aislamiento de inmensos territorios, la sostenibilidad es un sueño y no realidad. 

El gobierno nacional quiere acertar, la Misión de Descentralización es uno de esos hechos relacionados con el desarrollo territorial en las políticas de reindustrialización, cambio energético y cambio tecnológico en agricultura, salud, defensa y vida, para un nuevo desarrollo rural y urbano sostenible, porque el campo y las ciudades se deben pensar como realidades complementarias dentro de complejos sistemas territoriales.   

El mal ambiente de los grandes medios a la gestión del gobierno, producto de algunos episodios motivados por errores del presidente, que no son errores de fondo, han querido convertirlos en eventos apocalípticos. No obstante, Colombia será mucho mejor en 2026 y dependerá de si continúa perfeccionando la nueva senda o perpetúa su estado de violencia, atraso y corrupción. 

La misión de descentralización 2.0 debe dejar a Colombia en las puertas de la autonomía regional. Con esa visión debe adelantar su tarea, y no para darle oxígeno a una descentralización que en las condiciones actuales no saldrá de cuidados intensivos, al igual que las demás políticas principales. Colombia en UCI, no por culpa de Petro, sino de gobiernos anteriores y de quienes navegan en los sucios propósitos de un turbio golpe de estado para seguir ensangrentado a Colombia. 


IV 

PLAN NACIONAL DE DESARROLLO Y 

REESTRUCTURACIÓN DE LA ECONOMÍA DESDE LOS 

TERRITORIOS

Amarguras de los territorios con los gobiernos nacionales

El gobierno del presidente Petro diseñó una estrategia regional para acercarse a los territorios con el fin de identificar programas y proyectos estratégicos con carácter vinculante en la ley del plan nacional de desarrollo 2022 – 2026, a través de una consulta masiva en cincuenta territorios de todo el país.

Para quienes hemos trajinado largos años por los temas de las políticas nacionales y la descentralización, sabemos al menos dos cosas: una, si las políticas nacionales no son inteligentes, visionarias y despojadas del ego ampuloso y muchas veces equivocado de los tecnócratas del nivel nacional, el desarrollo no llega y los desequilibrios entre territorios de los departamentos y entre departamentos son cada vez más grandes, entonces, el bienestar y el desarrollo se asomará solo por algunas pocas ventanas cuyos avances no se irrigarán más allá de inspirar un crecimiento reducido y un progreso poco innovador sin equidad y sin visión de largo plazo; y dos, la descentralización era una necesidad y etapa previa de una política de desarrollo regional centrada en las autonomías regionales, de lo contrario sería únicamente un instrumento de distribución o de delegación limitada de competencias a los territorios que terminó en una alianza perversa de clientelismo, corrupción y corto plazo entre políticos con asiento en el Congreso de la República, y la genuflexión de alcaldes y gobernadores ante los gobiernos nacionales. La descentralización es otra política de Estado que no sirve, por el contrario, frena la cohesión, la integración, la convergencia y el desarrollo de los territorios y de la nación. La descentralización solo es un mecanismo transitorio para transitar de un Estado extremadamente centralista a un Estado avanzado con autonomías territoriales.

Al existir un modelo disfuncional de acción del Estado, y de relacionamiento perverso entre políticos-nación-territorios, todo ejercicio o esfuerzo de darle voz y voto a las regiones, ha sido un sofisma, salvo cuando los presidentes intervienen con el presupuesto nacional a favorecer sus territorios o los territorios que le conviene a sus pactos políticos y electorales.

A cualquier intento de reivindicación territorial que cuestione al nivel central del estado o dispute liderazgo e iniciativa a los gobiernos nacionales, les cae el furioso centralismo. De esa manera, la descentralización del centralismo jamás se aproxima con una visión cierta y medianamente aceptable, aunque nunca las periferias regionales, porque la guerra, el atraso, la ilegalidad, la corrupción y la informalidad definen las características de esos inmensos territorios abandonados y rezagados.

Muchas veces, cuando los territorios tienen ideas futuristas, llegan los “genios” del centralismo a poner un alto en el camino a las nuevas ideas que surgen desde la necesidad y los sueños de quienes habitan los territorios. A más complejo sea el proyecto regional, más rápido el centro lo destruye. Perduran algunos de infraestructura que jamás se hacen a tiempo y en tiempo justo y a precio justo. No obstante, cuando los terminan, ya son obsoletos, y N veces más caros por ineficiencia, incapacidad y corrupción. Fueron pensados tantos años atrás, que sus diseños, impacto y soluciones se inauguran como si fueran ideas de un museo sobre el pasado y no obras para el futuro: el caso de la vía a los Llanos Orientales, de Bogotá hasta el Valle del Cauca, o de vías que nunca se construyen como la doble calzada entre Popayán y Pasto, una ruta que se parece a las imágenes del siglo XIX cuando bandas criminales asaltaban caravanas. Así es la vida y el tránsito por el largo tramo entre Timbío y Remolinos. 

Tanta desgracia en las infraestructuras de Colombia no es más que la consecuencia de una ingeniería que no se basa en la investigación de las características de la geología y de la geografía de un país con tres cordilleras, selvas, páramos, desiertos, planicies. La ingeniería de Colombia debería ser ejemplo de innovación y disrupción, porque su geografía es un laboratorio incomparable por sus difíciles y singulares características. En lo que sí es un modelo internacional, es en ineficiencia, intereses mezquinos y corrupción, como el caso del aeropuerto de Manizales que el gobierno debería enterrar, así como todos los traumatismos y demoras de la autopista del café. El Eje Cafetero, y sus problemas son consecuencia de su condición de patio trasero de Antioquia. Sacudirse de ese hegemón solo es posible con una salida directa al océano Pacífico, por el Chocó, y con una política de autonomía regional que supere la descentralización.        

Cuando desde el centro se piensa el desarrollo productivo, este se plasma en escasos proyectos disruptivos, en pésimos servicios y en un espantoso rezago en los sistemas de comunicaciones, de investigación, de innovación y de emprendimiento. No hay nada más inútil que los consejos nacionales y regionales de competitividad y de ciencia, tecnología, innovación y emprendimiento.

El desarrollo productivo desde las ideas limitadas y deformadas del crecimiento desde la nación y del mercado, ha sido un fracaso absoluto. No hay nada más patético que los gremios y sus cabezas. Parecen piezas arqueológicas, no por su valor histórico y cultural, sino por la premodernidad de su pensamiento y las limitaciones de sus ideas sobre el buen crecimiento a través de un desarrollo sostenible en un momento cuando crece de manera severa la crisis ambiental.


EL SUR DE COLOMBIA DE LA CORRUPCIÓN Y LOS MALOS POLÍTICOS A LA ESPERANZA

Al menos desde hace cuarenta años se sabe que la carretera Popayán – Pasto colapsaría algún día en la zona del municipio de Rosas, porque había una monumental falla geológica. Los gobiernos de las infraestructuras del mercado, es decir, la ingeniería del mercado que emergió en el gobierno de César Gaviria, veloz y eficiente para los análisis de costo-beneficio, pero lenta y atrasada técnicamente puesto que el negocio está centrado en fraccionar y extender los contratos hasta el final de los tiempos, recurriendo a artimañas jurídicas que la ley deliberadamente permite por lo cual todos los problemas los imputan a la geografía, ya que desde hace tres décadas, funcionarios públicos y contratistas han formado poderosos carteles de corrupción mediante los cuales los costos son bajos, pero los precios altos, y los márgenes de utilidad infinitos pues nunca dejan de crecer porque las obras son eternas.

Emilio Tapias, el rey de la corrupción en obras de infraestructura, que desde la cárcel continúa con sus actividades delictivas en torno a la contratación pública, decía en alguna entrevista, que había corrupción porque los precios que permitía el presupuesto de la nación eran muy buenos. Es decir, en el presupuesto de nación se definen los márgenes mediante los cuales los carteles de la infraestructura se organizan para asaltar las finanzas públicas. Por eso la plata nunca alcanza y por eso las obras nunca logran coronar el 100% proyectado.   

De esta manera, la infraestructura de Colombia es atrasada, con menos de un 25% de buenas vías con las cuales se especula para dar la falsa imagen de un país que se moderniza. Mentiras, espejismo, engaño a la nación, ya que siempre las obras quedan cortas, jamás se terminan a plenitud, que se suma a la ausencia de un sistema intermodal, porque acabaron con el tren que el gobierno del presidente Petro está reconstruyendo, la navegabilidad por los grandes ríos está subutilizada puesto que lo que más transporta son desechos humanos de las comunidades asentadas en sus orillas, y la sedimentación en la zona del canal del Dique incluye miles de desaparecidos en la guerra de los paramilitares contra campesinos indefensos cuyos cuerpos quedaron en el fondo de la desembocadura del Magdalena en el mar Caribe, razón por la cual es un campo santo. Lo mismo se puede decir de los ríos Cauca, Atrato, Telembí, Putumayo, y muchos más.

La crisis moral de Colombia se resuelve dejando pasar desastres. Así lo piensa la clase dirigente. No hay que detenerse para seguir avanzado y continuar robando. Mientras tanto, Colombia y sus regiones no se desarrollan. Miremos sólo lo que ha sucedido en la vía desde Bogotá hasta Ipiales – Puente de Rumichaca.

Bogotá – Ibagué. El robo de los Nule, ahora pagan casa por cárcel en sus mansiones. En el Boquerón solo se hizo un túnel, y el que construyeron parece una cueva obscura sin oxígeno. Ahora con la ampliación del tercer carril, ya Conconcreto, del Grupo Empresarial Antioqueño GEA, se bajó del proyecto porque el negocio ya no es bueno por X o Y razón. Recuerden la crisis en la construcción del Túnel de la Línea con la firma de un tipo Collins, y la obra aún no está cien por ciento terminada, pero sí pagada tres veces más de lo que Uribe presupuesto con su ministro del Opus Dai. La doble calzada de Cali a Popayán, ya se la robaron una vez, y ahora avanza en su segunda ejecución. La doble calzada entre el Aeropuerto Nariño y la capital del departamento se la tumbaron una vez, y hoy es una vía rarísima, pues tiene dos kilómetros de doble calzada, luego un trayecto de dos carriles, continúa con un pedazo de doble calzada y diez kilómetros antes de llegar a Pasto se convierte nuevamente en una vía de dos carriles. Es el producto de los “genios” de la infraestructura de la ineficiencia y la corrupción. Y el tramo de la desgracia por el derrumbe de Rosas, entre Popayán y Pasto, nunca ha superado la fase de promesas y estudios. Duque prometió terminarlos. Sin embargo, no sabemos qué alcance tuvo lo entregado por la exministra Orozco. Con un elemento nuevo y de incertidumbre: el territorio donde está la falla es más grande de lo imaginado, y amenaza en hundirse o derrumbarse, lo cual dejaría a Pasto, al sur de Colombia y Suramérica incomunicados por dos, tres o más años. 

La vía entre San Francisco - Mocoa se la robaron una vez, y ahora avanza en un proyecto que se extiende hasta el 2030, es decir, es imposible pensar en una solución de corto plazo.   La 4G entre Pasto e Ipiales, terminada en un 95%, porque falta un trayecto entre San Juan – Rumichaca, es una obra alucinante, con grandes desafíos, pues los lazos de integración con Ecuador están determinados por ecuatorianos que vienen a Ipiales y Pasto a comprar por la ventaja que les da la un dólar caro en Colombia, pero no para avanzar a una integración profunda en temas productivos, de educación, ciencia, tecnología, infraestructura, desarrollo regional, medio ambiente, energía, entre otros. Esa integración no avanzó porque la Comunidad Andina de Naciones (CAN) dejó de ser un proyecto de integración con perspectivas interesantes desde cuando Uribe firmó el TLC con Estados Unidos.  Ese TLC acabó con el sueño de la integración andina, puesto que Colombia le dio la espalda a la región para entregarse incondicionalmente a la superpotencia. De esa manera, Nariño, Cauca, Chocó, Putumayo y el sur del Huila, es un enorme territorio olvidado y marginado.

Hace cuatro décadas existió un proyecto para tener una refinería en Nariño aprovechando el petróleo que se extrae en el Putumayo. Petrosur se llamó ese sueño, un tío de quien escribe esta columna, estaba detrás del mismo, pero Ecopetrol nunca lo aprobó. Todo terminó en una entrevista que le hicieron en la revista Semana.  La bestialidad y la arrogancia del centro. Hoy Nariño no tendría problemas de desabastecimiento de gasolina y gas.

Las soluciones estructurales se demorarán, pero hay que hacerlas, de lo contrario es abandonar y para siempre al sur, dejarlo en manos de la informalidad y de la ilegalidad y quedar por fuera del proceso de paz.

Un grupo de pastusos, la mayoría viviendo en Bogotá y otros en el exterior, envió una nota al presidente Petro pidiéndole que es hora de apurar la doble calzada de Popayán – Pasto y de Pasto al Putumayo. Está bien, pero eso no tendrá ningún impacto real antes de cuatro a ocho años. El gobierno debe abrir una licitación con firmas extranjeras para hacer en tiempo cierto la doble calzada entre Cauca y Nariño. Meterse con firmas colombianas es alargar la agonía del territorio - basta mirar la tragedia que vive Bogotá con la construcción de la troncal de la avenida 68 -, porque el modelo de corrupción-ineficiencia o de ineficiencia en los contratos de infraestructura hará que esos cuatro años se conviertan en diez o más.

Ahora bien, hay un problema al interior del territorio. La carta de los notables del sur al presidente Petro, solo se preocupa de la zona andina, y no menciona a Tumaco que también sufre las consecuencias de la falla de Rosas. El puerto es la oportunidad inmediata y de largo plazo para sacar y traer productos. A la vez el puerto amerita una pronta y profunda inversión para mejorar el ingreso de buques de mayor calado, y crear una industria para la producción de embarcaciones de mediano tamaño. El exgobernador Luis Ernesto Chávez, tiene una visión muy clara de para qué sirve el puerto y qué se debe hacer para mejorarlo en capacidades y desarrollos complementarios. Ya se consiguieron recursos para hacer los estudios de factibilidad de un puerto con 12 metros de profundidad.

Al final, el problema del sur es un efecto combinado de actores internos y externos, por la indolencia del centro, y la incapacidad, falta de visión, responsabilidad y exceso de corrupción política de la dirigencia del sur.

En 1945, mi padre, Carlos C. Acosta, en ese entonces gobernador de Nariño, hizo un texto sobre el futuro de Nariño, en el cual, sí y solo sí se agroindustrializaba el Departamento se podría desarrollar. Ochenta años después sigue siendo la mejor alternativa para la tierra y el agua, y sumar las industrias creativas, de salud, 4.0, electrónica, naval, bioeconomía, y otras que la política de reindustrialización y de ciencia y tecnología tienen que impulsar, y que están consignadas en un documento que el autor elaboró para FESCOL en 2021 “Nariño una misión al futuro”, que se puede consultar en la librería de la www.libraryfes.de

No olvidar que la falla de Rosas es la falla del estado y de la dirigencia de Colombia, como consecuencia de un monumental derrumbe ético, institucional y de visión, por culpa de la corrupción entrelazada con la violencia de las economías ilegales. Los dos kilómetros y medio de la nueva variante se terminarán en marzo de 2024.

Finalmente, es inaudito que vestigios de la esclavitud se extiendan al siglo XXI, porque es incompresible que los cincuenta kilómetros de la carretera que conectaría Popayán con Guapi, no se hayan construido. Esa es una expresión máxima del atrazo cultural, económico y político en torno a la discriminación racial. Mientras tanto, el resto del territorio es uno de los tres territorios más violentos de Colombia por una conjunción de factores relacionados con economías ilegales.    

La Región del Pacífico una prioridad en el gobierno progresista del presidente Petro. En otro artículo, y cuando ya sea posible evaluar los resultados de la intervención del actual gobierno, habrá que hacer un artículo sobre el primer gobierno que mira ese vasto territorio con preocupación y acción.

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