AMÉRICA LATINA Y LA IZQUIERDA QUE DEBE SER (II)
Esta reflexión no alude a la situación de
Venezuela la cual solo sirve para un ensayo sobre la indignación y la estupidez
que todavía es posible en América Latina.
Foto: Gabriele Siegrist |
Los enemigos de la región no hay que
buscarlos afuera. El estancamiento perpetuo de unos países y el constante
crecimiento mediocre de otros, se han originado en las mismas naciones de
esta parte de las Américas. Las disputas entre conservadores, liberales,
socialistas, comunistas y alternativos, son superficiales, de matices, pues
creen que defienden unas banderas que en la realidad no existen porque todos
juegan en la misma cancha del capitalismo. Son una especie de sujetos
funcionales de un poder superior difundido por el mundo.
Desde que cayó el muro de Berlín, y se
acabó la Unión Soviética y desapareció la cortina de hierro en los países de Europa del
Este, en el planeta solo existe un tipo de sociedad, la sociedad capitalista,
como sistema absoluto con instituciones para todo lo que rige la vida ciudadana
y de los estados. El capitalismo no es un modelo económico, es un modelo de
sociedad, donde el individuo y la producción son el motor.
El mundo funciona bajos principios, leyes
e instituciones de un capitalismo global. Rusia y China que no siguen al pie de la
letra el modelo anglosajón de occidente, son sociedades y economías de mercado
con marca propia, así China se defina como estado comunista.
Los socialismos europeos son
construcciones sociales de mercado que se pliegan a la tendencia de moda del
capitalismo del momento. Los socialismos escandinavos son expresiones sociales
superiores del capitalismo. Todo consecuencia del estado del bienestar creado luego de la segunda guerra mundial, algo que ha escala, debería hacer Colombia, como subyace en el acuerdo de paz. Ahora pensemos en América Latina, nuestra casa.
La izquierda latinoamericana en la
transición del mundo
En los últimos treinta años los gobiernos
de izquierda han sido expresiones populistas o apuestas de un capitalismo
social de mercado. Ninguno ha intentado, a nivel nacional o local, cambiar los
modelos económicos en la era post soviética. Por el contrario, algunos cayeron
en la corrupción o en gobernar para los grandes conglomerados empresariales con
el fin de hacer más competitivas y más abiertas las economías al comercio y a
las inversiones globales, eso sí, implementando políticas y programas para
hacer mejor la vida de los más necesitados, e impulsar proyectos estratégicos
para el desarrollo nacional de largo plazo.
Algunos gobiernos de izquierda han
acertado, y los países han mejorado. Otros se han equivocado, y sus países son
iguales o peores a la herencia que recibieron. Los que fracasaron dejaron
abierto el camino a contrarreformas de la derecha que afectan a la clase media
y a los más pobres, porque los ajustes castigan a los vulnerables. Los que han
hecho bien o mejor las cosas, han dejado una mejor nación. Sin embargo, son
débiles los pilares con los que gobiernan.
A la ultraderecha no le gusta que la
izquierda maneje el presupuesto de la nación. Ella quiere manejarlo,
recurriendo a las más espantosas fantasías ideológicas y a unas perversas
estrategias de fake news, como sucedió en el golpe a Dilma, impulsado por
partidos creados para tal fin, y por el PSDB (Temer y demás del golpe
institucional), un partido aún más corrupto que el PT. Si el asunto era la
corrupción ¿por qué Temer y Bolsonaro llegaron a cambiar las políticas
estratégicas que Brasil tenía para convertirse en una verdadera potencia
emergente? ¿Por qué Brasil tiene que menguar a los BRIC y abrazar a Estados
Unidos e Israel, en vez de ampliar las alianzas como potencia emergente? Pelear
con China y con Rusia es una bestialidad, incluso con la India, porque será
otro poderoso gigante a la vuelta de pocos años, y por supuesto, estar en
contra de Estados Unidos, no es sensato.
Una especie de nueva enfermedad es la
derechización de la clase media, la de las grandes revoluciones. Se educaron y
lograron crear espacios de trabajo y de emprendimiento, por eso está instalada
en puestos estratégicos del estado, en el sector privado, en los organismos
internacionales, en la educación, y en miles de miles de ONGs. La clase media
es el corazón y el motor de toda sociedad moderna. Dado que los grandes
conglomerados tienen enormes beneficios fiscales, y la población menos
necesitada requiere de cuantiosas inversiones públicas, entonces, la clase
media se siente amenazada porque las reformas tributarias y los subsidios a los
pobres, en parte los termina pagando. Como no está dispuesta a discutir con
quien le paga, se abalanzan en las urnas contra los que reciben lo que paga en
impuestos. El triunfo de Bolsonaro se debió al voto de la clase media.
De esta manera, la sensibilidad, la
conciencia, la inteligencia, el sentido social y la transformación de la
sociedad, no lo abandera en este momento la clase media y con ello se pierden
la inteligencia que puede desde el conocimiento, la creatividad y la
participación, hacer los cambios que la sociedad necesita. Así las cosas, en
vez de ser la fuerza de tracción para el desarrollo de los que menos tienen, el
puente con el empresariado para que sea mucho más alta la productividad, y el
gran transformador de la gestión del estado, se ha convertido en una fuerza
poco interesada en hacer las reformas del estado para desarrollar las naciones.
Incluso, la mayoría es opositora del mismo centro, con posturas y consignas que
son verdaderas piezas de fanatismo. La clase media se ha vuelto superficial, se
ha convertido en fuerza de la inmovilidad, y son víctimas de sofisticadas
campañas de manipulación y mentiras, porque poco lee o lee mal.
En Brasil, OGlobo fue determinante en el
golpe a Dilma. En Colombia, dos grandes medios pusieron a Peñalosa en la
alcaldía de Bogotá con la amenaza de que si ganaba Clara López Obregón, al día
siguiente Maduro gobernaría a Bogotá. Hoy OGlobo ya no es el mejor amigo de
Bolsonaro, y una Bogotá desesperada espera el primero de enero del 2020 para que Peñalosa se
vaya.
Además, la izquierda no tiene canales de
comunicación propios, distintos a las redes sociales, pues no han creado medios
propios, y porque los medios más poderosos no tienen una dimensión más amplia
de la política, de las ideologías, de la democracia y de una sociedad más
moderna, avanzada, plural e incluyente. No existe banco que vea con buenos ojos
a la izquierda, incluso, ven con inquietud al centro. Ni creo que existan
empresarios de izquierda, y pocos de centro. El discurso termina siendo
irracional porque divide a la sociedad, crea barreras donde no debe haberlas
porque todos defienden y viven en un sistema del mercado, porque al existir
esas fuerzas que tensionan hace que algunos dogmáticos de la izquierda se vayan
a la extrema zurda, generando conflictos con la extrema derecha, los cuales
amenazan a todos, copan la atención de todos, desestabilizan las instituciones
y bloquean la inteligencia en la construcción del futuro.
Así, la deformación del discurso político
vuelve marginal los temas fundamentales de las sociedades latinoamericanas de
estos días. Los consensos para desarrollar las naciones, proteger el medio
ambiente, desarrollar la educación, la ciencia y la tecnología, transformar la
estructura productiva para desarrollar la economía y así abatir la pobreza, la
informalidad y la ilegalidad, disponer de una seguridad social de calidad y de
cobertura absoluta, como la pensión para la mayoría o para todos, atender bien
a los que tienen limitaciones en su condición física y cognitiva, desarrollar
espacios para la creciente población mayor, se vuelven marginales, cuando
deberían ser el centro del debate político e intelectual, para mejores
políticas de estado.
El capitalismo mundial de los últimos
treinta años está fracturado, creció exponencialmente, su ciclo de crecimiento
y desarrollo de largo plazo que comenzó alrededor de 1962 terminó en 2012. Hay
que rediseñarlo hacia una nueva dimensión de lo social, ambiental, del
desarrollo, de la cultura, de la democracia participativa, y de la
multipolaridad, porque la amenaza de grandes confrontaciones militares está a
la vuelta de la esquina. El bloqueo a Irán puede ser el principio del fin.
El mundo y América Latina navegan sin
rumbo. Los paradigmas desde las ciencias sociales, ya no responden. La nueva
revolución tecnológica va a una velocidad inimaginable. Una nueva sociedad
mundial debe emerger o la especie peligra, siendo latinoamérica la más
amenazada por su ubicación en la zona caliente del planeta, y porque destruye
los recursos naturales de manera suicida, por la manera irracional y
superficial de entender el desarrollo.
A donde debe ir la política en América
Latina
Superar la trampa de izquierda comunista
la cual ya no existe, porque el comunismo murió hace 30 años, y no tiene
ninguna posibilidad de emerger si las sociedades hacen las cosas bien. Los
peligros nacen y penetran cuando los estados, los partidos y la dirigencia
hacen las cosas mal.
El discurso social que promueve la
izquierda no es insuficiente, porque su concepción murió hace treinta años. Lo
social no solo tiene que ver con mejorar las condiciones básicas de los que
menos tienen, los paradigmas tecnológicos emergentes, y los problemas y
desafíos de las nuevas realidades globales, son inmensamente complejas,
sistémicas, desafiantes y emocionantes, por eso existen las teorías de la
complejidad. Generar riqueza no es malo, lo malo es que quede en pocas manos.
Ahí se desbarata la democracia y el estado social de derecho, y no emerge una
idea revisada del bien común. Todo lo anterior, de derecha, de centro o de
izquierda, ha muerto, así siga ahí.
Si las asombrosas nuevas tecnologías
digitales derivadas de la electrónica se usan bien, pueden ser una herramienta
para un cambio global positivo, porque nuevas tecnologías para viejas
sociedades es una contradicción. Genera deformaciones, incrementa las
diferencias y las brechas de todo tipo. Los emprendedores de estos días deben
ser revolucionarios tecnológicos y agentes políticos y sociales de cambio.
Nuevas tecnologías, nuevos emprendedores, nueva política, nueva sociedad.
La posibilidad intelectual de la
inteligencia es poder entender, pensar y construir más allá de la dimensión
sectorial de la especialización de cada iniciado. Depende del campo de
actuación de cada ciudadano, su mirada debe ser amplia y de una capacidad
ilimitada de conectar temas en una dimensión casi que infinita. Esto es válido
en tres ámbitos: en la educación y en la investigación; en la planeación y
gestión de largo plazo de los estados; y en el sector privado.
Este último tiene una responsabilidad
enorme, porque la sociedad y la economía están hechas para las organizaciones.
Las empresas deben ser ejemplo de ética, de innovación, de productividad, y de
inteligencia para el bien común. El enfoque mediante el cual el negocio es
lo más importante, no es funcional a las organizaciones del
futuro.
Todo esto y mucho más debe ser el discurso
de la izquierda si es que realmente quiere ser una opción duradera y de cambio
positivo sin los sesgos ideológicos del pasado. La izquierda debe pactar con la
sociedad que no llegará a destruir lo que está bien construido, que hará
transformaciones para hacer sociedades más avanzadas en todas las dimensiones,
y también los poderes deben comprometerse a no socavar los cambios positivos.
El centro debe decidir qué tipo de centro
quiere ser. Hoy es una especie de la nada, que a veces le da la mano a la
izquierda y luego la quita, otras veces a la derecha, y luego la esconde, y al
final funge como actores en la nebulosa porque su discurso no se ancla en nada.
En sociedades conservadoras, el centro termina siendo derecha.
En síntesis, el desarrollo del pensamiento
latinoamericano debe ir a las fuentes de la historia, a las necesidades del
presente, y a los desafíos del futuro, para construir culturas que podrían
conformar una nueva civilización. La izquierda debe entender esto, y la derecha
latinoamericana debe aprender de líderes como Angela Merkel, porque Bolsonaro,
Macri, Uribe, están lejos de la visión de la líder de Alemania.
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