COLOMBIA,
ECONOMÍA ZOMBI
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Foto: Gabriele Siegrist |
Hace rato que los economistas de la apertura no tienen
idea de cómo orientar, reestructurar y relanzar la economía, desarrollar la
sociedad, y construir instituciones fuertes y duraderas, lo cual se sabía que sucedería
con las políticas que implementó el kínder de Gaviria en 1991 si el enfoque no se
revisaba y las políticas no eran otras, porque las evidencias internacionales de ese entonces y de hoy señalan que no se tomó el camino correcto para actuar con éxito en
una economía mundial abierta, competitiva y de alta productividad. Han pasado
treinta años desde que jugaron con el modelo de crecimiento y hoy esa aventura
hace agua por todos los lados: economía sin norte, lento crecimiento, y baja
productividad.
El punto de inflexión y el fin de esa generación lo marca
la llegada de Alberto Carrasquilla al ministerio de Hacienda: experto en negocios
financieros que esquilman a incautos, pero incapaz de explicar por qué el
desempleo crece a pesar de que la gente que busca empleo es menos, y además dice
que no sabe cómo enfrentar el problema. Es la sinceridad de un econometrista protegido
de poderosos que por estos días están en el ojo de la opinión por escándalos de
corrupción y por ventajistas. Así mismo, es autor de una ley de financiamiento
fracasada que empobrece los ingresos del estado y de la mayoría de ciudadanos
pero que nada aportan a la economía a pesar de que favorece a los empresarios.
El hueco fiscal controlado a la brava no deja mayor margen para aumentar la
inversión en desarrollo, por eso su estrategia es vender los pocos activos que le
quedan al estado con el fin de cubrir al gasto público del día.
A lo anterior se suma la declaración del Director del Banco de
la República, Juan José Echavarría, que de manera sincera aunque políticamente
incorrecta para algunos pero no para otros, dijo hace algunas semanas que la
economía está estancada. Más allá de si un 2.3, 2.8, 3.0 o 3.5% de crecimiento
de la economía es aceptable, el director
tiene razón. Esta economía no está estancada en crecimiento pero si en
desarrollo, lo que importa para economías emergentes incipientes como Colombia.
Y hoy carece de sólidos fundamentales para emprender una senda de
crecimiento alto y sostenido por encima del 5 o 6%.
El dólar viene disparado hace tiempo, y la verdad es que
la opinión de la inmensa mayoría de analistas colombianos son lamentables
porque lo tratan de explicar como un factor exógeno, lo cual solo es la mitad
de la torta.
Una economía anclada al dólar por su condición de mediana
exportadora de petróleo, y también de narcóticos (sobre lo cual poco se dice), es
tanto como una enfermedad holandesa prolongada con dos patologías que afecta la
competitividad de otras exportaciones, sobre todo manufactureras, pero estimula
las importaciones por la debilidad del sistema productivo nacional, generando
un déficit comercial elevado en consecuencia en la balanza de pagos y en la
cuenta corriente de la nación. En otras palabras, los boom temporales (buenos
precios del petróleo) o los boom permanentes (narcotráfico), incrementan las
importaciones de todo tipo (especialmente de alta tecnología para la producción
y el consumo suntuario), pero no estimulan la transformación de la economía,
porque las políticas de desarrollo productivo, de ciencia y tecnología, y de
educación, no son buenas, ni están articuladas ni disponen de recursos
importantes y crecientes cuando son el corazón de los modelos de desarrollo,
porque a partir de ahí se genera empleo formal, calificado y sostenible, lo
cual hace que la mayoría de la población acceda a pensión y disminuya o
desaparezcan subsidios permanentes para pobres y empresas que se vuelven
estímulos perversos y un gasto público insostenible.
Con el modelo de crecimiento que hoy tiene Colombia: inequitativo,
con precaria transformación productiva, enorme dependencia tecnológica, alta
corrupción, sistema político polarizado en torno a temas secundarios perversos y
no de fondo, y padeciendo enfermedad holandesa con dos patologías que se oponen
y no se neutralizan, jamás podrá encontrar respuestas a los problemas de empleo
y su incidencia en abatir la informalidad, aumentar la tasa de población
jubilada, y tener recursos para elevar la productividad general de la economía
y de la sociedad, que le permita conformarse como una cultura nacional
emergente, potente, creativa, culta, de nuevas oportunidades y con objetivos de
desarrollo de largo alcance.
Colombia, con el modelo de crecimiento basado en actividades extractivas y narcotráfico, es un modelo sin inteligencia que no genera
estímulos ni reta a esfuerzos de mayor complejidad, que permiten avanzar a los
países porque desatan oportunidades para la nación, empresas y ciudadanos.
La manera de encontrarle rumbo a una economía que a nivel
global se comporta diferente a las economías que emergieron con gran fuerza en
las últimas décadas (principalmente de Asia), no se logra buscando reproducir la experiencia de otros,
porque los tiempos son distintos y las culturas también, por eso, solo
entendiendo la economía de hoy e imaginando y construyendo la economía del futuro
y la sociedad siguiente, haciendo aprendizaje, interpretando y construyendo con
mirada propia, global y de largo plazo.
Economía – sociedad - estado ahora van
de la mano pero con nuevas condiciones, desafíos y oportunidades para los
estados. A más inteligente son las sociedades (+ educación + investigación +
cultura + más industria y servicios que agricultura y minería + conciencia ambiental
y mejores instituciones + humanismo) más democracia participativa se necesita para
construir los grandes desafíos de la complejidad de estos días y de los que
vendrán, porque se necesita que fluya y organice la ciudadanía en torno a una
nueva idea de sociedad.
La democracia representativa en sociedades con economías lentas
y rezagadas, fomentan el individualismo disociador, egoísta, envidioso y
ambicioso. Entonces, a la sociedad le importa un carajo la nación, su economía
y los poderes, porque nada o poco le sirven. La gente no busca empleo porque no
lo encuentra o porque no satisface sus necesidades. La tasa de desempleo tiende
a ser alta, porque la economía carece de una política de desarrollo productivo
que desarrolle el sistema económico. Extractivismo y narcotráfico, son riquezas
que se generan en el corto plazo. Ahí no hay futuro, largo plazo, desarrollo,
solo un crecimiento de vitrina y un recurso humano donde muchos de los mejores
emigran y nunca vuelven.
¿Por
dónde vendría el cambio que necesita Colombia? Con
una acción combinada en cinco frentes:
1.
Corrupción: un
delito que se lleva la plata que el estado colombiano necesita para desarrollar
el país, además es una actividad delictiva compulsiva de corto plazo. La
corrupción es para ya y ahora, no hay mañana. Es una pandemia que debe ser
estudiada por los científicos sociales, incluida la psiquiatría, en el marco de
un proyecto político transformador que ponga al frente una reforma a fondo del
sistema de justicia.
2. Ilegalidad:
entendiendo que el narcotráfico tiene redes que permearon el sistema económico,
social y político, y hasta tanto no se legalice la cocaína seguirá copando espacios
cada vez más difíciles de identificar, filtrar y combatir, pues ahora participa
con el 10 o más por ciento del PIB si estimamos que los narcotraficantes
colombianos tienen solo el 10% de la cadena del comercio mundial de un mercado
cuyo tamaño fluctúa entre 500 mil y 700 mil millones de dólares año.
3. Rediseñando las
políticas de desarrollo productivo, de investigación, de educación y cultura
como ejes principales, y la agricultura, energía, infraestructura y medio
ambiente, como sectores determinantes, en el marco de la cuarta y la quinta
revolución industrial.
Economía
extractivista con corrupción y narcotráfico destruye las finanzas públicas, la naturaleza, la vida y el potencial de generar
permanentemente nuevas capacidades transformadoras inteligentes (economía de la
innovación). Es decir, es enemiga de una cultura elevada en pensamiento,
creatividad, valores y objetivos.
Sin
embargo, la política más estratégica en estos momentos y por los siguientes
veinte a treinta años, es la de desarrollo productivo. La que ahora se tiene no
sirve porque carece de focos estratégicos para diversificar y sofisticar la
producción, lo que a su vez obliga a diseñar instrumentos igualmente
estratégicos con efectos en decisiones también estratégicas en educación, investigación
científica y tecnológica y emprendimiento. Un país que no tiene focos estratégicos
es como una persona que se educa sin saber por qué y para qué.
La
política productiva de ahora carece de lo anterior porque se basa en acciones
transversales mediante las cuales pretende beneficiar a todos los actores
productivos sin diferenciar entre productores según su complejidad tecnológica
y diferencia en los tiempos de maduración de las actividades, de esa manera su
neutralidad se vuelve funcional al narcotráfico, a la corrupción y a la
informalidad, porque al carecer de visión y de focos estratégicos, los agentes
y las actividades económicas, licitas e ilícitas navegan en un mar sin límites
donde las brújulas no sirven, porque no hay metas superiores hacia un progreso
alto ni puntos de llegada. Colombia es un país de comercio, franquicias, y producciones
de bajo valor agregado por el carácter de las políticas de desarrollo. La baja
productividad de la economía colombiana indica y resume todo: no es una
economía de la inteligencia.
4. Desarrollo regional: el
rediseño de las políticas nacionales de desarrollo solo puede ir de abajo hacia
arriba y generar efectos positivos, si la autonomía territorial se da para
propiciar e impulsar procesos de desarrollo endógeno. Medellín sería mucho más
innovadora si tuviera políticas nacionales complementarias. Bogotá Región y su
estrategia de especialización inteligente sería mucho más si las decenas de
proyectos y de clusters tuvieran un marco de políticas del territorio con un
sector público comprometido (ahora marginal) que se asocie y fortalezca con las
políticas nacionales. Y así ocurre en las demás territorios. De lo contrario
son presas fáciles de la ilegalidad, la criminalidad y la informalidad, y se
convierten en espacios exuberantes de edificios y comercio, pero no de
desarrollo.
5. Relevo
generacional de tecnócratas y de expertos con experiencia y nuevas ideas,
para que el país encuentre explicaciones y soluciones estructurales a sus
problemas y potencialidades. El kínder de Gaviria y la generación posterior a
su amparo, ya no sirven para dirigir la nación aunque sí al interés de
poderosos interesados en su beneficio particular y no en el beneficio general,
pues basta mirar los escombros y las vías a medio hacer de la infraestructura, los
engaños de los fondos de pensiones privados, el sistema de salud enfermo por el
sistema de corrupción, el fracaso de los TLC en detrimento de la transformación
productiva y de las exportaciones de alto valor agregado, actividades primarias
cruzadas por la violencia y el atraso en el campo, el impreciso censo de
población solo para que las transferencias a las regiones vayan infladas y se
las roben los políticos en los territorios, y para engañar al mundo de que la
guerra no generó millones de personas que emigraron.
Presidentes y ministros doblegados a los pies de los grandes capitales, no son gobernantes de una nación, son vasallos, por tanto, gobiernan y deciden para unos pocos pero no para la nación, como la ministro que quiso darle 1.2 billones a los mismos actores que le hicieron trampa al estado.
El próximo presidente de Colombia debe responder a estos grandes
desafíos para sentar las bases de un desarrollo de nuevo tipo y largo alcance
que siembre para siempre la paz y el bienestar para todos. En medio de las
burbujas inmobiliarias y de consumo del narcotráfico y la corrupción con su
ejército de testaferros capturados de por vida a las redes de blanqueo de
activos, Colombia no tiene las mejores condiciones para pensar, diseñar y
construir un desarrollo de nuevo tipo, pero sí para convertirse en una de las sociedades
y economías más brutales y superficiales del mundo.
Colombia tiene un grupo muy pequeño de académicos,
expertos, políticos y empresarios, pero suficiente como grupo de partida para
la reflexión, el diseño y la implementación de un modelo de desarrollo que le
dé un nuevo rumbo a la nación, siempre y cuando sus aspiraciones pongan por
delante al país y no sus ambiciones personales.
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