PASTO, LA CIUDAD SORPRESA ¿UNO DE
LOS CENTROS DEL MUNDO FUTURO?(I)
“Nunca
en mis repetidas peregrinaciones a la ciudad de Pasto, pude sustraerme a una
especies de sorpresiva fascinación, cada vez que al doblar los altos de Aranda,
la veía aparecer, en súbito cambio de paisaje, dibujándose nítidamente en la
mitad del valle que la sustenta”. Aurelio Arturo.
Hace casi cincuenta años salí de mi ciudad para un largo
viaje que aún no termina. Ocasionalmente la visitaba pero hace diez y siete
años no regresaba.
En los últimos tiempos me hablaron de su acelerado
crecimiento urbanístico y mostraron fotos que a primera vista no reconocía. Pues
bien, embarcado en un vuelo de Avianca aterricé en el viejo aeropuerto donde
ahora se construye la nueva terminal.
De ahí a Pasto son treinta kilómetros por una vía mejorada
en los últimos años, la cual hace parte de una obra mayor que conectaría el Aeropuerto
Antonio Nariño – Pasto – Rumichaca, frontera con Ecuador, a través de una autopista
de cuatro carriles que fue proyectada y contratada en el gobierno de Uribe,
reestructurada en el gobierno de Santos - porque el consorcio no cumplió -, y
que debe estar lista en dos años. Del primer esfuerzo solo quedó el trayecto Aeropuerto
– Pasto con mejoras en los dos carriles del viejo trazado, y una variante que
entrega una vista espectacular de la ciudad. De este tema me ocuparé en otra
columna cuando haga un viaje por tierra de Bogotá a Quito.
A ocho kilómetros de la ciudad se empieza a apreciar el
impresionante crecimiento urbano. Decenas de edificios que nunca había visto y
que jamás imaginé que serían posibles en pocos años. Más cerca a la ciudad se
divisa el campus de la Universidad de Nariño, que por mi manera de ver el mundo
a través del conocimiento, de la innovación, de la cultura y de la
transformación de la economía, un gran desarrollo de la universidad hace pensar
que el crecimiento de la ciudad no solo viene acompañado de la construcción y de
otras actividades, sino de algo más. En una tercera y última columna me
detendré en la relación universidad - empresa - estado, cuando hable de economía
e innovación en este territorio de frontera y conflicto asociado a la economía
del narcotráfico pero también dedicado a la agricultura, a la salud, al turismo
y el comercio.
Ya en Pasto, aquellas imágenes de una ciudad a la cual le
pasaban los años como si nada sucediera, y que parecía una población
determinada a vivir de su precioso paisaje y de un pasado importante reflejado
en su arquitectura republicana, de lo cual poco queda, aunque sobreviven piezas
espectaculares como el complejo de los jesuitas conformado por colegio, iglesia
y teatro, el complejo del colegio e iglesia de San Felipe es otra hermosa pieza,
y un sistema de bellas iglesias en el viejo casco urbano, conforman la idea de una
ciudad teológica en medio de una cultura de gran influencia indígena, que ahora
transita a un nuevo concepto de ciudad, que si lo hace bien puede ser una
interesante composición de pasado y de futuro y el surgimiento de una gran urbe
entre Cali y Quito que harán de este un territorio binacional de desarrollo y
oportunidades que la vieja integración andina no lo logró.
Hoy esta capital de un territorio llamado Nariño,
localizado a distancia y aislado entre las cordilleras central y occidental con
planicies y pequeños valles, y maravillosos ecosistemas entre el océano
Pacífico y la cuenca amazónica cuyo inicio ocurre en la laguna de La Cocha a
escasos kilómetros de su capital. Por esta realidad Pasto es uno de los centros
del mundo futuro porque es paso obligado del Atlántico al Pacifico, y de
Colombia al Ecuador, o mejor de América del Norte hacia América del Sur, es una
urbe emergente y en transición a un desarrollo mayor, que puede ser más de lo
mismo a otras de Colombia, o puede ser la que interprete y desarrolle una idea de
espacio sostenible, llena de arte, de música, de cultura, de innovación y
nuevos emprendimientos por ese potencial factor creativo y de recursos
naturales que posee, receptora de visitantes del mundo que recorran los
senderos de la majestuosa geografía que la rodea y la cual se extiende sin
límites a todo el departamento.
Hay una buena arquitectura moderna y diversa que va
encontrando una identidad. Llena de cafés agradables donde se degusta el mejor
café de Colombia, los cuales abren después de las nueve de la mañana y cierran
a medio día para abrir en la tarde y cerrar los domingos. Es una ciudad con su
tiempo, ritmo y velocidad. Para los que venimos de vivir en ciudades que no
paran, hay en Pasto unas horas del día como detenidas en el tiempo. Sin
embargo, los cafés y una generosa oferta gastronómica de comida internacional o
de la región andina y del Pacífico, han conducido a la ciudadanía a hacer su
vida cada vez más en las calles.
Pasto también tiene tres bellos teatros para la cultura:
el Imperial de la Universidad de Nariño, el Javeriano de los jesuitas, y el
auditorio de la Casa Taminango de privados, que bien los quisieran cualquier ciudad
similar o incluso más grande de este país.
Tiene además algo muy especial, única en Colombia y que
es una variante de los sambódromos en Brasil: una enorme plaza del Carnaval y
la Cultura, subutilizada el resto del año una vez pasa el Carnaval de Blancos y
Negros - que es patrimonio cultural e inmaterial de la humanidad -, debe ser escenario
de conciertos, manifestaciones, ferias, y de un vital encuentro ciudadano todos
los días. Esta plaza, tan grande como grande es el Carnaval, me hace pensar que
aún queda grande para lo demás. Por ello, una próxima administración de la
ciudad debe hacer un ambicioso plan de renovación urbana de nuevo tipo,[1] que va mucho más allá de
construir nueva vivienda en los alrededores de esta gran plaza, porque el plan también
debe incorporar la Universidad de Nariño, el Palacio de la Gobernación, la Plaza
de Nariño (otro espacio que necesita de renovación), hasta el eje de la carrera
27 que de igual manera amerita intervención antes de que se llene de cualquier
comercio, actividad económica que en esta ciudad es de lejos más intensa que en
otras ciudades de Colombia, por factores que explicaré en la columna de
economía e innovación.
Los planes de renovación urbana de limitado alcance, poco
sirven, y quedan como piezas inconclusas, sobre todo en ciudades en transición
o a medio hacer como las de América Latina, porque en Europa o en otros países avanzados,
es otra cosa. Allá la sola intervención de una, dos o tres manzanas o de un barrio,
puede ser suficiente. En Colombia y en casi todo nuestro continente no, las
zonas deprimidas crecen porque en su crecimiento y transformación en las
últimas décadas del anterior siglo, nacieron deprimidas por una conjunción de
factores interrelacionados: incipiente desarrollo económico, escaso desarrollo
científico y tecnológico, regular propuesta urbana, arquitectura menor como
menor era la economía. Por lo tanto, una iniciativa de profunda renovación
urbana del centro de Pasto debe ser de envergadura y a mediano plazo, no a
largo plazo, porque si no nunca logra consolidarse la transformación.
Por supuesto que este mega plan de renovación del centro,
que nunca dejará de ser el corazón de la ciudad, también tiene la urgente
necesidad de proyectos de renovación de menor tamaño pero de gran impacto
social, ambiental y estético. Me refiero a los parques. Solo como ejemplo, el
Parque Infantil (hoy un feo espacio público del cual solo se debe conservar la
Biblioteca), debe repensarse porque los grandes edificios que se están construyendo
en sus bordes no han dejado un metro para el ciudadano ni sembrado un árbol
para la vida. El Parque Simón Bolívar, el Paraná, solo son otros ejemplos de espacios
a intervenir porque la ciudad está creciendo sin parques que son los pulmones verdes
entre torres de cemento que nacen y crecen día a día.
Los barrios de la periferia también son otros que
requieren de una pronta y profunda atención urbana, llenos de gente unos, y con
torres de hasta veinte pisos para personas de estratos uno, dos y tres, que
gozan de la mejor vista pues están en la falda del Galeras o en las lomas que
están al frente del volcán. A algunas de esas urbanizaciones aun no les ha
llegado el buen urbanismo. Sus accesos no son buenos y sus calles tampoco. Así
como se ha permitido el crecimiento de la construcción, la ciudad está obligada
a adelantar su pleno desarrollo urbano antes de que crezca más y el problema se
salga de madre, porque espacios a medio hacer tiene efectos sociales,
económicos, políticos y culturales negativos.
En síntesis, la ciudad a los atractivos de antes y de
hoy, tienen un reto monumental de muy largo plazo, al igual que otras urbes de
mediano tamaño: volverla una ciudad sostenible, en su transporte público y
energía, en la recuperación o reconstrucción de andenes para que sea una ciudad
que sea posible y agradable caminar porque aún es pequeña, con un plan
estratégico de ciclo rutas, llena de árboles y de parques, con normas de
construcción que deben poner por delante al ciudadano y no a los carros, pues
he visto grandes edificios infames en espacio público que están dañando la idea
de una ciudad del futuro, que hoy emerge aseada, bien cuidada y bien
pavimentada, pero que desde hace años solo tiene gasolina 25 días al mes.
La avenida de los Estudiantes y la Panamericana deben ser
un solo corredor verde, con ciclo rutas y andenes de calidad para que la gente
camine porque la ciudad es aun pequeña, y use menos los carros los cuales se
toman bahías que son para el peatón. En estos ejes viales también se ven
edificios que integran la arquitectura al espacio para los peatones y a conceptos
urbanos sostenibles. Las ciudades del futuro no son ciudades del cemento, son
ciudades de la gente, de la inteligencia y de la austeridad, del arte, la
música y la cultura, de las nuevas industrias sostenibles (servicios y
manufacturas), de un sistema de movilidad igualmente sostenible, y de naturaleza
para la vida.
Pasto atraviesa un momento crucial para una
transformación de nuevo tipo que mire a los siguientes cien años, por eso debe
elegir bien el 27 de octubre, para ello, ojalá haya buenos candidatos, porque
la transformación de los últimos 20 años se debe a la gestión importante
realizada por alcaldes que tuvieron en la mira un objetivo claro de aportarle a
la ciudad y mejorar las condiciones de vida urbana de sus habitantes. Es una
ciudad que está hecha para una alianza verde por el agua, el aire, la
inteligencia y la vida.
[1] aunque existe una
propuesta que no se ha llevado a cabo a plenitud porque solo tres manzanas
fueron intervenidas, a partir de un concurso de la Sociedad Colombiana de
Arquitectos.
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