AMÉRICA LATINA ¿EL FINAL DE LA AVENTURA NEOLIBERAL?
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Foto: Gabriele Siegrist |
A finales de 2018 escribí una columna en la cual decía
que el 2019 sería un año de protesta y de gestación de revueltas inéditas nada parecidas
a cualquier otra conocida, simplemente porque la economía, la sociedad, la
tecnología, la geopolítica y la situación del medio ambiente, son otras.
El capitalismo es un modelo de sociedad, con un inmenso
sistema de instrumentos globales y nacionales que dispone de organizaciones,
normas y reglas de juego para que la economía de las empresas funcione. El
capitalismo es mucho más que un modelo económico, es un modelo de sociedad con economía
de mercado, donde todos trabajan en torno a ella y para ella, entonces se supone
que ella debe retribuirle a la sociedad condiciones de igualdad, oportunidades,
bienestar, felicidad y democracia, como alguna vez dijo Bill Gates: “a la gente hay que devolverle lo que nos ha
dado”, refiriéndose a los millones
de personas que compran sus productos y sin ellas no serían las
empresas que son.
Este capitalismo moderno que tiene más de dos siglos, aún
no ha logrado perfeccionarse y tal vez nunca lo logre porque la inequidad es
inherente a sus resultados finales, sin haber logrado diseminar los pocos modelos
equilibrados que existen, y una comprensión de sociedad donde todas las
culturas y todos los niveles socio económicos deben tener iguales oportunidades.
Por supuesto que los empresarios, corazón y motor de la
economía, en el fondo lo quieren así porque sus beneficios son mayores pues a
más mercado más ganancias. Cerrar brechas de pobreza y ampliar condiciones para
el surgimiento de una clase media más grande, no es suficiente. Sin embargo,
esta situación en los países avanzados es una, y en los países en desarrollo o
nuevos emergentes, como los de América Latina, es otra. No cabe igual lectura
porque el problema no está en la redistribución en sí misma, sino que tipo de
riqueza impulsan la economía y el estado para redistribuir. Es decir, las
condiciones que crean unas sociedades para desarrollar todo su potencial humano
vs las condiciones que se niegan a tener en el frente de la agenda, los otros.
En Norteamérica, Europa y Asia están las economías avanzadas del mundo, en
América Latina, no hay ninguna. Existen algunas regiones de Brasil en esa
senda, y contados núcleos en distintas ciudades del continente. Ahí está el
problema. No solo se trata de si las reformas a pensiones son justas y para
todos, si las leyes laborales y las reformas tributarias son buenas para todos.
Este no es el centro del problema, Veamos cual es.
La génesis de esta ola de protestas multitudinarias se encuentra
cuando los Chicago Boys elaboraron un modelo de mercado para Chile una vez
sucediera el golpe de estado a Allende. A escala global el movimiento
neoliberal se dio a finales de los años 1970 y entró en vigencia con Ronald
Reagan y Margaret Tatcher en los años 1980, una vez la Unión Soviética
agonizaba. Sin embargo, América Latina fue el laboratorio preferido. Llegó con
algunas dictaduras y se quedó con el regreso de las democracias de derecha, de centro
o de izquierda. Radicales fueron las reformas de mercado con los gobiernos de
facto, matizadas de política social las otras, pero el mismo modelo.
Pasaron los años, y aun cuando algunos analistas de
distintas áreas del conocimiento decían que el modelo era insostenible –
recuerden el malestar de la globalización, luego los movimientos de la
indignación, y ahora las nacientes revueltas de millones pidiendo otra sociedad
-, porque en su concepción no era multidimensionalmente sostenible, no obstante
la aplanadora neoliberal se extendió por el planeta y hoy existe neoliberalismo
en todos los confines de la tierra.
De la mano de las revoluciones tecnológicas los modelos
de mercado se extendieron vertiginosamente. Conducidos por el sistema
financiero los bancos son los dueños del mundo, por eso, inversionistas y
empresarios de otros sectores son socios y además miembros de sus consejos
directivos. De esta manera, los grandes megacapitales del planeta son una sola,
sofisticada e inmensa red de poder. Por eso la brecha entre el salario de un
trabajador y de un CEO pasó de 10, 20 o 30 veces a uno, a brechas que van de
100 a 500 a uno. Los demás, empleados,
independientes y pymes, son los trabajadores y consumidores de bienes y
servicios de un reconcentrado poder económico y tecnológico. Así, la reducción
de la pobreza y el crecimiento de la clase media vino con varios fantasmas a
espaldas, pero en esta columna solo me referiré a uno: la inequidad.
Llegó la crisis financiera de 2008, de la cual se salió
con mucha impunidad y poca profundidad por eso no se ha logrado restablecer
plenamente la economía mundial, puesto que hubo un blindaje de los gobiernos y
porque los poderes económicos cerraron filas. Sin embargo, la semilla del
malestar y de la indignación se había sembrado. La gente a pesar de las
deformaciones de los medios y de la propaganda, se dieron cuenta que había una
clase social y económica de multimillonarios para la cual el resto de la
humanidad trabaja.
Las imágenes de una vida donde los sueños de prosperidad y
de ascenso socioeconómico se harían realidad, pronto dejaron de ser una aspiración.
Sería una vida precaria en cuanto a trabajo, salud, educación, bajos salarios, escasas posibilidades de ahorro, malas
pensiones y deuda eterna con bancos, mientras los procesos de acumulación de unos pocos siguen
un crecimiento exponencial, haciendo igualmente exponencial la brecha entre la
mayoría y esos pocos. Si la riqueza se concentra en la parte alta de la pirámide,
una redistribución extendida a los niveles medios y bajos de la pirámide, no se
da.
Hoy, 26 millones de personas, es decir, la suma de Bogotá,
Santiago y Buenos Aires, o del gran Sao Paulo, y menos del DF y Tokio, acumulan
una riqueza equivalente a la que tienen tres mil quinientos millones de
habitantes (la mitad del planeta), que constituye la población de China, India,
Estados Unidos y Brasil, juntos.
Este es el centro de la protesta en muchos lugares del
mundo, más el cambio climático, que va de la mano de un irracional capitalismo
de consumo. Entonces, inequidad y destrucción del medio ambiente son dos
fenómenos más grandes que el tamaño del planeta, porque simplemente este no
tiene como asumirlo. Uno es socialmente inviable, otro, naturalmente
insostenible, juntos, económica y políticamente imposibles.
Por
qué en América Latina la protesta es mayor
Es un continente donde ha surgido una clase media con
muchos pobres, que tiene el índice de inequidad más alto del globo. Esto lo
dice el discurso del centro y de la izquierda, porque la derecha y la derecha
extrema defiende el modelo de la desigualdad, matizan la corrupción y la
ilegalidad, pues consideran social y económicamente correcto paliar la pobreza
y ampliar la clase media con precariedad. A la gente la pueden manipular los
medios y las iglesias, pero al final se pregunta, por qué para ella no hay un
mejor estado, mejores servicios de salud, de educación y de cultura, fuentes de
empleo y de ingresos menos inciertas, escasas y mal pagadas, y un futuro mejor
para sus hijos y nietos. Los pobres necesitan varias generaciones para
convertirse en clase media, y la clase media también para ser ricos, no
multimillonarios.
Entonces, la protesta de estos días nada tiene que ver
con Maduros ni con el Foro de Sao Paulo que pocos conocen y al cual la derecha
en estos días le ha dado poderes divinos para acabar con la democracia
(comunicado de Uribe), ni tampoco tiene que ver con que Castro, Chávez, Allende
y Marx, desde sus tumbas, manipulan las redes.
No, esto ha venido creciendo y no lo vieron venir, porque
se han negado a ver una sociedad distinta, social, económica, ambiental y
humanamente viable. Es la sociedad del conocimiento, y por tanto de la
inteligencia, de la creatividad y de la igualdad, por eso la gente está en la
calle, no pidiendo comunismo, socialismo o anticapitalismo - habrá algunos de
esos pero son minoría -, está pidiendo derechos, calidad de servicios y acceso
a ellos, una economía que de oportunidades de desarrollo a todos y no a pocos,
está pidiendo que se la trate con dignidad y no con desprecio e indiferencia.
La igualdad no es una categoría económica, es una dimensión social y política
superior. Es un derecho de la humanidad para que empresarios, estado y sociedad
puedan convivir sin tantas barreras de distinto tipo, sin tanto guardaespaldas
y sin tanto político, policía, general y jueces comprados.
Lo que acabo de decir es una apreciación general, y no
específica a Colombia, porque en éste país, a más de lo anterior, hay dos
situaciones adicionales y aún más monstruosas: se mata a la gente por pensar y
por defender sus derechos, y una gigantesca economía ilegal con corrupción que involucra a
agentes del estado y de la economía.
El camino a una sociedad más igual tiene los elementos
servidos para sentarse en la mesa a repensar estas sociedades. Podría ser la
revolución más creativa, inteligente y pacífica que haya vivido la humanidad,
porque las condiciones están dadas pues será imposible parar a millones en las
calles y en las plazas, así les disparen a los ojos, como en Chile los
carabineros a los jóvenes. La gente no se va a mover de ahí porque a pesar de
las injusticias y de la inequidad las sociedades han ganado y los países
avanzado así sea con gran desigualdad, pero avanzado, entonces, hay una base
estructural que permite ir a un fase superior de desarrollo sostenible,
tecnológico y productivo, con sectores avanzados, industrias y emprendimientos sociales
y de alta tecnología.
Este neoliberalismo con dependencia científica y tecnológica
ya no le sirve a América Latina, porque crece hasta tasas medianas pues baja es
la productividad. Es hora de modelos de desarrollo inteligentes, sostenibles,
justos, amables, estimulantes y humanos, que refunde la política, repiense la
educación y la ciencia para estos países, cerrando partidos ahora amangualados
para sobrevivir como se vio en Colombia en las elecciones del 27 de octubre,
creando otros, y fortaleciendo los alternativos; cerrando universidades de
garaje y llevando a las que queden a que tengan los niveles de las mejores, con
énfasis en más universidades públicas que privadas porque en estas la educación
es cara y porque la educación es un derecho de todos; desarrollando la ciencia
y la tecnología, para que estos países tengan miles de investigadores creando
teorías, inventando la sociedad, reinventando la cultura, mejorando la
educación, y desarrollando industrias y servicios de alta tecnología en la
frontera del estado del arte y en la vanguardia de las start ups.
El problema está que en Norte América las personas con
doctorados y postdoctorados son millones, en América Latina, unos pocos miles,
mientras allá el número de investigadores superan el millón ochocientos mil, en
América Latina no llegan a ciento cincuenta mil. Sin embargo, Norte América
tiene 380 millones de habitantes y la región se acerca a los 600 mil.
La igualdad
que en el fondo quiere la clase media de América Latina, es esa: igualdad a
partir de la inteligencia y la creatividad, no de las limosnas. Y lo que pide
no se lo puede dar el neoliberalismo del patio trasero, con personajes como
Macri, Piñera, Bolsonaro y Uribe.
En cuatro años la derecha se volvió a desbaratar en
América Latina.[1]
Fue una ola efímera, premoderna, triste y dolorosa. Ahora hay que preguntarse
si las políticas actuales es posible mejorarlas o si son necesarias otras
porque se requiere revisar las políticas económicas y también las sociales y
los pilares que soportan las constituciones y las instituciones. El capitalismo
del bienestar ya no existe, el capitalismo neoliberal está muriendo porque está
matando al planeta, y solo un capitalismo que equilibre las cargas entre estado
sociedad y empresa es posible, llámelo como quiera llamarlo, y esa tarea se la
dejo a usted.
[1] A pesar de la
estupidez de Evo de volverse presidente eterno que condujo a un golpe de estado
liderado por una corriente del fanatismo pentecostal.
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