EL MINISTERIO Y LA MINISTRA DE
CIENCIA, TECNOLOGÍA E INNOVACIÓN
DE COLOMBIA
Foto: Gabriele Siegrist |
Desde comienzos de los años 1990 algunos empezamos a insistir
en la necesidad de crear este ministerio. Sin embargo, se fundaron otros, se
repensaron algunos, pero no se creó el de ciencia y tecnología.
El argumento que se tenía era que la ciencia tuviera más
status en la estructura del estado para que obtuviera más recursos y se convirtiera
en factor clave para transformar la sociedad y la economía, articulada con la educación,
la política de desarrollo productivo, y otros sectores estratégicos. Como no
fue así, la ciencia y la tecnología es una flota de botes remando desde
distintos sectores en distintas direcciones. No es un sistema potente que incida
en las transformaciones estructurales de Colombia. La culpa la tienen dos
actores:
Primero, la comunidad científica decía que lo importante
no era el nombre ni su lugar en la estructura del estado, si no que Colciencias
tuviera plata y estuviera arrimado a un buen árbol, por eso fue apéndice del Ministerio
de Educación, luego de Planeación Nacional, y por último de la Presidencia de
la República. Con ninguno le fue bien, salvo en períodos cortos donde los
recursos fueron más, aunque no suficientes para que el sistema de investigación
se consolidara.
Faltó realismo político y estratégico porque no hicieron del
sector uno de los centros de las transformaciones de la nación. Sin ciencia no
hay buena educación y un avanzado desarrollo productivo, social, sostenible, duradero
y de largo plazo para transformar la economía, la sociedad y el estado.
Segundo, con la economía expuesta a la competencia
internacional, disponer de un potente sistema de CTeI era una prioridad para construir
una economía competitiva, sofisticada y diversificada, y una sociedad más
inteligente, que escalara al aprendizaje y al desarrollo de sectores de alta
tecnología que mejoraran la competitividad de sectores existentes y generara
capacidades para desarrollar nuevas y sofisticadas actividades con las cuales elevar
la productividad, que es negativa desde hace veinte años, por insuficiencias de
las políticas de competitividad, de CTeI, infraestructura y restricciones en la
política macroeconómica.
Entonces, tecnócratas, economistas neoliberales, empresarios
y políticos, se equivocaron. Mandaron al país por mal camino, sin poderosos instrumentos de defensa y de inserción, pues no construyeron potentes
capacidades industriales y de innovación para hacer una curva de aprendizaje que
permitiera interiorizar marcos teóricos que desarrollaran la nación. Es decir,
una ciencia ajena, con casos excepcionales de investigadores que han logrado
patentes convertidas en productos, o innovaciones que han resuelto importantes problemas
en salud, agricultura, y algo en la industria, pues el país solo invierte el 0.25%
del PIB en I+D+i.
Así, en Colombia no se ha estudiado e investigado
con más preocupación el papel de la tecnología en el desarrollo, desde Adam Smith
hasta nuestros días. Hay un déficit teórico en las políticas públicas, en la
academia y en las empresas, problema que el nuevo ministerio debe enfrentar articulado
con la educación y los sectores clave de los sistemas productivos y sociales.
Sin la construcción de conocimiento nuevo y pertinente no hay transformación,
porque los procesos de aprendizaje desde la frontera del conocimiento solo es
posible asimilarlos si se dispone de capacidades propias en investigación.
Relacionado lo anterior con el nombramiento de la doctora
Mabel Torres, pienso lo siguiente a partir de una desafortunada columna de El
Espectador que originó una serie de pronunciamientos en la línea del periódico.
Esos pronunciamientos desnudaron a la Misión de Sabios, pues algunos de sus
miembros ligados a la salud atacaron a la ministra, colega en la Misión, por
desarrollos que ella hizo desde el conocimiento ancestral y su aplicación con ayuda
de la ciencia moderna. La tildaron de falta de ética y rigor.
El conocimiento ancestral enriquecido por el conocimiento
moderno, es parte de las recomendaciones de la Misión. Por lo tanto, el
comportamiento de esos pocos sabios es desafortunado. Entonces, si se trata de
ética y de protocolos, el primero es el de lealtad con el gobierno que los
invitó, y luego está el respeto entre pares, para que la ética esté siempre al
frente de la acción científica, dando los debates a su interior y luego sí
hacerlos públicos. No voy a recabar en el tema porque la ministra ya respondió
en una magnífica carta que habla muy bien de su carácter, ponderación e
inteligencia.
Ahora bien, la industria farmacéutica siempre se opone a desarrollos
que no vengan por la línea de sus intereses o iniciativas. Por ejemplo, palos a
la rueda le ponen al cannabis para uso medicinal. Además, se han llevado de
estos países toda la biodiversidad que les da la gana para sus laboratorios de investigación.
No pocas veces las farmacéuticas se han equivocado y
sostenido medicamentos nocivos para la salud, hasta cuando los gobiernos
intervienen para prohibirlos. No pocas veces lanzan al mercado medicamentos que
no han alcanzado a cumplir toda la ruta de protocolos por razones de
competencia, costos, o por la necesidad de sacar un medicamento porque la
sociedad lo está necesitando ante el crecimiento acelerado de unas
enfermedades. O cuando una farmacéutica compra a otra y el medicamento pasa de
tener el precio de 1 peso a 30, 40 o 50 pesos. O ya vencidas las patentes los
medicamentos conservan precios desmesurados, como ocurre en Colombia. Y tampoco
hay retornos económicos al estado cuando este ha llevado grandes sumas de
dineros públicos para hacer investigación básica que las farmacéuticas no
hacen. Hay algunas manchas en la bata blanca de un sector que ha logrado
asombrosos avances en medicamentos y en tecnología para bien de la humanidad. El
respeto a unos valores ancestrales es parte de la tarea de la ciencia para
generar conocimiento y los productos que de esa investigación resulten. Es un trabajo complementario, no es el uno o el otro.
Los detractores se equivocaron: no aceptan nuevas rutas
que se vienen abriendo desde hace mucho tiempo en el progreso científico y tecnológico;
y porque no se valora algo que me parece maravilloso: una mujer, que sin
disponer de los recursos con que cuentan los detractores desde Bogotá, haya
llegado a donde ella está. Envidia grande porque se creían con el derecho de
ser los primeros ministros de ciencia y tecnología. Y bastante de racismo en
esta sociedad de la inequidad, discriminación e injusticia social. No soy
afrodescendiente pero me siento orgulloso que una mujer de esa raza sea
ministra, porque viene de esa Colombia profunda, olvidada y violentada.
Mientras los paramilitares visitaban a Bojayá, en Bogotá se pensaba en
tumbarla.
Si Colombia quiere aportar desde su dotación de factores
y desde su realidad a la ciencia y a la tecnología en el mundo, tiene que
encontrar nuevas modalidades de hacer investigación, que sin desconocer los
protocolos internacionales construyan metodologías propias para hacer desarrollos
inéditos, innovadores, disruptivos y rigurosos desde sus capacidades endógenas.
Así lo han hecho los países avanzados y los países emergentes, porque es la
única manera de superar el atraso y la dependencia.
La ministra también es emprendedora, y buen ejemplo para
los investigadores del país. ¿Cuántos spin off (proyectos innovadores derivados
de la investigación) y start ups (nuevas empresas creadas desde la
investigación) han creado los detractores? Creo que pocos porque el país tiene
una ley de spin offs que no ha sido reglamentada pues equivocadamente creía
Colciencias que el marco estaba dado y que de ahí era tarea de las
universidades. Error, es otra tarea inmediata del ministerio, reglamentar esa
ley (que debe incluir las start ups de lo contrario queda coja), porque es necesaria
para potenciar capacidades en innovación que contribuya a elevar la
productividad, reglamentar los distritos y los parques tecnológicos, impulsar el
emprendimiento, y gran aporte para llegar en el 2030 al 1.5% del PIB en CTeI, lo
cual es posible si el país hace lo que recomienda la Misión: duplicar la
participación del PIB agrícola y del PIB industrial en los próximos 10 años.
Si este gobierno logra llevar la inversión al 0.50 del
PIB, habrá realizado una gran cosa. Esos saltos no son fáciles y rápidos y
menos en países desindustrializados como Colombia.
Cuando llegue al 1.5% del PIB habrán sucedido varias cosas: un país en Paz,
el narcotráfico una actividad residual, las exportaciones con la canasta
transformada, y distribuidos por todo el país centros de investigación y de
innovación.
Soy opositor al gobierno, pero reconozco que nombró como
ministra a una científica y emprendedora de enorme coherencia con sus
ancestros, con su formación científica, y su amor y compromiso con el mayor
patrimonio de Colombia, su inmensa y extraordinaria biodiversidad.
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