domingo, 25 de octubre de 2020

 

EL PRESIDENTE BIDEN Y LA 

ULTRADERECHA DE COLOMBIA

Esta columna la escribí hace 15 días porque confiaba en el triunfo de Biden.   

Foto:Gabriele Siegrist

Tengo confianza que el siguiente presidente de los Estados Unidos será demócrata a pesar de esa rara figura de los colegios lectorales mediante la cual un candidato derrotado por el ciudadano en las urnas puede resultar ganador.

Será un triunfo dentro de un contexto global incierto por factores geopolíticos y geoestratégicos entre las grandes superpotencias por su distribución del mundo y en torno a los recursos naturales y la producción de manufacturas y servicios de alta tecnología, por la destrucción ambiental preludio de destrucción de la vida, de brechas de inequidad enormes y en crecimiento determinadas por el neoliberalismo 2.0, y la revolución 4.0 y de las tecnologías sostenibles que están modificando la producción, los servicios y la vida de los ciudadanos, todo en el contexto reciente del covid cuya respuesta científica está demorada dada la naturaleza de los procesos de investigación y desarrollo relacionados con la salud.

Sin embargo, otra realidad también está determinando el rumbo específico de América Latina, y alude al péndulo político e ideológico que ahora está a favor de gobiernos de derecha y de ultraderecha, pero cuya fuerza está sediento con el casi seguro triunfo de Biden el 3 de noviembre, en Bolivia con el retorno apabullante del MAS de la mano de Arce un economista heterodoxo, la victoria en Chile del Apruebo cambiar una constitución que tiene el sabor de la dictadura, el posible regreso de Lula a pesar de las trampas jurídicas para evitar su candidatura, y quien sabe que más cambios políticos ocurrirán en el futuro inmediato porque la verdad es que la ultraderecha y un neoliberalismo radical nada bueno dejaron en estos años: corrupción, menos derechos, violencia, lento crecimiento, brechas sociales ampliadas, baja productividad y escasa competitividad, y destrucción del medio ambiente.

La ultraderecha ha conformado un eje entre Trump, Bolsonaro y Uribe, cuyo delegado Iván Duque ha tenido la osadía de apoyar abiertamente al radical hotelero. Ya dijo Biden que los países que han interferido en las elecciones la pagarán.

Si Biden y Harris quieren abrir una nueva era de relaciones con América Latina, Colombia es el laboratorio para hacerlo, porque la condición de patio subordinado ya no es funcional a la realidad geopolítica y geoestratégica del planeta puesto que Estados Unidos necesita una zona de influencia fuerte en lo económico, equilibrada en lo social, centrada en la bioeconomía, en la industria, en la investigación científica y tecnológica, en la innovación, y con una idea de democracia que se debe revisar y fortalecer. Es decir, se trata de cambiar la agenda y la visión que Estados Unidos ha tenido para este Sur, a no ser que persista en la idea de que le conviene seguir con una región atrasada, inestable, política y económicamente deformada y la cual se pelean a pedazos las economías avanzadas.

¿Utopía o ingenuidad?  una nueva relación bilateral

1.    Estados Unidos ya no es el hegemón del mundo. Debe mirar a su Sur - Sur como aliado estratégico para contribuir a su desarrollo como lo hizo hace setenta años con países de Asia, o como lo hacen las grandes economías de Europa lideradas por Alemania y Francia con países de menor desarrollo en la Europa de los 28. La política de patio subalterno exportador de commodities e importador de tecnología, no es funcional a las necesidades de este Sur – Sur que requiere con urgencia un desarrollo inteligente, duradero, equilibrado, interdependiente y sostenible. Una relación donde el uno es el emprendedor e innovador y el otro el consumidor, no le sirve a Colombia y a Latinoamérica en el siglo XXI. 

2.    Lucha contra el narcotráfico.  Hay mucha  hipocresía porque se les salió de las manos una producción que controlaba en gran medida las FARC. La coca debe convertirse en una actividad regulada por el estado colombiano para que sea efectiva la sustitución de cultivos de lo contrario es una lucha engañosa porque hay mercados y actores legales e ilegales que quieren mantener ese negocio con su saga de corrupción, violencia y artificial prosperidad dado que es una actividad que incentiva la informalidad ilegal y de esa manera contribuye a la elución y evasión tributaria razón de las reformas impositivas bianuales de Colombia. Estados Unidos también debe aportar recursos a esta estrategia. Colombia debe adelantar una política autónoma de desarrollo del sector agropecuario e industrial dentro de un programa macro de desarrollo rural avanzado, sostenible y equitativo. Políticas tímidas, intermitentes, con poca financiación y cooperación internacional, no soluciona el problema de bajos ingresos del campesino dedicado a los cultivos lícitos frente a los altos ingresos de los campesinos productores de coca.

3.   El TLC. Lo recién dicho implica que los Estados Unidos no obliguen a Colombia a comprar sus productos en detrimento de la autonomía alimentaria de éste. El TLC hay que revisarlo porque Estados Unidos tiene un gana – gana pero Colombia un pierde - pierde. La apertura de la economía tal como se pensó e implementó desde 1991 es la culpable de la crisis rural, industrial y del ascenso y consolidación del narcotráfico, a su vez estimulado por un latifundismo violento y premoderno que capturó tierras a sangre y fuego de las cuales no ha retornado ni el 6% a sus propietarios al abrigo del acuerdo de paz.      

4.  La paz: implementar el acuerdo. Una nueva estrategia contra el narcotráfico es la base para darle un fuerte apoyo a Colombia, considerando que Estados Unidos participó en las negociaciones en La Habana. Esta es una condición para que los dos gobiernos que le tocarán a Biden se comprometan a cumplir a cabalidad con el acuerdo de paz. Sin embargo, esa ayuda debe considerar tres situaciones:

  • Sacar a Colombia como pie de playa contra Venezuela porque la agenda de Trump y de Duque ha sido un fracaso.
  • Bush y Obama se equivocaron porque privilegiaron la lucha contra el castrochavismo a la solución del problema del narcotráfico y la violencia del gobierno de Colombia en la primera década de este siglo, el cual, a su vez, supo darle a Estados Unidos todo lo que éste quería, y más, para ocultar el narcotráfico y justificar una violencia nunca vista en América Latina y en occidente desde la segunda guerra mundial, porque desbordó la guerra contrainsurgente y se ensañó contra la gente especialmente el campesino, líderes sociales, defensores de derechos humanos y ambientales;
  • La justicia de Estados Unidos debe seguir adelante en las investigaciones judiciales contra Uribe para definir si es culpable o inocente de vínculos con el narcotráfico y el paramilitarismo, investigaciones que se suspendieron por privilegiar la relación con “el mejor amigo” a solicitud de Santos. Para que se sepa la verdad y haya justicia es necesaria la desclasificación y reclasificación de los archivos secretos de la CIA desde los años 1980.

En síntesis, el mejor amigo de los Estados Unidos no puede ser el componente de ilegalidad y criminalidad de Colombia. Por eso debe contribuir y liberar condiciones para que éste país se convierta en el siglo XXI lo que fue Corea en el siglo XX, o lo que está haciendo la Unión Europea con Polonia y otros países de menor desarrollo en su continente.

China tiene vecinos fuertes, innovadores y productivos. Europa los tiene en el seno de la Unión Europea.

Estados Unidos no y ha sido su gran equivocación y cuyos efectos la han sufrido Colombia y la región.

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