COLOMBIA Y EL COLAPSO DE UNA
TIRANÍA: EMPLEO, RENTA BÁSICA Y
NUEVA POLÍTICA DE DESARROLLO
PRODUCTIVO
Una reflexión a partir de la protesta social en Colombia.
Foto: Gabriele Siegrist |
Hace un mes, el 28 de abril, se inició el Paro Nacional con el cual se tumbó la reforma tributaria, luego vino la victoria de la universidad gratuita para los jóvenes de los estratos 1, 2 y 3, y después se retiró la reforma a la salud. Se caerá también la de pensiones y cualquier reforma que signifique inequidad, concentración de la riqueza, beneficios billonarios para el 1% más rico, limosnas para los pobres y vulnerables y sacrificios a una clase media empujada a la pobreza.
Represión
Mirando
distintos videos pude analizar la marcha del 12M en la ciudad de Pasto. Me llevaron
desde el punto de concentración hasta el lugar de llegada. Veinte mil personas.
Un infiltrado de la policía en la primera línea más una docena de encapuchados atacaron
la alcaldía y la gobernación. Solo vidrios rotos que dan la apariencia de algo
inmenso y pavoroso, que los grandes medios amplifican. En la plaza de Nariño mientras
la marcha ingresaba para participar en un concierto, los infiltrados agredieron
la gobernación, apareció el Esmad y la fiesta se acabó.
Al
final, un puñado de anormales destruyen una manifestación pacífica y alegre.
Eso muestra que los veinte mil de la marcha no eran vándalos ni fueron con
propósitos violentos, pero es la violencia con la cual actúa la “autoridad de
Uribe" contra la protesta justa y pacífica motivada en el desastroso
gobierno de Duque.
Empleo
y renta básica
Son
las dos caras del mismo problema. La renta básica es un mecanismo de defensa
inmediato, porque es una ayuda monetaria con recursos públicos (también deberían
aportar el 0.1 más rico), para darle a la gente pobre que no tiene empleo
formal o informal, y cuya precariedad monetaria se ha duplicado con la pandemia.
De
todas las propuestas la que más me gusta es la que lidera el senador Iván
Marulanda, soportada en un trabajo de Garay y Espitia, porque es aterrizada y
resuelve en gran parte la angustia social. La renta más alta no llega al salario
mínimo (porque es imposible), y la más baja no es tan escasa como la que está
dando el gobierno. Esos recursos pueden alcanzar hasta lograr la inmunidad de
rebaño y un poco más, mientras la economía se reorienta y despega. Esta es la
parte fácil de la solución, porque son transferencias de una cuenta pública a
unas particulares.
Ahora
bien, el tiempo para la renta básica es corto. Aún en circunstancias óptimas
nunca sería sostenible, y en una economía sub óptima, como la de Colombia, volvería
a los ciudadanos pobres en desempleados estructurales. Entonces, surge un problema
complicado porque un empleo digno y permanente es lo único que puede reemplazar
al subsidio.
Una
economía óptima está determinada por la calidad, composición, diversificación,
disrupción, complejidad, competitividad
y productividad de la estructura productiva. La discusión debió partir de ahí
antes de los esperpentos tributarios de Carrasquilla en 2019 y 2021, porque las
reformas tributarias son para desarrollar la economía y la sociedad y no para
tapar huecos fiscales producto de incentivos al 0.1% más rico.
Un
país cuyas políticas están alejadas de la razón del cambio estructural y de la
equidad, no son prioritarias en la discusión y en las medidas. Me parece que
algunas conversaciones de los expertos se dan mirando al cielo y no a la tierra,
por eso la reforma tributaria se hizo como se hizo. En la tierra la pobreza y
la inequidad, en el cielo el hueco fiscal y el 0.1% de los milmillonarios.
Los
países más desarrollados y los emergentes inteligentes, pueden tomar medidas de
renta básica y empleo de emergencia sin dañar la economía, porque disponen de
condiciones estructurales para adoptar medidas transitorias que ayuden a la
gente a superar los efectos en el empleo. De esta manera, hacen de la crisis
una oportunidad. Las industrias, los servicios y las nuevas tecnologías tienen
nuevos e inmensos campos de acción como se constata en Asia, Estados Unidos y
en algunos países de Europa. El Brasil de Lula o de Dilma también lo hubiera
hecho.
En
Colombia no hay ninguna idea del gobierno y de los gremios en esta dirección
para decirles a la educación y a la investigación qué necesitan para darle sustento y viabilidad al
cambio económico y social. Considerando que se ha perdido año y medio y se va a
perder otro más, la crisis se acumulará y será aún más monumental. Así, la
protesta no se va a ir, la desesperación aumentará la violencia también, porque
el modelo neoliberal colombiano colapsó luego de treinta años de uso y abuso,
de inequidad, injusticia social, inestabilidad fiscal y destrucción
institucional, sobre todo en los gobiernos de Uribe y ahora en el de Duque.
Todos los días aparecen nuevas fallas estructurales en la economía, en los tres
poderes y en las instituciones, que necesitan de billones que no se tienen ni
se tendrán si no se piensa una nueva economía que genere nuevas fuentes de
ingresos para la nación y las personas.
De
esta manera, los planes de crear empleo para los jóvenes y las mujeres, tienen
como cuello de botella un sistema productivo fallido: atrasado, maquilador,
franquiciador, especulador, rentista, importador, que entregó autonomía en los
acuerdos internacionales lo cual le ha impedido construir complementariedades
nacionales e internacionales en actividades de alto crecimiento y avanzadas
tecnologías creadoras de empleo de alto nivel que arrastra hacia arriba a la
gente en la pirámide laboral propiciando una dinámica virtuosa y sostenida de transformación
productiva nuevos empleos y nuevas empresas innovadoras.
Entonces,
el plan de empleo para los jóvenes debe impedir que sustituya el trabajo de los
mayores, y debe salvar microempresas (incluidos emprendimientos innovadores en
etapa temprana). A las micro no les ha llegado nada en los primeros paquetes de
ayudas. Al desaparecer estas unidades de producción se interrumpe la cadena
micro – pymes – grandes. Miles de microempresas están cerrando y seguirán
cerrando porque para ellas no hay nada.
Se
ha fortalecido la economía campesina porque se ha quedado con el mercado
nacional, pero, vuelve y juega, el atraso, el lento o nulo cambio tecnológico, la
poca diversificación y magros encadenamientos con actividades industriales,
interrumpen el milagro campesino porque las ciudades no tienen industrias para
la transformación. Además, los sistemas de comunicaciones y los servicios vitales
de educación y salud en la ruralidad, son precarios.
Siete
son los sectores en los cuales se debe centrar el plan de empleo de emergencia en
los siguientes cuatro años.
·
Agricultura
– agroindustria.
·
Industrias
de salud y del cuidado.
·
Industrias
4.0 incluida la electrónica.
·
Educación
desde la básica, con calidad y acceso para todos.
·
Ciencia y
tecnología en los sectores productivos estratégicos, sustituir importaciones y
fortalecer las cadenas de producción más competitivas.
·
Infraestructura
en ciudades y el campo.
·
Energías
alternativas.
Serían
los grandes dinamizadores de una estrategia con dos agendas: una focalizada en
los sectores mencionados, y otra de carácter transversal para todas las actividades,
lo cual implica tener dos paquetes de instrumentos que deben ser parte de la
nueva reforma tributaria una vez se eliminen los estímulos existentes. Sería un
quiebre de partida en el enfoque de las políticas económicas dirigidas al desarrollo
productivo y la innovación, y un quiebre en el pensamiento económico que
permita transitar de un crecimiento medio a uno de alto desempeño y desarrollo.
Si la estrategia de empleo no tiene dirección estratégica, se gastarán ingentes
recursos escasos y dejarán al siguiente gobierno un problema monumental y a la
sociedad en un colapso total. Este descalabro es el legado de Uribe con la
complicidad de Duque y Carrasquilla en dos décadas de tiranía política y de desmanes económicos sin
retornos.
Tan
prisionera está la economía de los errores cometidos que no es capaz de montar
una fábrica de vacunas y solo muy pocos de los resultados de investigación de
las convocatorias del Minciencias se están convirtiendo en nuevas empresas
innovadoras de una industria de salud intensiva en recurso humano de alto nivel.
Oportunidad
para cambiar
Es
el momento para sacudirse de malas políticas internas y externas. Treinta años
sin políticas contundentes y sostenidas para la transformación de la producción,
han apabullado y encapsulado la inteligencia de empresarios, tecnócratas y académicos.
La
nueva generación de economistas debe pensar el futuro de nuestro desarrollo
desde aproximaciones más heterodoxas, innovadoras, creativas, retadoras e
interdisciplinarias. Deben dar luces a los estudiantes, al estado, a los
trabajadores y a los empresarios para repensar y construir una nueva sociedad.
La
reciente columna de Cecilia López relacionada con estas reflexiones, es
valiente, sensata e inteligente, escrita desde el umbral de la experiencia y de
la conciencia que trae los años en este momento de transformación. Mucha
ciencia básica, mucha nueva economía y mucha ciencia social se necesita en este
momento, pero no pueden ser funcionales a un neoliberalismo depredador.
Se
ultiman detalles de la nueva reforma tributaria donde se insiste en elementos
regresivos que alimentaron el paro, como el impuesto de renta a los salarios y
pensiones de más de seis millones de pesos, que, por una amañada medición es
considerada clase alta o rica. Ese impuesto debe ponerse a salarios y pensiones
de más de diez millones, con tasas diferenciadas y no una tasa única como propone
Anif, agencia de las malas ideas de Sarmiento. No puede haber trampa a la
protesta, porque dinamizaría la movilización, crecería la desconfianza, la
violencia y la represión.
Muchas
reformas necesita Colombia porque cada vez que se aborda un tema, no se ve
salida distinta a la necesidad de cambios constitucionales. Como dijo Alejandro
Gaviria en entrevista en Caracol Televisión: “Colombia necesita un nuevo pacto social”.
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