lunes, 7 de junio de 2021

LOS PRIVILEGIADOS Y LA PROTESTA

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Foto: Gabriel Siegrist
Historia

En el siglo XX dos países de América Latina se convirtieron en radicales practicantes del neoliberalismo. Primero fue Chile amparado en la dictadura donde los privados manejaron la economía y el gobierno militar el orden público. Cuarenta años después todo terminó con la protesta social, y los vestigios de la dictadura neoliberal serán enterrados con la nueva constitución.

Luego vino Colombia, que desde los años 1970 poco a poco fue introduciendo elementos de un puro neoliberalismo razón por la cual no se profundizaron las reformas de Lleras Restrepo que buscaban transformar el sistema productivo, la política social y reformar el estado. Luego, durante veinte años fue un modelo bastante raro, hasta cuando Barco agitó la apertura neoliberal que se concretó a partir de 1991, tal como ocurría en toda América Latina, sobre todo a partir de la crisis de la deuda externa a mediados de los años 1980. Sin embargo, aquí cabe hacer un poco de ficción hacia el pasado.

Si Luis Carlos Galán no hubiera sido asesinado, habría ganado la presidencia en 1991 y el cambio de modelo económico no hubiera tenido las características con las cuales lo impuso Gaviria, que es el culpable de la pobreza, violencia, inequidad y atraso de los últimos treinta años. Si Rodrigo Lara Bonilla tampoco hubiera sido asesinado, probablemente habría sido presidente y un neoliberalismo radical no se hubiera impuesto, de pronto Samper no habría caído en las dudas del narcotráfico y hubiera sido un buen presidente en vez de Pastrana. Sin esos dos crímenes, Uribe y Álvaro Gómez tampoco hubieran vivido en la Casa de Nariño, Santos sí, y Duque ni en sueños. Los violentos torcieron el rumbo para desgracia de la nación..  

El presente

Lo anterior son conjeturas políticas, pero lo importante es reflexionar sobre el rol de los más privilegiados que son el 1% más rico, sobre todo el 0.5 y 0.1% de milmillonarios, y que incluye los políticos de los partidos Conservador y Liberal, y los políticos de los partidos que surgieron en los últimos veinte años: Cambio Radical, la U y el Centro Antidemocrático.

El matrimonio entre privilegiados económicos y políticos se tomó el país a partir de la Constitución de 1991, y degradó todos los espacios institucionales que ha logrado corromper, ejemplo de ello, el proyecto que pretende convertir a la Procuraduría en una cuarta corte de justicia especializada en sancionar funcionarios públicos. La Procuraduría duplicaría funciones con otras instancias judiciales, cuesta billones y espera crear 500 nuevos puestos con altísimos salarios de donde saldrán cuotas monetarias para las arcas de los políticos que los hagan nombrar. Esta reforma deforma las recomendaciones de la CIDH, y agrandará el carrusel de burocracia, ineficiencia y corrupción política que alimentará la hoguera de la indignación.

Los privilegiados

En treinta años han hecho lo que ha querido con el Estado. Se les fue la mano y crearon un modelo económico viciado, injusto, corrupto, reconcentrado, narcotraficante, poco innovador, poco emprendedor y perezoso porque no ha realizado el esfuerzo de impulsar una economía social de mercado que transforme la especialización de la economía que genere empleos calificados, y haga de la educación y de la ciencia y la tecnología, dos sectores prioritarios para un crecimiento alto, equitativo, avanzado y sostenido.

De esa manera, producción, recurso humano de más calidad, e investigación para la innovación y la creatividad, más un modelo de autonomías regionales (fin de la descentralización), le quitaría tamaño a la informalidad, al desempleo, a la pobreza y mejoraría la distribución - desconcentración de la riqueza. El tamaño de la pobreza es funcional a la concentración de la riqueza en los privilegiados, y la informalidad de la pobreza la explica un atrasado aparato productivo inventado por los privilegiados.

Estos han creado un modelo productivo y de Estado que es funcional a su incapacidad para convertir a Colombia en una economía emergente avanzada, pero sí para capturar recursos públicos, disfrazados de legalidad. Para ello, han concebido una defensa del poder que amenaza al que se opone, y si insiste, lo asesina. Así ocurre desde hace 77 años. Un ejemplo de estos días, la respuesta irracional de la policía a una protesta por las angustias y el no futuro de la gente pobre y la incertidumbre de la clase media.     

La protesta

Los privilegiados se metieron con la clase media, la que tiene conocimientos y mayor capacidad de discernimiento, por eso en la primera línea no solo hay jóvenes pobres, hay también jóvenes profesionales, a los cuales les parece irracional y estúpida la economía, la sociedad y el Estado neoliberal que Colombia tiene. También está la inmensa mayoría de caminantes de mediana edad y de la tercera edad, que entienden y se indignan con los abusos de los privilegiados. Ellos han mantenido la esperanza de la libre opinión, de crítica fundamentada y de propuestas para una sociedad mejor. Sin embargo, si esa inteligencia estuviera menos fragmentada y concentrada, la protesta tendría un tanque de pensamiento aún más consistente, profundo, creativo y interdimensional. La revolución digital permite una inteligencia más abierta e interrelacionada que potencia, multiplica y eleva el nivel de análisis y de propuesta, que beneficiaría a los privilegiados y a los que no tienen esperanza, porque el buen conocimiento es para todos, porque todos hacemos parte de esta nación.

Los pobres 

No podrán tener el nivel de conocimiento de la clase media, pero son inteligentes y se han dado cuenta que de seguir las cosas como están el resto de su vida será de penuria, maltrato, limosna, discriminación, sin oportunidades y mucha violencia.

Tampoco a jóvenes de la clase alta les gusta la sociedad que han creado sus padres. El ilimitado confort no les satisface. También van a la calle para encontrar un bienestar que les satisfaga y lograr así una sociedad mejor y más equilibrada. Por eso ha sido muy bueno el papel de las universidades privadas en esta protesta, sin embargo, deberían trabajar más con las universidades públicas (como sucede con el G-8 en Medellín que convoca a unas y otras), porque al final la reflexión y propuestas que resulten es para la misma sociedad, no para dos sociedades separadas por muros mentales.

La primera línea tiene de dónde aprender, y de dónde agarrarse para aguantar, argumentar y avanzar. El Comité del Paro, si bien no representa a muchos actores, su llamado sí lleva a muchos a las calles. No hay nadie que represente a la gran mayoría de colombianos: ni la ANDi, ni Fenalco, ni los bancos, ni el presidente, ni los partidos, ni el congreso, ni los sindicatos, ni las ONG, ni las Cortes, porque es un país fragmentado, representado, y gobernado según lo quieren los NI NI privilegiados, porque NI trabajan NI estudian para Colombia, solo para ellos.

La nueva sociedad   

Esta protesta no debe dividir más a Colombia porque es una reacción por el derecho a una vida de oportunidades donde los sueños de todos se hagan realidad. Los privilegiados tienen la oportunidad de hacer de esta una economía, una sociedad y un Estado avanzado y realmente participativo, porque es de todos y no sólo de ellos, cuyo mayor compromiso debe ser la reestructuración y reinvención del sistema productivo para lograr mejores condiciones de vida en los más pobres e impedir que la clase media se pulverice.

La situación general no es sostenible, una protesta grande está en la calle, ahora de manera pacífica, pero un día puede perder la razón. El vandalismo de estos días es de unos pocos para su beneficio o para destruir la protesta pacífica.

La estrategia de la policía de infiltrar para dañar la protesta, ha sido cobarde y equivocada porque este no es un grito de lucha de clases ni para poner fin al capitalismo. Son voces de la necesidad para que el Estado cumpla con lo que ha incumplido. Aún los privilegiados pueden hacer lo siguiente:

1.  Impulsar un desarrollo productivo de nuevo tipo con misiones de mediano plazo. Esto implica diseñar políticas, instrumentos, repensar las instituciones y ajustar o cambiar la Constitución del 91. Es el corazón del cambio estructural que se requiere. Sin embargo, para el corto plazo, las ayudas a mipymes y grandes empresas en su mayoría se perderán, porque no están condicionadas a un plan de reconversión. Los empresarios lloran y el estado les llena la caja, pero no adquiere compromiso para restructurar o reinventar el negocio, por eso muchas empresas se han quebrado y otras más lo harán. Es el neoliberalismo populista, vago, violento y derrochador de la ultraderecha neoliberal y de la sospechosa incapacidad ilimitada de Duque.

2.   Brindar una educación pública de calidad desde el pre escolar hasta el bachillerato para luego acceder a la universidad pública. Si la base social no tiene una mejor formación, el camino hacia una mejor sociedad será imposible. Revolucionar la educación implica formar profesores de gran nivel, mejor estimulados, porque deberán ser fuertes en la formación científica y tecnológica desde la base, y en todas las áreas del conocimiento. 

3.    No seguir animando crímenes de lesa humanidad, asesinando jóvenes y ciudadanos que reivindican derechos y anhelos. Es el gran desafío de la oposición y de los nuevos actores políticos que llegarán a partir de esta protesta a tomarse el poder en las elecciones del 2022. A como de lugar, Colombia debe cerrar el libro de Uribe, porque se atraviesa a la paz, a la armonía, al desarrollo, y ampara el narco paramilitarismo. 

Termino con la frase de una columnista de El Espectador, en alusión a mi anterior columna, que también se relaciona con esta entrega:Mucha curiosidad he tenido siempre por identificar, punto por punto, los lineamientos que la Carta del 91 traza para instalar en Colombia el modelo neoliberal, a contrapelo del modernísimo paquete de derechos y libertades civiles que ella consagra”.    

    



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