LOS PRIVILEGIADOS Y LA PROTESTA
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HistoriaFoto: Gabriel Siegrist
En
el siglo XX dos países de América Latina se convirtieron en radicales practicantes
del neoliberalismo. Primero fue Chile amparado en la dictadura donde los
privados manejaron la economía y el gobierno militar el orden público. Cuarenta
años después todo terminó con la protesta social, y los vestigios de la
dictadura neoliberal serán enterrados con la nueva constitución.
Luego
vino Colombia, que desde los años 1970 poco a poco fue introduciendo elementos
de un puro neoliberalismo razón por la cual no se profundizaron las reformas de
Lleras Restrepo que buscaban transformar el sistema productivo, la política
social y reformar el estado. Luego, durante veinte años fue un modelo bastante raro, hasta cuando Barco agitó
la apertura neoliberal que se concretó a partir de 1991, tal como ocurría en
toda América Latina, sobre todo a partir de la crisis de la deuda externa a
mediados de los años 1980. Sin embargo, aquí cabe hacer un poco de ficción
hacia el pasado.
Si
Luis Carlos Galán no hubiera sido asesinado, habría ganado la presidencia en
1991 y el cambio de modelo económico no hubiera tenido las características con
las cuales lo impuso Gaviria, que es el culpable de la pobreza, violencia,
inequidad y atraso de los últimos treinta años. Si Rodrigo Lara Bonilla tampoco
hubiera sido asesinado, probablemente habría sido presidente y un
neoliberalismo radical no se hubiera impuesto, de pronto Samper no habría caído
en las dudas del narcotráfico y hubiera sido un buen presidente en vez de
Pastrana. Sin esos dos crímenes, Uribe y Álvaro Gómez tampoco hubieran vivido
en la Casa de Nariño, Santos sí, y Duque ni en sueños. Los violentos torcieron
el rumbo para desgracia de la nación..
El presente
Lo
anterior son conjeturas políticas, pero lo importante es reflexionar sobre el
rol de los más privilegiados que son el 1% más rico, sobre todo el 0.5 y 0.1%
de milmillonarios, y que incluye los políticos de los partidos Conservador y
Liberal, y los políticos de los partidos que surgieron en los últimos veinte
años: Cambio Radical, la U y el Centro Antidemocrático.
El
matrimonio entre privilegiados económicos y políticos se tomó el país a partir de
la Constitución de 1991, y degradó todos los espacios institucionales que ha
logrado corromper, ejemplo de ello, el proyecto que pretende convertir a la Procuraduría
en una cuarta corte de justicia especializada en sancionar funcionarios
públicos. La Procuraduría duplicaría funciones con otras instancias judiciales,
cuesta billones y espera crear 500 nuevos puestos con altísimos salarios de
donde saldrán cuotas monetarias para las arcas de los políticos que los
hagan nombrar. Esta reforma deforma las recomendaciones de la CIDH, y agrandará el carrusel de burocracia, ineficiencia y corrupción política que alimentará
la hoguera de la indignación.
Los privilegiados
En
treinta años han hecho lo que ha querido con el Estado. Se les fue la mano y
crearon un modelo económico viciado, injusto, corrupto, reconcentrado,
narcotraficante, poco innovador, poco emprendedor y perezoso porque no ha
realizado el esfuerzo de impulsar una economía social de mercado que transforme la especialización de la economía que genere empleos calificados, y haga
de la educación y de la ciencia y la tecnología, dos sectores prioritarios para
un crecimiento alto, equitativo, avanzado y sostenido.
De
esa manera, producción, recurso humano de más calidad, e investigación para la
innovación y la creatividad, más un modelo de autonomías regionales (fin de la
descentralización), le quitaría tamaño a la informalidad, al desempleo, a la
pobreza y mejoraría la distribución - desconcentración de la riqueza. El tamaño
de la pobreza es funcional a la concentración de la riqueza en los
privilegiados, y la informalidad de la pobreza la explica un atrasado aparato
productivo inventado por los privilegiados.
Estos
han creado un modelo productivo y de Estado que es funcional a su incapacidad
para convertir a Colombia en una economía emergente avanzada, pero sí para
capturar recursos públicos, disfrazados de legalidad. Para ello, han concebido
una defensa del poder que amenaza al que se opone, y si insiste, lo asesina.
Así ocurre desde hace 77 años. Un ejemplo de estos días, la respuesta
irracional de la policía a una protesta por las angustias y el no futuro de la
gente pobre y la incertidumbre de la clase media.
La protesta
Los
privilegiados se metieron con la clase media, la que tiene conocimientos y
mayor capacidad de discernimiento, por eso en la primera línea no solo hay
jóvenes pobres, hay también jóvenes profesionales, a los cuales les parece
irracional y estúpida la economía, la sociedad y el Estado neoliberal que Colombia tiene. También está la inmensa mayoría de caminantes de mediana edad y de la tercera
edad, que entienden y se indignan con los abusos de los privilegiados. Ellos han
mantenido la esperanza de la libre opinión, de crítica fundamentada y de
propuestas para una sociedad mejor. Sin embargo, si esa inteligencia estuviera
menos fragmentada y concentrada, la protesta tendría un tanque de pensamiento aún
más consistente, profundo, creativo y interdimensional. La revolución digital
permite una inteligencia más abierta e interrelacionada que potencia,
multiplica y eleva el nivel de análisis y de propuesta, que beneficiaría a los
privilegiados y a los que no tienen esperanza, porque el buen conocimiento es
para todos, porque todos hacemos parte de esta nación.
Los pobres
No
podrán tener el nivel de conocimiento de la clase media, pero son inteligentes y
se han dado cuenta que de seguir las cosas como están el resto de su vida será
de penuria, maltrato, limosna, discriminación, sin oportunidades y mucha violencia.
Tampoco
a jóvenes de la clase alta les gusta la sociedad que han creado sus padres. El
ilimitado confort no les satisface. También van a la calle para encontrar un
bienestar que les satisfaga y lograr así una sociedad mejor y más equilibrada.
Por eso ha sido muy bueno el papel de las universidades privadas en esta
protesta, sin embargo, deberían trabajar más con las universidades públicas
(como sucede con el G-8 en Medellín que convoca a unas y otras), porque al
final la reflexión y propuestas que resulten es para la misma sociedad, no para
dos sociedades separadas por muros mentales.
La
primera línea tiene de dónde aprender, y de dónde agarrarse para aguantar, argumentar
y avanzar. El Comité del Paro, si bien no representa a muchos actores, su llamado
sí lleva a muchos a las calles. No hay nadie que represente a la gran mayoría
de colombianos: ni la ANDi, ni Fenalco, ni los bancos, ni el presidente, ni los
partidos, ni el congreso, ni los sindicatos, ni las ONG, ni las Cortes, porque es un país fragmentado, representado, y gobernado según lo quieren los NI NI
privilegiados, porque NI trabajan NI estudian para Colombia, solo para ellos.
La nueva sociedad
Esta
protesta no debe dividir más a Colombia porque es una reacción por el derecho a
una vida de oportunidades donde los sueños de todos se hagan realidad. Los
privilegiados tienen la oportunidad de hacer de esta una economía, una sociedad
y un Estado avanzado y realmente participativo, porque es de todos y no sólo de
ellos, cuyo mayor compromiso debe ser la reestructuración y reinvención del
sistema productivo para lograr mejores condiciones de vida en los más pobres e impedir
que la clase media se pulverice.
La
situación general no es sostenible, una protesta grande está en la calle, ahora
de manera pacífica, pero un día puede perder la razón. El vandalismo de estos
días es de unos pocos para su beneficio o para destruir la protesta pacífica.
La
estrategia de la policía de infiltrar para dañar la protesta, ha sido cobarde y
equivocada porque este no es un grito de lucha de clases ni para poner fin al
capitalismo. Son voces de la necesidad para que el Estado cumpla con lo que ha
incumplido. Aún los privilegiados pueden hacer lo siguiente:
1. Impulsar un desarrollo productivo de nuevo tipo con misiones de mediano plazo. Esto implica diseñar políticas, instrumentos, repensar las instituciones y ajustar o cambiar la Constitución del 91. Es el corazón del cambio estructural que se requiere. Sin embargo, para el corto plazo, las ayudas a mipymes y grandes empresas en su mayoría se perderán, porque no están condicionadas a un plan de reconversión. Los empresarios lloran y el estado les llena la caja, pero no adquiere compromiso para restructurar o reinventar el negocio, por eso muchas empresas se han quebrado y otras más lo harán. Es el neoliberalismo populista, vago, violento y derrochador de la ultraderecha neoliberal y de la sospechosa incapacidad ilimitada de Duque.
2. Brindar una educación pública de calidad desde el pre escolar hasta el bachillerato para luego acceder a la universidad pública. Si la base social no tiene una mejor formación, el camino hacia una mejor sociedad será imposible. Revolucionar la educación implica formar profesores de gran nivel, mejor estimulados, porque deberán ser fuertes en la formación científica y tecnológica desde la base, y en todas las áreas del conocimiento.
3. No seguir animando crímenes de lesa humanidad, asesinando jóvenes y ciudadanos que reivindican derechos y anhelos. Es el gran desafío de la oposición y de los nuevos actores políticos que llegarán a partir de esta protesta a tomarse el poder en las elecciones del 2022. A como de lugar, Colombia debe cerrar el libro de Uribe, porque se atraviesa a la paz, a la armonía, al desarrollo, y ampara el narco paramilitarismo.
Termino con la frase de una columnista de El Espectador, en alusión a mi anterior columna, que también se relaciona con esta entrega: “Mucha curiosidad he tenido siempre por identificar, punto por punto, los lineamientos que la Carta del 91 traza para instalar en Colombia el modelo neoliberal, a contrapelo del modernísimo paquete de derechos y libertades civiles que ella consagra”.
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