martes, 10 de agosto de 2021

LOS JÓVENES PIDEN NUEVAS UTOPÍAS

“Es estúpido reprimir una protesta pacífica”

Esta nota también está publicada en www.confidencialcolombia.com

Foto: Gabriele Siegrist
La violencia desatada contra los jóvenes que sueñan con una nueva realidad, ha sido la respuesta de un gobierno que no escucha. Así ha neutralizado la protesta porque lo que hay en esa inmensa juventud son ganas de vivir dignamente y que las oportunidades de unos pocos sean oportunidades para la mayoría.

Esa juventud no está en guerra contra el estado, no son una fuerza insurgente y menos terrorista, no son miembros de ningún grupo armado, porque si lo fueran Colombia estaría en guerra en varias ciudades y en sus entornos, y hubiéramos retrocedido a los años cuando las FARC tenían rodeadas las ciudades, pero esta vez con la insurgencia adentro y no solo en las periferias. 

Si esa juventud quisiera una confrontación contra los privilegiados y contra el estado, las ciudades serían asoladas por la guerra y algunas zonas serían escombros. Si esa juventud hubiera creado puntos de ataque y no de resistencia, la vida en éste país hoy sería otra.

El gobierno apeló a la estrategia de los vándalos, maximizó la de los bloqueos, amparó a los pistoleros de la “gente bien”, e hizo que una ciudadanía mal informada por los grandes medios, voltearan la espalda a la protesta y se volviera hostil contra la Primera Línea. El gobierno y la policía convirtieron a la protesta pacífica en violencia imaginaria e inventada. Mientras la policía reprime, el gobierno no se sentó a conversar con los jóvenes y con la gente que estaba en la calle para trazar una agenda de posibles transformaciones.

Los estallidos sociales nunca suceden en gobiernos normales, en democracias reales, suceden en tiranías neofascistas que no reparan en mandar a matar como sucedió con la Unión Patriótica, cuyo exterminio es culpable de toda la violencia, distinta a la de los narcotraficantes, ocurrida desde los años 1990 hasta estos días, y del surgimiento y consolidación del uribismo, estandarte de los genocidios y de la descomposición ocurrida en este siglo XXI.       

El hambre, la ausencia de Estado en el cubrimiento de necesidades vitales, un sistema productivo extractivista, precario y débil que no es capaz de suscitar un proceso sostenido de generación de empleo de calidad y bien remunerado, han ocasionado un desarreglo social ante lo cual el destino de esa juventud desarraigada y marginada no es otra que la informalidad, la violencia y la ilegalidad. El Estado se gasta en nómina más o menos el 65% del presupuesto anual de la nación, lo demás para pagar deuda y lo que quede en inversión. Si fuera al revés, los recursos para inversión serían infinitamente mayores, entonces, disminuiría la pobreza, crecería la clase media, los privilegiados no serían capturadores de tantas rentas, ni comprarían a ocho mil pesos hectárea de tierra despojada, ni robarían tanto y tantas veces el Estado. Así emergería una economía innovadora, equitativa, pacífica y de alta productividad. El Estado contrata tanta gente porque la economía formal no es capaz de absorber esa población ausente, desarraigada, abusada, lejana y abandonada. A su vez, esa precariedad estructural ha fomentado el clientelismo que a su vez nutre las arcas de los políticos que después les dan un puesto.

Colombia es un sistema de contradicciones, abusos y deterioro de las políticas públicas, de la política, de la economía y de los derechos consignados en la constitución del 91. Es un perfecto modelo de país de renta media con instituciones fallidas.

La explosión de los jóvenes fue tan espontánea y desesperada, que una vez el Comité Nacional del Paro les dio la espalda, se quedaron solos, sin banderas, sin representación nacional, sin organización nacional, cuando fue la juventud la que les dio oxígeno político para que los puntos del pliego de emergencia del paro se hubieran convertido en proyectos de ley que ahora hacen tránsito en el Congreso, y de los cuales también se agarraron los partidos de la oposición, para apropiárselos y convertirlos en bandera política de ellos, mientras internamente se desbaratan y siguen cada vez más desunidos.

La maravillosa entrevista de José Alberto Tejada, director de Canal 2 a la ciudadana alemana, Rebecca Spröber, infamemente extraditada mientras su amigo agonizaba, muestra lo que verdaderamente ha sido ese movimiento de rebeldía y resistencia de los jóvenes. Ella jamás vio armas ni plata detrás de las Primeras Líneas. Lo más sobrecogedor de su narración, es la valentía, el romanticismo y la ingenuidad de los jóvenes. Johan Sebastián iba a morir asesinado, pero murió antes porque se salió de la ruta de protección pues rompieron los mínimos de seguridad de las comunicaciones digitales. Mucho conversaron en la noche anterior al crimen, entonces sus llamadas fueron interceptadas, entonces, se le ordenó al sicario asesinarlos. Como ocurren con estas desgracias, la policía ausente, las cámaras de seguridad del sector “dañadas”, y aparecieron las mentiras que todos sabemos y en las cuales no creemos porque hace rato nos reímos o indignamos con las versiones oficiales.

Lo que sucedió entre esos dos jóvenes y como terminó todo, es la imagen del punto final de esa etapa de la resistencia que surgió el 28 de abril, pero no es el punto final de la protesta, del malestar, de la indignación, de las demandas sociales que han deformado los grandes medios precipitando la decadencia institucional y la represión oficial.

Los jóvenes de los estratos pobres y vulnerables, siguen solos, los dejaron solos, los asesinaron porque estaban solos, pero la semilla de un nuevo proyecto político y social de cambio, está sembrada.

La oposición tuvo expresiones de solidaridad, aunque no se puso al frente para darle apoyo y curso a la protesta. La sociedad, por ahora se ha replegado, pero sigue ahí, sabe que se puede movilizar, que organizada sucederá algo parecido a lo de Chile porque nada se ha solucionado, todos son proyectos en el papel, mientras los congresistas empiezan a negociar y a repartirse victorias legislativas para ganar votos en el 2022, mientras Uribe intenta salvar a la ultraderecha violenta y premoderna, intentando torcer un juicio a su favor con el apoyo de la Fiscalía, de la Procuraduría y las ambivalencias de la justicia, inclinadas a su favor.    

Los jóvenes de todos los estratos estuvieron juntos en las primeras semanas después del 28 de abril. Las universidades abrieron espacios de discusión y de comprensión de las causas de la justa protesta. Alejandro Gaviria sonó como un rector candidato a la presidencia, sin embargo, perdió esa oportunidad esperando no sé qué, aunque se sigue diciendo que estará en la contienda electoral.

El Nuevo Liberalismo, recupera el nombre, pero nada más que el nombre, porque los delfines, sobre todo dos de ellos, estuvieron abrazados a Cambio Radical, que es lo opuesto al pensamiento de Galán y de Rodrigo Lara Bonilla, y porque Vargas Lleras traicionó su pensamiento y el de su abuelo, el expresidente Carlos Lleras Restrepo. 

La Alianza Verde, como dice Fajardo, debería ser el partido donde converjan todas las fuerzas de la centroizquierda, ahora es territorio de ambiciones dispersas porque cada una de sus “estrellas” lo que buscan es salvar sus curules con listas abiertas como lo hace cualquier partido de toda democracia representativa en desgracia. Entonces, terminarán divididos, unos con el Pacto Histórico, otros con la Coalición de la Esperanza, y algún safado con Peñalosa. 

Sin embargo, la Coalición de la Esperanza y el Pacto Histórico irán con listas cerradas a las elecciones al Congreso, es lo correcto, porque así no se desinforma a la ciudadanía, se pone el debate en las ideas, y no en vacías promesas que tanta abstención producen.

Sí la oposición no se organiza con los jóvenes de la protesta, los que no votan no se moverán, y las nuevas buenas caras en el congreso serán la excepción y no la norma, y el Congreso seguirá siendo la suciedad que hoy es.  Si vuelve a ganar el que diga Uribe los responsables serán la Alianza Verde, la Coalición de la Esperanza y el Pacto Histórico por no hacer con los jóvenes una coalición por la nación que debe ser, y cargarán con toda desgracia que ocurra en este país que desprecia la vida.

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