martes, 14 de septiembre de 2021

COLOMBIA NECESITA UTOPÍAS


Foto: Gabriele Siegrist 
El centro compró el cuento de la polarización, un invento del fascismo de ultra derecha de Uribe, y Petro cayó en la trampa porque los ultra y la centro derecha lo han puesto en el otro extremo de la polarización, cuando su discurso es el de un social demócrata de izquierda.

El centro se ubica en una línea liberal conservadora matizada de socialdemocracia buscando ser los salvadores de la política en un país destruido en sus valores y en sus instituciones y con deficientes políticas sociales y económicas. El discurso del  centro tiene buenas intenciones, pero carentes de contenido ideológico para construir una nueva sociedad, como lo necesita Colombia.

El centro no es alternativa a la ultraderecha si no se nutre de ideología, de pensamiento y de visión para unas transformaciones innovadoras y radicales como demanda la nación, sin importar si las ideas son de izquierda o de centro izquierda o de una nueva alternativa, porque de la derecha y del Uribe fascismo nada se puede esperar ni hay nada para conversar. El pensamiento de derecha y la degradación uribista, han gobernado Colombia y no han construido, ni remotamente, un buen país.

Esa estructura conservadora, virus letal contra el cual han fracasado las vacunas imaginarias de Patarroyo, ha sido, es y será la desgracia de Colombia si no sucede una inédita revolución política.

Colombia requiere ser pensada más con un espíritu de izquierda, para nada comunista, pero si reformadora del capitalismo de mercado para encontrar una nueva línea de conducta, de actuación, de pensamiento, de vida y desarrollo. La abdicación de las ideas liberales y su deformación luego del gobierno de Lleras Restrepo, difícilmente se pueden retomar si no es con fundamento en una nueva lectura de lo que significa libertad, progreso, bienestar, igualdad y desarrollo en un mundo global cuya visión mundo neoliberal ha fracasado y se proyecta como el colapso de la humanidad. El Nuevo Liberalismo también debe revisar y actualizar su contenido ideológico y programático, puesto que Luis Carlos Galán y Lara Bonilla fueron asesinados hace más de treinta años. Así las cosas ¿como hará Alejandro Gaviria con el partido liberal, el cual necesita sacudirse y desinfectarse para reestructurarse y reinventarse? 

Los desafíos del centro, son también desafíos para la izquierda. Las utopías son igualmente un reto para esa colectividad. Por ahora no se ven, lo que se ve es un discurso populista socialdemócrata, de no tocar a nadie para abrazar a todos. Eso nunca resulta bien porque las contradicciones e inconsistencias aparecerán una y otra vez.

Los dilemas que debe resolver Gaviria, son enormes, y los desafíos intelectuales y políticos, no se diga. Lo grave es que los verdes están desviados, no en corrupción, sino en dispersión ideológica y programática, y en una absurda pelea de egos menores. 

Entonces, un discurso puro, bueno y salvador de blandos reformadores, puede ser peligroso porque puede tener mucho de sofisma con ínfulas intelectuales. Mucho cuidado porque podemos volver al escenario del 2018. Salvadores de Uribe destructores de Colombia, porque el uribismo y los demás partidos de la unión de la corrupción, encontrarán quien los lleve a la primera vuelta: Zuluaga, Echeverry, Gutiérrez, el jinete del Casanare, otro.

Si Alejandro Gaviria, con cierta ingenuidad de político naciente a los 55 años, no logra transformar las páginas de sus libros en nuevas páginas de una propuesta profundamente innovadora, de gran talante y de inspiradas utopías que interpreten a un país que ni remotamente tiene parecido en el planeta ni en el universo, será, junto a Fajardo, la última esperanza perdida de las generaciones mayores, y los jóvenes tendrán que ir a las calles para hacer lo que aquellos les negaron.

Más allá de si es Fajardo o Gaviria, la decisión debe ser como confluyen y convierten sus buenas intenciones en palabras y acciones políticas, de un gobierno de cuatro, ocho, doce, veinte y más años. Si sus propósitos solo apuntan a los cuatro años de gobierno de alguno de los dos, Colombia volverá a la postración del presente, como sucedió luego del gobierno de Lleras Restrepo, cuando se hizo un proceso sostenido, deliberado y perverso para destruir lo que él había sembrado entre 1966 y 1970. Colombia, a más de ser el país de las masacres y de la violencia eterna, es también tierra de las envidias y del individualismo enceguecido.

Para limpiarse de un siglo de fanatismo conservador y del macro genocidio uribista, se necesita pensar muy lejos para ordenar las ideas y empezar a gobernar desde el 2022. Colombia necesita utopías que acompañen a la paz. No de reformas menores y parciales escogidas a dedo. Necesita de transformaciones radicales e inmensas, como inmensa es toda utopía. Los medios deben asumir debates inteligentes, y abandonar tanta superficialidad, limitado conocimiento y peligrosos sesgos.

La justicia terrenal o divina debe condenar a cien mil milenios a Uribe por no decir la verdad y condenar al silencio y al dolor sin reparación a millones de colombianos. La JEP debe condenar a los de la más bárbara y estúpida de las guerras nacionales vividas en occidente en los últimos ochenta años.

Colombia no se puede asimilar a ningún país, porque es otra fracasada experiencia de intervención de Estados Unidos en el mundo, y de un neoliberalismo que no aguanta palabras rebuscadas para justificarlo y salvarlo, menos para superarlo.

Gaviria fortalece a la oposición, Fajardo y la Coalición de la Esperanza lo han convocado a conversar y unirse, porque pensar que Gaviria va irrumpir como Macrón o como Obama, o como las jóvenes presidentas en más de diez países, es ingenuo. Debe decir en las próximas semanas como ve una unidad política y programática que una a la centro izquierda y esta con el Pacto Histórico, antes de la primera vuelta. No todos pueden ser presidentes. Pero lo que sí pueden es pensar primero en Colombia y nunca primero en ellos.

Colombia puede evitar la segunda vuelta, que no es más que un negocio que llena muchos bolsillos con la plata de todos, que además le da aire al innombrable, y extendería la incertidumbre y la agonía de un desastroso gobierno. Rechazar a Petro porque lo dice Uribe y no molestar a inservibles y codiciosos privilegiados, no tiene sentido.

A los privilegiados hay que hacerles entender que el país que crearon es el destruido país económico, político y social que hoy tenemos. Antonio Caballero, dijo: “las oligarquías colombianas han sido las oligarquías más irresponsables del mundo, y de la historia del mundo. En Colombia no han existido clases dirigentes sino únicamente clases dominantes”. Los hechos más recientes lo dicen:

Uribe pide amnistía general para él y sus bandidos. Otros dos de sus colaboradores han sido enviados a prisión. La ministra de las comunicaciones fue descubierta en el robo de las TIC, e intentaron salvarla. El ejército recluta a la fuerza jóvenes para incrementar unas fuerzas militares inútiles que la gente rechaza por ser defensoras de la ultraderecha y de otras cosas no santas. Unos medios de comunicación que distorsionan la protesta social y la criminalizan con tal de salvar a los privilegiados, empezando por sus dueños. El ministro de Hacienda se niega a poner IVA a las bebidas azucaradas. Hacen una nueva reforma tributaria que es una suma cero. Duque nombra a Carrasquilla en un puesto en el que no debe estar porque ha sido el ministro de la inequidad y de la sinrazón neoliberal. Los privilegiados dominantes impusieron a Duque, un desastre por donde se mire, lo cual muestra la crisis de quienes deciden en este país. 

Hay que tener mucho cuidado con lo que se dice y se hace en estos días, porque se trata de un país cruzado por una violencia de una maldad inagotable, de un feudalismo rentista atrasado y criminal, con una inequidad pandémica y aniquiladora de sueños y esperanzas, y con una corrupción tan profunda y difundida que es mortífera, por eso Colombia camina sobre alcantarillas y no sobre caminos verdes y cielo azul llenos de gente alegre, bella, tranquila, libre, inteligente, creativa e innovadora, que es lo que hay detrás de toda la gente que desvió su camino, por convicción o por obligación, y que desgraciadamente manda en este país. 

 

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