INTERNACIONALIZACIÓN Y
DESINDUSTRIALIZACIÓN DE
COLOMBIA
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Foto: Gabriele Siegrist |
Cuando hace un año se anunció la creación de la misión de internacionalización con el propósito de trazar una agenda de reactivación de la economía para el poscovid, parecía una acción importante, aunque demorada como demoradas fueron y siguen siendo las medidas de reactivación emprendidas por el gobierno de Duque.
Los
países emergentes y desarrollados tomaron decisiones integrales y de mediano
plazo en los primeros meses de la pandemia. Colombia no, han sido respuestas
reactivas, intermitentes e inciertas.
Por
eso, una misión con renombrados economistas extranjeros hacía pensar que
podrían dar resultados que contribuyeran a reorientar, reestructurar y
relanzar el sistema productivo, que venía con problemas por una inflexión estructural
de la economía occidental, más los impactos de la Covid, y por la propia crisis
de Colombia dada su dependencia de los recursos minero energéticos y de la
agricultura, debido a la desindustrialización deliberadamente inducida desde
1991.
A
su vez, la orientación teórica de los invitados también hacía pensar que no
habría grandes novedades, por la ausencia de otros reconocidos expertos
extranjeros y nacionales con una orientación crítica y a la vez propositiva
para cambiar la globalización neoliberal, le hubieran dado una perspectiva correcta
a la Misión, la que necesita Colombia para enfrentar problemas de inequidad,
rezago productivo, calentamiento global y reinserción internacional.
Receta
neoliberal en tiempos de crisis del neoliberalismo
Los documentos técnicos de la misión lo devuelven a los cuatro años del gobierno
de César Gaviria, cuando se implementó la apertura de la economía. Son una condensación de la más vieja y equivocada ortodoxia del mercado, mostrando que el modelo era abrir la economía, exponerla a la competencia internacional, y ponerla a
competir con limitados instrumentos y capacidades. El resultado, la reprimarización
del sistema productivo, un mediocre crecimiento medio, mayor inequidad, destrucción
de los recursos ambientales, agudo desequilibrio macroeconómico, y un proceso incontenible de desajustes
institucionales.
Un
equivocado modelo productivo y de internacionalización para superar una pavorosa
guerra interna. El enfoque de la internacionalización terminó siendo funcional
al conflicto nacional y no un instrumento para superar las condiciones
estructurales que aún lo motivan. Hay una peligrosa coincidencia político
ideológica entre neoliberalismo incorrecto y violencia, por tanto, debe cambiar
el primero para que sea posible superar lo segundo. Para ello la
internacionalización se debió hacer con base en un sistema conformado por cinco
poderosas políticas:
· una de
desarrollo productivo o política industrial para conducir la especialización a
sectores industriales y de servicios avanzados, y consolidar lo bueno de la
vocación en recursos primarios;
· una de
ciencia tecnología e innovación para generar capacidades para aumentar la productividad y la competitividad;
· una de
educación con cobertura y calidad para todos;
· una de
emprendimiento para impulsar una nueva generación de empresas innovadoras;
· una hacia
la autonomía de las regiones para abatir el centralismo y generar condiciones endógenas en los territorios para desarrollarse e insertarse en la economía
mundial. Esto sin dejar de mencionar la salud, la infraestructura, el medio
ambiente, y una política tributaria duradera para la estabilidad macroeconómica
y el cambio estructural.
Colombia
fue sin inteligencia a la internacionalización porque invierte más en armamento
y en represión que en conocimiento, arte, cultura y producción. Los “misioneros de la internacionalización”
envían aún más desamparada a Colombia, con las mismas recomendaciones de la incorrecta
teoría de hace treinta años.
Qué
dicen los "misioneros"
Las
propuestas giran en torno a generar condiciones para atraer inversión
extranjera directa (IED), pues argumentan que esta ha sido la que ha aumentado
la productividad. Al mismo tiempo, manifiestan que si se elimina el saldo de
aranceles que aún existen, se beneficia a los más pobres porque compran productos
más baratos. Así se dijo en 1991, así se repite en el 2021.
Reiteran
lo conocido por todos y desde hace décadas, que las exportaciones centradas en
recursos naturales, limita los beneficios del comercio, por cuanto tienen un
bajo valor agregado carente de la mejor tecnología. Dicen también que, para obtener
los beneficios del comercio debe diversificar su canasta comercial y
diversificarse en servicios y exportaciones de alta tecnología. Hace treinta
años la ortodoxia dijo lo mismo y nada se hizo.
Asimismo,
sugieren una mayor integración a cadenas globales
de valor (CGV) para impulsar las exportaciones, aumentar los ingresos y la
productividad, sobre todo con la producción de insumos más intensivos en conocimiento
y exportaciones fabricadas en el país que de paso generan empleo femenino y
reduce la brecha salarial por la producción de bienes más inteligentes de la revolución
tecnológica 4.0, los cuales no dependen de la fuerza bruta del patriarcado.
Dicen
también los "misioneros" que la IED puede complementar el comercio y catalizar la
participación en las CGV, así como explotarla para mejorar la productividad y
el crecimiento, indicando que esta participa en Colombia con el 14% del PIB
mientras en México y Perú lo hace con el 25%, y el 30% en Tailandia y Vietnam, sin
decir que México es maquilador por excelencia, y que en los asiáticos la IED es
para el aprendizaje mientras consolidan capacidades productivas y tecnológicas
propias, como lo han hecho sus vecinos. Tailandia tiene la meta de llevar en el
2030 la inversión en ciencia, tecnología e innovación al 4% del PIB, y será la
revolución 4.0 el punto de despegue a un proyecto nacional de desarrollo.
Agregan además que Colombia tiene ventajas en servicios modernos, ahora concentrados
en servicios tradicionales: turismo y comercio local. Proponen que la
diversificación y los nuevos servicios requieren repensar la política comercial
y de integración, a través de la IED y de las CGV, porque se exporta más y se
importan más bienes intermedios y de capital. Es decir, se cierra el círculo
perfecto de beneficios de la IED de las CGV, sin darle mayor espacio a las
industrias y servicios nacionales, cuando es a partir de ellas que se atrae IED
y se ingresa a las CGV.
Asimismo,
indican, esto es correcto, que la tasa de cambio determinada por la dependencia
de los bienes primarios ha conducido a una sostenida devaluación que a la larga
afecta el cambio estructural por un dólar que fluctúa al alza pues está atado a
los precios de los minero-energéticos, situación que no se remediará si no
ocurre una transformación a fondo de la especialización hacia bienes de alta
tecnología. Sin embargo, si el petróleo se acaba y este no es sustituido por
nuevas empresas nacionales innovadoras, sino por IED, el problema cambiario
continuará.
Los
misioneros sugieren cinco acciones de política, del mismo tipo de las impuestas
en 1991:
· Una política
que cubra la atracción, promoción, facilitación, retención, expansión y
vínculos productivos para aumentar la IED en busca de eficiencia y atraer empresas
creadoras de competencia.
· Mejorar
la inteligencia de mercado sobre oportunidades de exportación y mejorar la cooperación
interinstitucional para superar barreras al comercio de servicios.
· Racionalizar
las barreras no arancelarias y reducir las crestas arancelarias para mejorar la
competitividad de bienes intermedios y aumentar la competencia en el mercado
interno.
· Disminuir
los costos y tiempos de comercio transfronterizo para mejorar la participación
de las empresas y mejorar la participación en las CGV.
· Mejorar
la competencia para fomentar el crecimiento de la productividad de las empresas
y el desempeño de las exportaciones vía IED.
Qué
no dicen los "misioneros"
Siendo
el mismo discurso de 1991, poco o nada se dice que una internacionalización
exitosa debe partir al menos de las cinco políticas arriba mencionadas:
desarrollo productivo, ciencia tecnología innovación, educación, emprendimiento
y autonomía regional, más infraestructura.
De
esta manera, se asume que las políticas de desarrollo de Colombia que están detrás
del comercio internacional, son buenas. Que el aparato productivo nacional es
satisfactorio y que no necesita de más empresas nacionales, sino lo que
interesa es producir, exportar e importar para lograr unos beneficios que le
permita funcionar aceptablemente, y que para ello lo mejor es la IED. En
consecuencia, las empresas de otros países maximizan beneficios en nuestro
mercado y con ello capacidades en investigación y desarrollo con lo cual ganan
y superan en competitividad a las empresas nacionales. Un tipo de competencia
desleal.
Si
Colombia continúa sujeto al actual modelo de crecimiento y de internacionalización,
jamás saldrá de las múltiples trampas de su condición de país intermedio: tipo
de economía, crecimiento medio, ingreso medio, alto desempleo creciente
informalidad, pobreza, inequidad, déficit perpetuo en el comercio de productos
y servicios inteligentes, por tanto, eterno déficit en la balanza comercial,
perpetuando una baja productividad y menor competitividad sin suficientes
recursos para invertir sostenidamente en factores fundamentales del desarrollo,
aún más escasos por la corrupción.
El
comercio internacional es la estrategia de salida más importante para globalizar
una economía, porque es producto del esfuerzo y de los cambios estructurales
que subyacen para desarrollar la producción que va al mercado mundial.
Sin
embargo, el comercio internacional sin cambio estructural no corrige el severo
desequilibrio macroeconómico, la inequidad y la falta de bienestar para la mayoría
de la sociedad. Asombra que en el
sistema nacional de comercio exterior, participen 11 ministerios y no esté el
de Ciencia, Tecnología e Innovación, mostrando que entre el MCIT y el de
investigación, hay un divorcio latente en la manera como aquel, en contubernio
con el de Salud, asumió vía importaciones las necesidades del sistema de salud
en el Covid, y por otro lado el Minciencias buscando dar soluciones desde la
investigación, sin que el de Comercio hiciera algo para convertir esos
desarrollos en nuevas empresas y en productos nacionales de alta tecnología
para exportar.
Una
producción nacional avanzada sustenta una internacionalización positiva porque
requiere construir poderosas capacidades endógenas de producción y de
innovación. Poco se ganará con esta Misión. Otra herencia mala del uribismo.
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