martes, 19 de marzo de 2024

 II 

BOGOTÁ: METRO ELEVADO 

O  SUBTERRÁNEO DEBE OBEDECER A UN 

PLAN  DE RENOVACIÓN URBANA

No hacerlo así será una catástrofe urbana para la capital


Jamás el exalcalde Peñalosa tuvo razón con el metro para Bogotá, porque él cree que unas gigantescas tractomulas sustituyen un tren, que buses grandes reemplazan a un metro, y que un alimentador elevado (él lo llama metro elevado) en medio de calles angostas es mejor que un metro subterráneo. Y a la alcaldesa Claudia López le dio lo mismo el uno que el otro con tal de no dañar sus aspiraciones políticas.

No voy a detenerme en discusiones técnicas de cual es mejor, cuando ni siquiera se hicieron los estudios fase tres del alimentador aéreo de Peñalosa que Claudia abrazó por conveniencia política personal más no por conveniencia para la ciudad. El nivel de los estudios es una especie de híbrido fase 2.5, que nadie entiende, y se entiende menos que la exalcaldesa Claudia López no hiciera los estudios faltantes, sino que aceptó la concesión tal cual se la dejó Peñalosa. Ahora, ante la presión del presidente Petro, se está insistiendo en esos estudios, pero el consorcio chino nada que los entrega abonando el terreno para un límbo jurídico que nadie entiende, solo los de los contratos obscuros. Una vez más Bogotá pierde y la nación también porque es la que aporta el 70% de los recursos. Al concesionarse el proyecto los estudios fase tres no fueron obligatorios, sino que se harían en la medida que avance el proyecto. Una fatalidad más del mercado como agente superior. Pierden el Estado y la ciudadanía.

Ahora bien, si una parte del metro o alimentador elevado, y otra parte es un metro subterráneo, amerita una discusión adicional y de fondo sobre el tramo por la Caracas, tema en el cual nadie está interesado, ni los del metro elevado ni los del metro subterráneo, porque no hay una palabra, una propuesta, una discusión. Seguramente urbanizadores y constructores ya han comprado predios para hacer más de lo mismo en una versión siglo XXI.

La Caracas un desastre urbano es también la ciudad del futuro.  

Bogotá es una ciudad que se ha caracterizado por impulsar importantes desarrollos urbanos y después abandonarlos. La carrera Décima se hizo a la par de la Avenida Paulista en Sao Paulo, mientras aquella está destruida cuando a dos cuadras están las sedes de los tres poderes del Estado y la alcaldía de Bogotá, la Avenida Paulista es un referente que la ciudad se ha preocupado por conservar y desarrollar.

Un recorrido por la Caracas desde la Primera de Mayo hasta la calle 80, es un desastre urbano. Una especie de Gaza, destruida por una precaria clase dirigente.  Solo un proceso de renovación pleno de nuevos contenidos puede rescatar algunos espacios, como el barrio Carvajal, la iglesia del Voto Nacional, y sobre todo la aglomeración de hospitales, en su mayoría públicos, ubicados en torno al San Juan de Dios que a duras penas escapa a convertirse en ruinas. Hace doce años se pensó que se podría desarrollar como una aglomeración de servicios de salud de alta complejidad, para ello se adelantó un proyecto que se llamó Ciudad Salud Región con el fin de atender pacientes de menores y bajos ingresos, también a gente de los municipios vecinos a la capital, hacer investigación, impulsar el emprendimiento en temas de industrias de salud, y recreación, cultura y educación en tono a la salud y la vida. El Hospital Infantil se remodelará más pronto que el San Juan de Dios, y el Cancerológico será una institución más potente al abrigo de la reforma de la salud y de la política nacional de reindustrialización.

Ciudad Salud Región le ha quedado grande a los alcaldes: Solo Clara López lo entendió y apoyo en su corta administración. Petro avanzó hasta recuperar para Bogotá el San Juan de Dios que estaba en manos de la Beneficencia de Cundinamarca. Peñalosa no lo miró, y solo hizo lo único que sabe hacer: tumbar el barrio San Bernardo para darle espacio a alguna constructora. Claudia no tuvo visión para ese tipo de iniciativas a pesar de que si fue capaz de traer a Sinovac para construir una fábrica de vacunas. Resulta que Ciudad Salud Región solo está a dos cuadras de la Casa de Nariño. Así como el barrio Las Cruces, deprimido e inseguro, aunque por su ubicación con un enorme potencial de revitalización.

Sería bueno que el presidente Petro, el Minsterio de Salud y el alcalde Galán, lo revisen, entre otras razones porque sería un ejemplo de revitalización y de recuperación de un espacio público para la salud, para eso fue pensado. El San Juan de Dios y toda la aglomeración de clínicas y hospitales se vino a menos por la ley 100 y su orientación a privatizar el sistema. Sin embargo, gracias a sus directivas, el Instituto Cancerológico, se ha sostenido y en su especialización es muy reconocido a nivel internacional.

La figura  (elaborada en 2012) muestra los hospitales (H) ahora localizados y los nuevos que se construirían con el correr de los años. 



También están los centros de investigación (verde), un centro de emprendimiento y espacios para pymes de una industria de salud de alta tecnología. La importancia de la cultura y la recreación en torno a la salud (Industrias culturales), utilizando el generoso espacio público que va de la carrera décima hasta la Caracas, donde hay importantes edificaciones que son patrimonio histórico.    

Desde la aglomeración de hospitales hasta llegar a la calle 26, salvo una que otra pieza arquitectónica, lo demás sufre un deterioro absoluto y cuyo mejor futuro es que la tumben.

Avanzando por la Caracas a partir del costado norte de la 26, está el complejo de edificios de uso público y privado, conocido como el Centro Internacional, donde está el proyecto Atrio: del cual está construido un primero y bello edificio, el más lindo de la Colombia moderna, y aún está pendiente la otra torre, mucho más alta, y la recuperación de la plazoleta del Centro de Convenciones, donde hay una escultura de Ramírez Villamizar. Esta plazoleta debería acoger más esculturas de nuestros grandes artistas: Negret, Botero,…  De ahí hasta la calle 80, por la misma Caracas, una que otra pieza arquitectónica, uno que otro edificio nuevo sin ninguna generosidad urbanística en sus espacios públicos.




El entorno urbanístico de la Caracas está destruido un 80%. En estas condiciones, el alimentador aéreo de Peñalosa para los buses rojos de Transmilenio, sería un corredor aún más horroroso y peligroso, porque no habría condiciones para una reestructuración urbana, que solo sería posible si se tumban los costados oriental y occidental de la Caracas, salvando una que otra edificación y nada más.

El metro subterráneo, incluso el elevado, abriría la posibilidad de un desarrollo urbanístico donde cabrían los buses eléctricos de Transmilenio, permitiría crear espacio público, prolongar el centro internacional hacia el norte hasta la calle 39 integrando el conjunto de edificios donde está Ecopetrol, que amenaza deterioro. No solo se trata de tumbar edificaciones precarias y en pésimo estado, para reemplazarlos por nuevos edificios, que empiezan a construirse sin ninguna generosidad estética y urbanística. Se trata de pensar un mega proyecto de ciudad del futuro que recupere también la carrera 13, otra vía que no vale un peso, e integre otras piezas y zonas de la ciudad: Museo Gaitán, preservar Teusaquillo, integrar el distrito de las artes que va por la carrera 17 de la calle 57 hasta el barrio San Luis. 

Además, se tendría que hacer una intervención igual por la carrera 15 desde la calle 72 hasta la calle 100. Un proyecto para los siguientes cincuenta años proyectado a doscientos años.

Asimismo, el corredor de la Caracas, de la calle 26 hacia el norte, se integraría con la Carrera Séptima, otro proyecto que le ha quedado grande a los alcaldes y a la ciudadanía. La alcaldesa Claudia López mostró como sería el proyecto, y la reacción de políticos interesados es virulenta. Nada les gusta pero nada estructuralmente correcto proponen. Cuando se considera el segmento entre la calle 39 y la 67 se piensa en la necesidad de un plan de renovación urbana cuya identidad serían el conocimiento en torno a las universidades, y una reestructuración del comercio y de los servicios que ahí se prestan porque en la actualidad, entre la carrera séptima y la Avenida Caracas está lleno de comercios y de actividades de mala muerte. De la 67 en adelante, al menos hasta la calle 100, la identidad ya está dada: vivienda para estratos de altos ingresos y servicios de distinto tipo. Luego hasta la calle 127 o 134, una vez la carrera séptima y su movilidad estén renovados, habría que darle una identidad a ese fragmento urbano. Una intervención planificada y progresiva de muy largo plazo, revitalizaría ese inmenso corredor y el metro tendría sentido de ciudad y no solo de movilidad. Sin embargo, si la ciudad no ha podido con el metro menos podrá diseñar una nueva ciudad en Chapinero.   

Se trata de mucho más que un metro subterráneo. Se trata de repensar para diseñar la reconstrucción y construcción de una nueva ciudad, de un tramo del sur al norte, que en la Estación Central conecte con la calle 26 hacia el aeropuerto, donde está en desarrollo el Distrito de Ciencia, Tecnología e Innovación, que lo llamaría Innobo, como se llamó en sus primeros estudios hace doce años, así como el eternamente aplazado proyecto de renovación del CAN. Me ocuparé de este tema en otro artículo.

Entonces, un tramo subterráneo de la primera línea del metro vale la pena hacerlo si la Caracas se piensa como parte de una nueva ciudad. Se densificaría con generosidad en su diseño integral: espacio público, vivienda de calidad, cultura, arte, educación, investigación, emprendimiento, ciclo vías, y solo motos eléctricas silenciosas. Desparece el transporte público por la carrera trece, y la nueva ciudad se integraría con el viejo centro, el de siempre.

Es espantoso ver como Colombia no puede con grandes proyectos, con grandes sueños, con grandes iniciativas de ciudad, con grandes utopías de nación. Quito ya tiene metro.  Los demás metros de las capitales de Suramérica siguen construyendo más líneas complementadas por sistemas alternativos de movilidad. En doce años el metro de Sao Paulo ha construido cinco nuevas líneas, para un total de once. Mientras tanto Bogotá en marzo de 2024 únicamente había sembrado los primeros pilotes de la primera línea del metro. Los cien años de atraso de Bogotá son los cien años de atraso de Colombia en el desarrollo de sus ciudades y de su modelo de desarrollo.


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